Las masivas protestas islámicas en Pakistán contra el plan de invasión de Estados Unidos a Iraq dejan mal parado al gobierno de Pervez Musharraf, que intenta por todos los medios mantenerse al margen de la crisis internacional.
El gobierno pakistaní no desea dañar sus vínculos con Washington, recompuestos tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 contra Estados Unidos que dejaron 3.000 muertos.
Pero las manifestaciones del fin de semana en la meridional ciudad de Karachi, organizadas por la coalición de partidos islámicos Mutahidda Majlis-i-Amal (MMA), dejan a Musharraf en una posición incómoda.
EL MMA, que cuenta con 60 de los 342 escaños en el parlamento, se opone a un ataque contra Iraq por considerarlo un ataque directo contra el Islam, y presiona al gobierno pakistaní para que se manifieste en ese sentido en el Consejo de Seguridad de la ONU, del que es miembro no permanente.
La Marcha del Millón, a la que asistieron varios cientos de miles de personas convocadas por el MMA el domingo, fue la primera manifestación pública de las organizaciones islámicas contra los planes de Estados Unidos de invadir Iraq.
La masividad de la protesta dejó en evidencia la debilidad de la oposición secular a la guerra contra Iraq, que apenas logró reunir unos pocos miles de personas el 15 de febrero. Los partidos religiosos boicotearon las manifestaciones de febrero.
El MMA planifica mantener la presión sobre el gobierno. A la manifestación en Karachi seguirán otras en Islamabad, Peshawar – – cerca de la frontera con Afganistán – – , Lahore y otras ciudades.
Esta es la primera prueba del gobierno, que se verá obligado a romper el equilibrio entre sus compromisos internacionales y su estabilidad interna. Está por verse cómo lo resolverá, dijo el periodista Najum Mushtaq, especialista en asuntos de defensa y estrategia del Grupo Internacional de Crisis.
Mushtaq dijo que Islamabad no puede ignorar a los partidos religiosos y tiene que buscar un equilibrio en esta coyuntura crítica.
El gobierno de Pakistán, resultado de las elecciones de octubre, está compuesto por la Liga Musulmana de Pakistán-Quaid (PML-Q), liderada por Musharraf, disidentes del secular Partido del Pueblo de Pakistán (PPP), de la exiliada primera ministra Benazir Bhutto, y parlamentarios independientes.
El MMA quedó fuera del gobierno.
Funcionarios del Ministerio de Relaciones Exteriores confían en que la crisis iraquí se solucione mediante un acuerdo en el Consejo de Seguridad de la ONU (Organización de las Naciones Unidas). Eso impediría que el país tome una posición definitiva.
Hay tres posibilidades: Pakistán puede apoyar una resolución, oponerse a ella o abstenerse. El gobierno aún no se ha decidido, dijo un portavoz de la cancillería.
Cualquier resolución del Consejo que avale un ataque debe ser aprobada al menos por nueve de los 15 miembros del Consejo, y ninguno de los cinco miembros permanentes – – China, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Rusia – – deberán ejercer su derecho a veto.
Washington cuenta, hasta ahora, con cuatro votos seguros: el suyo y los de Gran Bretaña, España y Bulgaria. Mientras, Alemania, China, Francia, Rusia y Siria podrían abstenerse o votar por la negativa. Francia, incluso, ha advertido que podría hacer uso de su derecho al veto.
Estados Unidos, Gran Bretaña y España presentaron la semana pasada un proyecto de resolución según el cual Iraq dejó pasar su última oportunidad para desarmarse y que, por lo tanto, debe afrontar serias consecuencias, una fórmula que implica una autorización implícita al uso de la fuerza militar.
Washington ejerce presión sobre los seis países indecisos: los latinoamericanos Chile y México, los africanos Angola, Camerún y Guinea, y Pakistán, única nación de Asia meridional que integra el Consejo.
Algunos ministros pakistaníes afirmaron que Islamabad no respaldaría a Washington, mientras otros manifestaron más cautela.
Lo más perturbador para el gobierno pakistaní, controlado por las Fuerzas Armadas, sería un recrudecimiento del sentimiento popular antiestadounidense, azuzado por las organizaciones islámicas, que pondría en entredicho la recomposición de las relaciones entre Islamabad y Washington
Pakistán, que junto con Arabia Saudita y Emiratos Arabes Unidos eran los únicos países que reconocían en 2001 al régimen islámico de Afganistán, se distanció de Kabul luego de los ataques de ese año contra Nueva York y Washington, atribuidos por Estados Unidos a radicales musulmanes radicados en suelo afgano.
Pocas semanas después, brindó su cooperación a la guerra con que una coalición internacional encabezada por Estados Unidos desalojó a Talibán del poder en diciembre de 2001.
El gobierno pakistaní no se opone a las protestas, pues es un derecho del pueblo, pero la manifestación en Karachi fue extremista. Fue más una protesta antiestadounidense que contra los planes bélicos de Washington, sostuvo un alto funcionario del Ministerio del Interior que pidió reserva de su identidad.
Los partidos religiosos advirtieron que los planes estadounidenses constituyen una amenaza directa contra el Islam. El MMA refleja el sentimiento popular. La masividad de la protesta demuestra la cercanía del MMA con el pueblo, dijo el diputado islámico Mian Mohammad Aslam.
Los manifestantes también propusieron boicotear los productos y franquisias estadounidenses, británicos e israelíes. (