La enorme probabilidad de una invasión de Estados Unidos a Iraq esta misma semana hace casi audible el movimiento de las puertas de la historia al abrirse.
Pero qué habrá del otro lado de las puertas es la gran pregunta y causa de preocupación en todo el mundo, excepto quizá para los más comprometidos halcones de la guerra de Washington.
La idea de que la humanidad ingresará en una nueva era se hizo patente el domingo cuando los mandatarios de Estados Unidos, Gran Bretaña y España dejaron claro que, sin importar la opinión del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), habrá guerra.
El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, confirmó esa idea el lunes por la noche, al dar a su par iraquí Saddam Hussein y a sus hijos un plazo de 48 horas para abandonar Iraq.
La cuestión es qué características tendrá esa nueva era de la humanidad, y si hay momentos de la historia que puedan ayudar a definirla.
Las referencias históricas en el debate público sobre la cuestión de Iraq han sido pocas, exageradas y trilladas.
La alusión histórica más común realizada por los promotores de la guerra fue la del sometimiento en 1938 de Francia y Gran Bretaña a la demanda de la Alemania nazi de tomar Sudetenland, en Checoslovaquia.
Si las grandes potencias europeas hubieran tomado medidas contra las ambiciones de Adolf Hitler en 1938 en lugar de complacerlo en Munich, la humanidad se hubiera ahorrado los horrores de la segunda guerra mundial, comentó Elie Wiesel, historiador del holocausto judío y premio Nobel de la Paz.
¿Se aplica esto a la actual situación en Iraq?, preguntó Wiesel. Sí, se aplica. Hussein debe ser detenido y desarmado, se respondió, en un artículo publicado en el diario Los Angeles Times.
Pero esta analogía resulta superficial para la mayoría de los analistas, quienes insisten en que las ambiciones de Saddam Hussein fueron de hecho detenidas con la guerra del Golfo (1991), el posterior régimen de sanciones y las últimas inspecciones de desarme.
Las inspecciones debilitaron al ejército iraquí al punto de que podría ser derrotado en pocos días, según planificadores militares estadounidenses.
Hitler conquistó toda Europa, desde el Artico hasta el Egeo y desde el Atlántico hasta Estalingrado, mientras que Saddam invadió Kuwait, un arenal de la mitad del tamaño de Dinamarca, de donde fue expulsado tras una guerra terrestre de 100 horas, recordó el ex precandidato republicano Pat Buchanan.
Además, Iraq fue sobrevolado unas 40.000 veces por aviones de Estados Unidos y Gran Bretaña y Saddam Hussein no pudo bajar ni uno. No tiene marina, sino apenas una fuerza aérea de cuarta categoría y un ejército reducido y desmoralizado, agregó Buchanan.
Otra referencia histórica que llamó la atención es la los hechos de julio y agosto de 1914, el preludio de la primera guerra mundial.
Los protagonistas de esa instancia histórica realizaron una serie de suposiciones que resultaron catastróficamente equivocadas, entre ellas que el equilibrio de poder en Europa prevendría la guerra en ese continente y que, si la guerra estallaba, sería muy corta.
La historiadora Barbara Tuchman detalla en su libro Agosto de 1914 la marcha de la locura de los grandes estadistas europeos hacia una guerra que mató a 13 millones de soldados, destruyó la aristocracia europea, abrió las puertas a la Revolución Bolchevique en Rusia y sentó las bases de la segunda guerra mundial.
Los argumentos utilizados en ese entonces suenan familiares hoy, señaló en The New York Daily News el columnista Pete Hamill.
Quienquiera que no esté conmigo en una guerra europea estará contra mí, advirtió el kaiser Guillermo II de Alemania en esos peligrosos meses de 1914, cuando, según Tuchman, los alemanes, considerándose superiores en fuerza, energía, industria y virtud nacional, creían merecer el dominio de Europa.
Hoy en día pueden apreciarse errores de cálculo similares. Por ejemplo, la certeza de la administración Bush de que, si se mostraba suficientemente determinada, el resto del mundo (incluidas Turquía, Rusia y Francia) se sumaría a sus planes, resultó completamente equivocada.
Por supuesto, el asesinato la semana pasada del primer ministro de Serbia, Zoran Djindjic, recordó al del archiduque Fernando en Sarajevo, que desencadenó la primera guerra mundial.
Muchos analistas se preguntan, yendo más atrás en el tiempo, si el momento que vivimos es tan definitorio como el Tratado de Westfalia (1648), que estableció el sistema moderno de los estados nacionales y los principios básicos del derecho internacional, incluido el de no intervención.
La nueva doctrina estratégica de la guerra preventiva de Estados Unidos y su elusión del Consejo de Seguridad representan un desafío al pluralismo del sistema westfaliano, sostuvo Helena Cobban, especialista en asuntos de Medio Oriente.
Bush expresó la convicción mesiánica de que sabe lo que es mejor para todo el mundo, mientras insiste en que no necesita el permiso de nadie para imponerlo, y este tipo de ideas fueron justamente las que incitaron las guerras religiosas de Europa, recordó Cobban.
Incluso algunos promotores de la guerra concuerdan con esta idea, arguyendo que la realidad del mundo moderno, con sus armas de destrucción masiva, exige grandes cambios en el orden internacional.
El presidente debe cambiar actitudes fundamentales hacia esas normas (del orden internacional) o nuestras manos quedarán atadas por un sistema antiguo e incapaz de defendernos, arguyó Richard Perle, presidente de la Junta de Política de Defensa del Pentágono (Departamento de Defensa de Estados Unidos).
Esto recuerda a muchos lo sucedido en octubre de 1935, cuando Italia invadió Etiopía sin la aprobación de la Liga de Naciones, y así esta organización internacional se volvió irrelevante, como gusta decir Bush. (