La resistencia de Iraq ante las tropas invasoras, la duración de la guerra y las bajas que ocasione determinarán el modo en que Estados Unidos abordará los próximos conflictos en Medio Oriente.
Existen pocas dudas de que Estados Unidos y sus aliados ganarán esta guerra. Pero el modo en que alcancen la victoria será una lección para el futuro, dijo el experto Ahmed Khalafi, del Centro de Investigaciones Dar Al Khaleej, de Emiratos Arabes Unidos.
Una guerra prolongada con gran cantidad de bajas estadounidenses e iraquíes no es lo ideal desde el punto de vista humanitario, pero podría ser beneficiosa en lo estratégico para el mundo árabe, sostuvo Khalafi.
Los intereses árabes estarán mejor protegidos si Iraq se resiste con fiereza y la guerra se alarga, con un resultado de muchas bajas, afirmó.
Para Khalafi, el enfoque de Estados Unidos ante la crisis iraquí fue similar al que aplicó en Afganistán tras los ataques del 11 de septiembre de 2001 contra Nueva York y Washington, que ocasionaron 3.000 muertos.
El régimen islámico de Talibán en Afganistán brindaba refugio a la red extremista Al Qaeda, responsable, según Estados Unidos, de los atentados. La campaña militar lanzada por Washington y sus aliados a continuación fue exitosa, aunque no se capturó al líder de Al Qaeda, el saudita Osama bin Laden.
Pero Estados Unidos logró un cambio de régimen en Kabul. Tuvo a su favor el hecho de que Talibán no ofreció mayor resistencia y la cooperación de las milicias de la opositora Alianza del Norte con las fuerzas de aquella coalición internacional, sostuvo Khalafi.
Si Estados Unidos triunfara en Iraq con una resistencia tan magra como la que se le opuso en Afganistán, el gobierno de George W. Bush apuntaría más temprano que tarde contra Irán y Siria, agregó.
La política de Bush es de 'might is right' (quien tiene la fuerza tiene la razón). La única voz que Estados Unidos atenderá en este momento histórico es la de su propia opinión pública, que sólo cambiará de probélica a antibélica si hay muchas bajas, tanto iraquíes como estadounidenses, estimó el experto.
Y la marcha de la campaña militar desde el fin de semana indica, como lo admitió Washington, que ésta será una guerra más prolongada de lo previsto.
La traducción de la hipótesis de Khalafi en la realidad dependerá del grado de lealtades y oposiciones de la población iraquí hacia el presidente Saddam Hussein, dijo el profesor Abduljaliq Abdulá, de la Universidad de Emiratos.
Abdulá calculó que 90 por ciento de la ciudadanía iraquí se opone a Sddam Hussein por su carácter de líder cruel. El resto lo respalda activamente porque sacan provecho de su militancia, dijo.
Pero los porcentajes que maneja Abdulá no coinciden con el apoyo que podría recibir Estados Unidos en su operación militar.
Veinte por ciento de los iraquíes se oponen a Saddam pero también a la guerra, por el sufrimiento humano que causa. Otro 20 por ciento quiere un cambio de gobierno, pero tiene sentimientos antiestadounidenses y preferiría que otro hiciera el trabajo de derrocar al régimen, sostuvo el experto.
Otro 20 por ciento desconfían de las razones que están detrás de la guerra (el petróleo) y las derivaciones que ésta tendrá (la ocupación extranjera). La sensación es que un ángel conocido es mejor que un diablo desconocido. De hecho, sólo 30 por ciento de los iraquíes apoyan la guerra, explicó.
Dado ese apoyo limitado a las acciones estadounidenses, dijo Abdullah, la mejor opción para Washington hubiera sido asesinar a Saddam Hussein o alentar un golpe de Estado. Ahora, el gobierno de Bush deberá alentar la deserción de funcionarios y oficiales y comprar lealtades en la población, sostuvo.
Abdulá, quien viajó a la frontera entre Kuwait e Iraq la semana pasada como observador, aseguró haber visto a las fuerzas estadounidenses alineando en el desierto miles de barriles conteniendo juguetes y alimentos para distribuir en el camino a Bagdad.
Los estadounidenses están tratando de difundir con seriedad el mensaje de que son libertadores y no una simple fuerza de ocupación, dijo.
El régimen iraquí también cambió de táctica en los últimos días, pues está al tanto del sentimiento opositor prevaleciente en la población, según Abdulá. El mensaje de Bagdad es ahora no peleen por Saddam, sino contra los invasores estadounidenses.
Ese mensaje puede alentar la participación en el combate de los militantes islámicos más radicales, enfrentados hasta ahora con el gobernante partido secular iraquí Baath.
Los combatientes árabes islámicos, mejor equipados que los afganos, se comprometieron a lanzar un ejército de bombas humanas contra los infieles apoyados por Israel.
Otro factor crucial que podría contribuir a prolongar la guerra es la ecuación de lealtades tribales, clave en la política de Medio Oriente, en especial en la ciudad natal de Saddam Hussein, Tikrit.
Saddam Hussein cultivó a conciencia la amistad de los jefes tribales luego de que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) impuso a Iraq en 1990 sanciones económicas por su invasión de Kuwait, país del que se retiró en 1991 atacado por una treintena de países que lideró Estados Unidos, según Abdulá.
En ese sentido, sostuvo el experto, el gobierno financió y armó a las milicias de las tribus con la intención de formar un ejército paralelo.
Los dos expertos prevén que todo se definirá en la inminente batalla de Bagdad. Saddam Hussein ha mantenido hasta ahora al margen de la batalla a su mejor y más leal fuerza militar, la Guardia Republicana, y también resguardó sus armas más poderosas en cuarteles de la capital.
Su intención, advirtieron, es lograr el máximo de bajas en filas de Estados Unidos y sus aliados en el acto final de la segunda guerra del Golfo. (