El primer ministro británico Tony Blair y el presidente español José María Aznar se equivocaron al pensar que Estados Unidos impulsaría el proceso de paz palestino-israelí una vez concretado el cambio de régimen en Iraq.
Blair y Aznar, los más estrechos aliados de Washington en la campaña contra Iraq, destacaron la importancia estratégica de revivir un proceso de paz viable en Medio Oriente, pero el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, dejó claro en un importante discurso que eso no está en sus planes.
Bush terminó de alinearse con el derechista Partido Likud del primer ministro israelí Ariel Sharon al condicionar por primera vez el fin de la construcción de asentamientos judíos en territorios palestinos al progreso de nuevas negociaciones entre las partes.
Desde la guerra árabe-israelí de 1967, Washington había insistido – – en vano – – en que Israel detuviera toda construcción de asentamientos en forma unilateral e incondicional.
Esta es una completa alineación del presidente con los principios del Likud. Es el cambio más importante de la política estadounidense (hacia el conflicto palestino-israelí) desde 1967, comentó Rashid Jalidi, historiador y especialista en Medio Oriente de la Universidad de Chicago.
El hecho de que Bush haya pronunciado su discurso ante el American Enterprise Institute (AEI), un gabinete de estrategia que concentra a organizaciones pro-Likud en Washington, es significativo.
En la audiencia había destacados neoconservadores, en su mayoría judíos de derecha afiliados al gobernante Partido Republicano, muy vinculados con el Likud, que durante años defendieron el derecho de Israel a establecerse en cualquier lugar de los territorios palestinos ocupados.
Los neoconservadores son belicistas, hostiles a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y a los procesos multilaterales en general. Sus postulados sobre política exterior rechazan el pragmatismo y plantean los conflictos en términos morales.
Entre esos oyentes de Bush, el 26 de febrero, estaban los redactores hace seis años de un memorando para el entonces primer ministro israelí Binyamin Netanyahu, en que proponían una estrategia regional que incluía el derrocamiento del presidente de Iraq, Saddam Hussein.
El memorando proponía también una completa ruptura con el proceso de paz palestino-israelí iniciado en Oslo y la construcción de un eje estratégico en Medio Oriente integrado por Israel, Turquía, Jordania y un gobierno prooccidental en Bagdad.
Gran Bretaña y España reclamaron la reanudación de las conversaciones de paz entre palestinos e israelíes.
Gran Bretaña y España tienen una posición común acerca de la prioridad absoluta de reiniciar el proceso de paz en Medio Oriente, declaró Blair desde Londres, con Aznar a su lado.
Pero la única concesión de Bush a ese reclamo en el discurso de la semana pasada fue lo que él llamó un compromiso personal de aplicar el mapa de caminos, en referencia al plan del llamado Cuarteto (la Unión Europea, la ONU, Rusia y Estados Unidos) para formar un estado palestino independiente y viable en tres años.
Aun esa referencia al mapa de caminos fue vaga, porque, por ejemplo, Bush no mencionó el plazo de tres años.
Además, todos en la sala sabían que, pese a las insistentes exhortaciones de Blair, el presidente había vetado la publicación del plan desde diciembre para aumentar las probabilidades electorales de Sharon en las elecciones del 28 de enero.
Ahora, Washington se opone a publicar el plan del Cuarteto hasta que termine la guerra en Iraq.
Esta administración tiene tanto interés en el mapa de caminos como en entablar conversaciones bilaterales con Corea del Norte, comentó esta semana un funcionario de gobierno, en alusión a la renuencia de Washington a dialogar con Pyongyang sobre sus ambiciones nucleares.
Una conclusión similar parece haberse alcanzado en Israel, donde Sharon rechazó directamente el mapa de caminos.
El Cuarteto no es nada. No lo tomemos en serio, declaró a la revista estadounidense Newsweek justo antes de las elecciones. No creo que Estados Unidos lo tome en serio tampoco, agregó.
Washington tuvo la oportunidad de contradecirlo, pero no lo hizo. Por lo tanto, Sharon se sintió lo suficientemente confiado para formar lo que el veterano legislador y pacifista israelí Uri Avnery calificó de el gobierno más derechista, nacionalista, extremista y belicista que Israel haya tenido.
Mientras, las víctimas fatales palestinas de las operaciones militares de Israel en Gaza y Cisjordania aumentaron notablemente en las últimas tres semanas, pero no generaron ninguna protesta de Estados Unidos, en una señal más de la alineación de Bush con Sharon.
Expertos en Medio Oriente descartaron la idea de que Bush presione a Sharon para que promueva un proceso de paz en serio, en la forma en que lo hizo su padre George Bush tras la guerra del Golfo (1991), al retener garantías hasta que el entonces primer ministro israelí Yitzak Shamir detuviera la construcción de asentamientos.
Washington ya aprobó en principio un paquete de ayuda militar y garantías de créditos por 12.000 millones de dólares a Israel, por encima de los 3.000 millones de dólares anuales que le otorga anualmente en asistencia militar y económica.
Además, el secretario de Estado (canciller) Colin Powell, el único funcionario de nivel ministerial partidario de presionar a Israel para que al menos reduzca sus operaciones militares en los territorios ocupados, ha estado aislado en ese asunto por más de un año.
El secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, reflejó la visión de los neoconservadores al referirse a Gaza y Cisjordania como los 'llamados' territorios ocupados, mientras el vicepresidente Dick Cheney dijo en privado que el presidente palestino Yasser Arafat debería ser colgado.