PALESTINA-ISRAEL: Asentamientos judíos, una lápida a la paz

La construcción de asentamientos judíos en territorio árabe, acelerada por el nuevo gobierno israelí de Ariel Sharon, es una pesada lápida de ladrillos y cemento a la esperanza de una solución política al conflicto entre Palestina e Israel.

El ministro de Defensa, Shaul Mofaz, anunció al visitar el asentamiento judío de Mahale Adumim, en Cisjordania, que se construirían viviendas para judíos en el espacio entre esa localidad fortificada y Jerusalén.

El anuncio deja en evidencia que el nuevo gobierno de Sharon, instaurado a fines de febrero, tratará de reducir al máximo y por la vía de los hechos el territorio de un futuro estado palestino en Cisjordania y Gaza, áreas a las que la ONU considera ocupadas desde 1967 por Israel.

Al este de Israel están su costa al mar Mediterráneo y el límite con el territorio palestino de Gaza. La ONU (Organización de las Naciones Unidas) advirtió en reiteradas oportunidades que la franja de Gaza no integra territorio israelí, sino que se trata de una zona ocupada por la fuerza militar.

Al sur se encuentra la frontera con Egipto. El desierto del Sinaí, también ocupado en 1967, fue devuelto a ese país en 1982, como consecuencia del acuerdo de paz patrocinado por Estados Unidos y firmado en 1979 por el entonces primer ministro israelí Menajem Begin y el entonces presidente egipcio Anwar el Sadat.

Al oriente de Israel, de norte a sur, se ubican la ribera occidental del río Jordán y del mar Muerto y el valle del Jordán. Parte de ese territorio, conocido como Cisjordania, perteneció a Jordania hasta 1967, cuando fue ocupado por Israel.

Según la ONU, Jerusalén occidental pertenece a Israel, pero la zona oriental de la ciudad adyacente a Cisjordania, anexada por ese país luego de la guerra de 1967, es también territorio ocupado.

La reforzada política de construcción de asentamientos judíos deja en evidencia la intención de Israel de anexarse los territorios en que los colonos se radican.

Esta política cuenta con el tácito respaldo de Estados Unidos, pero despierta rechazo en la comunidad internacional en general y podría convertir a Israel en un estado paria, como lo fue Sudáfrica hasta que se puso fin en 1994 al apartheid, el régimen de segregación racial institucionalizada en perjuicio de la mayoría negra.

La inversión internacional en Israel se había mantenido durante los primeros años de la segunda intifada, la insurgencia popular contra la ocupación de territorio palestino iniciada en septiembre de 2000. Pero el dinero dejó de fluir tras la reelección de Sharon en enero, afirmaron empresarios.

El anuncio de Mofaz en Mahale Adumim, uno entre muchos asentamientos que Israel pretende retener como territorio propio luego de la eventual creación de un estado palestino, deja entrever un gran plan.

De acuerdo con la estrategia del nuevo gobierno derechista, los asentamientos se expandirán y se construirán nuevas carreteras para que esas áreas se conecten entre sí y con el territorio de Israel, lo que implicará la expropiación de más predios palestinos.

Además, alrededor de cada asentamiento se instalará una ”zona de amortiguación” para impedir el ingreso de supuestos activistas palestinos con la intención de atacar a los colonos judíos. Eso también reducirá la superficie del futuro estado palestino.

Por otra parte, las autoridades planifican la construcción de un ”muro de separación” entre Israel y los territorios árabes ocupados, y el desmantelamiento de las instituciones palestinas.

Sharon había manifestado reticencia a la construcción del muro, considerado en círculos derechistas israelíes como el reconocimiento de la existencia de un estado palestino a través de la delimitación de una virtual frontera. Además, el muro dejaría muchos asentamientos judíos en territorio palestino.

Ahora, el gobierno decidió incluir todos los asentamientos del lado israelí del muro, gracias a la presión de los propios colonos judíos, defendidos por los partidos religiosos que integran el gabinete de Sharon. Parte de las tierras palestinas ya fueron expropiadas.

Mientras, los servicios de seguridad de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) han sido dañados por el desmantelamiento de las instituciones y la destrucción de la infraestructura a manos de las fuerzas israelíes, que apuntaron en los últimos meses contra equipos, oficinas, cuarteles, vehículos, cárceles y arsenales.

Las instituciones políticas palestinas no pudieron funcionar de manera adecuada, pues hasta sus dirigentes se vieron impedidos de reunirse, los servicios educativos resultaron dañados y la economía palestina se hundió.

El gobierno de Sharon ni siquiera reparó que con sus acciones dañaba la seguridad de su propia población, pues los activistas radicales palestinos aprovecharon los huecos en la vigilancia dentro de territorio palestino para cometer atentados contra blancos civiles israelíes.

”A menos que se sigan estrategias creativas, Israel será rehén de las posiciones más derechistas, no en los años por venir sino en las próximas décadas”, sostuvo el analista en asuntos de defensa Yossi Alpher en el foro electrónico Bitterlemons.

La construcción de asentamientos judíos se mantuvo incluso durante los gobiernos del centroizquierdista Partido Laborista, cuyos dirigentes, sin embargo, parecen más dispuestos a entregar a la ANP la mayor parte de Cisjordania y toda Gaza.

Pero la consolidación de los asentamientos dificultaría la tarea a un eventual futuro gobierno laborista.

La instalación de tanta infraestructura y la presencia de tantos colonos judíos en los territorios ocupados complicará un consenso político al respecto dentro de Israel.

A eso parecen apostar Sharon y sus nuevos aliados en el gabinete derechista. (

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