Estamos peor que en Iraq, afirmó Joacy Ferreira Gonçalves, presidente de la brasileña Colonia de Pescadores V-21, para destacar el efecto de un desastre que dejó sin seres vivos ni agua potable a gran parte de dos ríos del sudeste del país.
El drama empezó el sábado, cuando se rompió el estanque de decantación de la Industria Cataguazes de Papel, en el municipio de Sao Fidelis, en el estado de Minas Gerais, y por lo menos 20 millones de litros de desechos químicos, entre ellos azufre, cloro activo y sulfato de sodio, se derramaron en el río Pomba.
Esos venenos desembocaron en el río Paraíba del Sur, uno de los más importantes del país, y quedaron sin agua potable medio millón de habitantes de la región centroriental de Minas Gerais y del norte del estado de Río de Janeiro.
La mortandad de peces en el agua ennegrecida, con pésimo olor y cubierta de espuma, es la señal más evidente de la catástrofe.
Sao Fidelis, una de casi 50 ciudades afectadas, era llamada la tierra de la langosta, y ahora es la tierra de la destrucción, lamentó Gonçalves, líder de los 600 pescadores de la Colonia V-21 (por el nombre del barrio en que viven), que ahora discuten cómo sobrevivir mientras no haya vida en el tramo local del Paraíba.
Biólogos y técnicos ambientales prevén que la descontaminación de los ríos puede llevar 10 años, ya que las sustancias tóxicas impregnaron el lecho del río y se descomponen muy lentamente. La salud de tres millones de personas está amenazada, según ambientalistas del Movimiento Grito de las Aguas.
Los pescadores de Sao Fidelis repoblaban el río con langostas y peces desde 1995 y todo eso está perdido, se quejó indignado Gonçalves. Antes cada uno podía pescar hasta cuatro kilogramos de langosta por día, señaló.
Los pescadores del barrio V-21 aún disponen de agua para beber, cocinar y bañarse como gatos una semana, almacenada apenas recibieron la noticia del accidente y antes de que la contaminación llegara a Sao Fidelis, dijo el dirigente.
Pero otros municipios, río arriba, no pudieron prevenirse.
Santo Antonio de Padua, por ejemplo, está sin agua hace cuatro días, y sus 35.000 habitantes viven el caos, dijo por teléfono a IPS el alcalde de esa localidad, Luiz Fernando Padilha.
El agua indispensable para que la población no muera de sed es suministrada mediante camiones, y las calles están ocupadas por mujeres y niños cargando sus cubos, en un triste espectáculo, lamentó. El baño sólo es posible en poblados vecinos, donde hay pozos artesianos.
Unos 300 pescadores de Santo Antonio de Padua perdieron su fuente de ingreso por muchos años, y fueron destruidos proyectos de piscicultura desarrollados en los 12 últimos años, informó Padilha.
Mas tarde pensaré qué hacer por esas personas. Por ahora hay que buscar un mínimo de agua para la sobrevivencia de todos, ya que la del río Pomba, que abastecía la ciudad, estará envenenada por muchos días más, sostuvo.
Se ha puesto en marcha la captación de agua en pequeños riachuelos cercanos y no contaminados, pero eso sólo puede cubrir 20 por ciento del abastecimiento normal, explicó el alcalde.
Además, el cierre de las escuelas de Santo Antonio dejó sin clases a 15.000 estudiantes, y se han suspendido muchas actividades económicas. La Compañía Paduana de Papeles, que tiene 450 empleados, paralizó su producción al igual que 30 empresas de minería de piedras, que suman más de 1.000 trabajadores.
El temor de Padilha y otros alcaldes es que también deba detenerse la agricultura ribereña. Campos, la mayor ciudad de la región, con 400.000 habitantes y cerca de la desembocadura del Paraíba del Sur en el Atlántico, mantuvo sus canales de irrigación cerrados el martes, y el suministro de agua a la población interrumpido este miércoles.
Las autoridades ambientales suspendieron la actividad de la Industria Cataguazes y le aplicaron una multa de unos 15 millones de dólares.
La empresa es reincidente. Hace 16 años hubo protestas de varios municipios porque echaba sus residuos directamente al río. Entonces construyó el estanque para desechos que se rompió el sábado, destacó Padilha.
La industria de papel y celulosa, así como la petrolera, provocaron varios desastres ambientales en ríos y aguas marítimas de Brasil en los últimos años. Falta fiscalización del gobierno y vergüenza de los empresarios que sólo quieren ganar dinero, acusó el alcalde de Santo Antonio de Padua. (