La globalización económica es incompatible con la doctrina de la guerra preventiva unilateral del presidente de Estados Unidos, George W. Bush, advirtieron expertos en finanzas.
Ahora que la guerra en Iraq es casi una realidad, comenzaron a escucharse advertencias sobre los resultados de la política exterior de Bush en el comercio y las inversiones internacionales, sostenidos por el sistema multilateral creado tras la segunda guerra mundial.
Si Bush y su equipo creen que no habrá consecuencias económicas por el daño que están causando al sistema multilateral en su búsqueda de la hegemonía militar y el poder político, entonces no son de este mundo, afirmó el martes un funcionario del Banco Mundial.
El semanario financiero Business Week previno esta semana en su nota editorial que la inestabilidad causada por la posibilidad de ataques contra países que Washington considere amenazas a su propia seguridad no constituye un ambiente conducente al crecimiento económico y la prosperidad mundial.
En el artículo, titulado El alto precio de la mala diplomacia, Bruse Nussbaum cita como ejemplo el prolongado impacto económico de la guerra de Vietnam sobre la economía de Estados Unidos en los años 70.
[related_articles]
Peor aún, agrega, altos ejecutivos comienzan a preocuparse porque la globalización puede ser incompatible con una política exterior de prevención unilateral. Ya era hora.
En general, los ejecutivos de Wall Street reaccionaron con complacencia mientras Bush inventaba nuevas doctrinas estratégicas, desplegaba cientos de miles de soldados en todo el mundo, creaba un nuevo ministerio y llevaba el presupuesto federal de 300.000 a 400.000 millones de dólares.
Las preocupaciones expresadas por los ejecutivos se limitaban hasta hace poco al petróleo, en especial al tiempo que llevaría la reducción de los precios y el aumento de la oferta.
Las compañías privadas que realizan previsiones para inversionistas se mostraron optimistas y pronosticaron una guerra de pocos días, daño mínimo a la infraestructura petrolera iraquí y ningún otro problema regional.
El peor de los casos, considerado una probabilidad de apenas 10 por ciento por fuentes militares consultadas por un inversor institucional, sería una guerra de varios meses y pérdida catastrófica de vidas en Iraq.
Además, implicaría una destrucción grave de la infraestructura petrolera, lo cual llevaría los precios del crudo hasta 80 dólares el barril por varios meses, antes de bajar a 40 dólares el año próximo, según los pronósticos.
En tal caso, se produciría un grave daño a la economía de Estados Unidos que podría costarle la reelección a Bush en 2004, pero las perspectivas de recuperación de mediano y largo plazo no estarían amenazadas, de acuerdo con expertos de Wall Street.
Pero estos análisis, publicados a diario en las páginas financieras de los diarios estadounidenses, no consideran seriamente las consecuencias de las estrategias políticas de Bush sobre el actual sistema internacional de comercio e inversiones.
¿Hasta cuándo un país acostumbrado a ser juez y jurado en sus propias causas aceptará los juicios de otros sobre su vida económica?, preguntó Martin Wolf en una columna del conservador Financial Times.
Esta pregunta ya había sido planteada el pasado octubre en un libro de Jeffrey Garten, decano de la Facultad de Administración de Yale y alto funcionario del Departamento de Comercio bajo la presidencia de Bill Clinton (1993-2001).
Garten arguyó que el unilateralismo extremo de Bush representa un grave desafío para los intereses tradicionales de las empresas estadounidenses en la apertura de mercados y el imperio de la ley.
Su peor de los casos es más calamitoso que el presentado por inversores institucionales.
El peligro es que, una vez que Estados Unidos se aparte por completo de los tratados internacionales, abra la puerta para que otros países hagan lo mismo, advirtió Garten.
Así, el regreso a las guerras comerciales de los años 30 es muy factible, en vista de las tensiones comerciales con Europa y la división atlántica por el papel de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en la crisis de Iraq.
Además, están el endurecimiento de las fronteras y los nuevos controles sobre el flujo de dinero, la inmigración y el transporte desde los atentados del 11 de septiembre de 2001, así como la posibilidad de trastornos políticos en regiones clave como Medio Oriente.
Por estos motivos, los máximos ejecutivos de Estados Unidos deben determinar cuáles son sus intereses colectivos y al menos intentar oponerse a las políticas nacionalistas, militaristas, unilaterales y preventivas, exhortó Garten.
Por ahora, hay escasas señales de que los ejecutivos intenten oponerse a esas políticas.
Mientras, Bush parece ir en la dirección contraria, incluso en materia económica.
Según The Wall Street Journal, el gobierno solicitó ofertas para obras de reconstrucción en Iraq por casi 1.000 millones de dólares exclusivamente a cuatro empresas estadounidenses, para sorpresa de gobiernos de Europa y Medio Oriente.
Esos gobiernos consideran los contratos de construcción de posguerra y el papel de agencias de la ONU en su administración como una prueba de fuego de las intenciones de Washington en Iraq y la región.
Si los hechos se desarrollan sin la adecuada participación de la ONU, la Unión Europea tendrá muchas dificultades para cooperar plenamente y en gran escala, incluso en la reconstrucción a largo plazo, declaró el comisario europeo de Asuntos Exteriores, Christopher Patten, quien consideró la licitación estadounidense excepcionalmente torpe. (FIN/IPS/tra-en/jl/ml/mlm/ip if/03)