El gobierno de Ariel Sharon construye sin pausa un muro que separará Israel de los territorios palestinos y que reaviva la discordia en torno a un recurso natural: el agua.
Iniciado en 2002, el muro es una vasta barrera, conformada por paredes, bardas electrónicas y rutas de patrullaje, que pretende garantizar mayor seguridad para Israel y frenar, sobre todo, los ataques suicidas palestinos.
Pero fuentes palestinas aducen que el muro es más que eso. Las mejores tierras agrícolas y fuentes de agua están quedando del lado israelí del muro que, en su primera etapa, se erige en la parte norte de Cisjordania.
”En localidades cisjordanas como Tulkarem y Jenín las familias se quedaron con la tierra en un lado y el pozo de agua del otro”, dijo a Tierramérica Taher Nasser al-Din, director general del Departamento de Agua de Cisjordania.
Según las autoridades locales, unos 8.000 habitantes de otra localidad cisjordana, Qalkiliya, han debido abandonar sus hogares e ir en búsqueda de nuevas tierras.
Sin embargo, Uri Shor, portavoz del Comisionado israelí del Agua aseguró a Tierramérica que el muro sólo responde a una necesidad de seguridad. ”Las cañerías pueden pasar por cualquier lado y el cerco no tiene por qué afectar nada”, dijo.
El agua es uno de los elementos más simbólicos que separan a israelíes y palestinos, cuyo viejo conflicto se recrudeció desde el año 2000, con el inicio de la segunda intifada (levantamiento palestino).
Por su escasez en Medio Oriente, el líquido es un recurso precioso para los pueblos de la zona y ha sido motivo de continuas tensiones. Pero, a través de un manejo racional, el agua podría convertirse también en factor de acercamiento.
Lo único claro, por ahora, para Israel y la Autoridad Nacional Palestina (ANP) es que las reservas hídricas son insuficientes y el problema continuará agravándose a menos que se emprenda una amplia desalinización de aguas.
Casi la quinta parte de la población palestina de cuatro millones no está conectada a un servicio de agua por cañería. En algunas zonas, como en la septentrional ciudad cisjordana de Jenín, los residentes aseguran que pasan días enteros sin agua, aunque cuenten con conexión a la red hídrica.
Según los acuerdos de paz de Oslo de 1993, Israel debe abastecer entre 70 y 80 millones de metros cúbicos de agua por año a la población palestina para ”necesidades inmediatas”, dijo a Tierramérica el director de la palestina Autoridad del Agua, Nabil Al-Sharif.
”La situación es mejor que en 1995. Hoy tenemos más agua. Pero el cumplimiento de Israel no es absoluto, porque debían autorizarnos la perforación de más pozos”, sostuvo.
Israel cumple estrictamente las cantidades pactadas en los acuerdos, incluso ha suministrado a los palestinos más de lo acordado, aclaró por su parte Uri Shor, portavoz de las autoridades israelíes.
Entre 160.000 y 200.000 palestinos, de los dos millones y medio que habitan Cisjordania, carecen de servicio domiciliario de agua potable y son abastecidos mediante tanques cisterna, según fuentes palestinas.
Mientras, los 6,7 millones de israelíes consumen tres veces más agua que los palestinos o incluso más.
”Si se toma en cuenta también el consumo del agua para la industria, en Israel el uso anual por persona alcanza los 128 metros cúbicos, o sea 350 litros por persona por día, cinco veces más que el consumo palestino por persona”, agregó Betselem, una organización israelí de derechos humanos.
Pero al explicar las razones del fenómeno comienzan las discrepancias.
Los palestinos alegan que las diferencias en el consumo son producto de una política israelí discriminatoria, sobre todo entre lo que reciben los asentamientos de colonos en territorios palestinos, y el suministro a aldeas y vecindarios árabes en esas mismas zonas.
Israel replica que el problema radica en la ausencia de una buena administración palestina.
Aunque la escasez y mala calidad del agua son comunes a los dos territorios palestinos, las tensiones con Israel se manifiestan sobre todo en Cisjordania.
Allí se encuentran los dos principales reservorios de agua de la zona. El primero es el acuífero de la montaña, que se extiende desde el septentrional monte Carmelo hasta Bersheeva, en el sur, y hacia el mar Muerto por el este, abarcando Cisjordania.
Esta fuente abastece la cuarta parte de las necesidades de Israel, de los asentamientos judíos y de casi toda la población palestina de Cisjordania.
La segunda fuente es el tramo superior del río Jordán y sus afluentes, de donde procede el suministro de casi la tercera parte del consumo de Israel, además de servir a Jordania, Siria y Líbano. Los palestinos no reciben nada de esta reserva, según Israel porque las aguas del Jordán ya son compartidas con Jordania, apuntó Al-Din.
Más de 60 por ciento del consumo doméstico en Cisjordania es suministrado por la Compañía Nacional Israelí del agua Mekorot, y el resto corre a cargo de alcaldías palestinas.
En la franja de Gaza, Mekorot aporta seis por ciento del agua para uso domiciliario. El riego agrícola palestino procede exclusivamente de pozos y manantiales locales.
”En Cisjordania, ningún palestino puede decir que recibe menos agua que el año pasado”, o que ”antes de (los acuerdos de paz de) Oslo. Recibe más, el sistema trabaja a plena capacidad”, aseveró a Tierramérica Amos Epshtein, director general de Mekorot.
En el transcurso de la intifida, el ejército de Israel dañó pozos en Gaza y Cisjordania. ”He firmado un protocolo con el Comisionado del Agua de Israel (Simón Tal) para aislar el agua del conflicto, porque es una necesidad diaria. Israel ha comenzado a respetarlo”, señaló Al- Sharif de la palestina Autoridad del Agua.
El manejo y suministro de agua en las áreas palestinas pasará a manos de cinco entidades públicas y sin fines de lucro, conducidas por un operador internacional privado elegido mediante licitación, informó.
Estas entidades se ocuparán de la extracción y distribución del agua, así como del mantenimiento de las redes. Las primeras instalaciones comenzarán en Gaza.
Los técnicos parecen más de acuerdo que los políticos respecto de las soluciones.
”El agua es un tema central para la paz y si los políticos resuelven los problemas políticos, no tengo dudas de que esto será resuelto”, opinó Al-Sharif.
Con el mismo cauteloso optimismo se expresa Epshtein. ”La solución radica en el trabajo conjunto y en hallar la fórmula para compartir. De lo contrario, quedaremos juntos, colgados uno al lado del otro”, advirtió.
* Publicado originalmente el 19 de abril por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica. (