La guerra y el terror pueden arrasar generaciones enteras. Temer la caída de una bomba o la explosión de un autobús supone una presión insoportable en cualquier persona normal, esté en Bagdad, Nueva York, Tel Aviv o en Gaza, sin importar raza, religión ni ideología.
”El miedo y la ansiedad son las emociones más obvias que sufren las personas, y eso recorre Estados Unidos e Iraq”, dijo la profesora Naomi Marmorstein, experta en psicología clínica y desórdenes depresivos del Departamento de Psicología de la estadounidense Universidad Rutgers.
”Aquellos que ya pasaron por una guerra serán los más afectados”, coincidió Nancy McWilliams, experta en psicoterapia, psicoanálisis, aflicción, trauma y disociación de la misma universidad. ”Para ellos, la guerra no es algo abstracto”, explicó.
”Ellos deberán usar todos los mecanismos de defensa a su disposición. Los que tienen antecedentes de estrés postraumático – – veteranos de guerra y familiares de víctimas (de los atentados) del 11 de septiembre (de 2001 en Estados Unidos), o civiles que sufrieron bombardeos – – estarán en especial riesgo”, explicó McWilliams.
”Los niños son especialmente afectados” por el temor, pues ”tienen una imaginación intensa”, agregó la experta.
El Equipo de Estudios Internacionales, grupo de expertos en salud y derechos humanos de todo el mundo financiado por organizaciones civiles, religiosas y sindicales, informó en enero que ”a medida que la guerra se acerca, los niños iraquíes están temerosos, ansiosos y deprimidos”.
”Muchos tienen pesadillas, y 40 por ciento creen que no vale la pena vivir”, agrega el informe.
Los niños y niñas de Israel y Palestina han sufrido de un modo similar por muchos años, y algunos ya quedaron marcados por el miedo para toda la vida, dijo Sarah Ozacky-Lazar, codirectora del Centro Judío-Arabe para la Paz Givat Haviva, con sede en Israel.
”Es obvio que los niños y los jóvenes sufren severamente por estas condiciones. Sabemos, por investigaciones en otras sociedades en conflicto, que los efectos son de largo plazo: ansiedad, temor, problemas psicológicos, problemas de aprendizaje y conducta violenta”, dijo Ozacky-Lazar.
Los adultos reaccionan de diversos modos ante la amenaza de violencia inminente.
En Iraq, las enfermedades vinculadas con el estrés tuvieron un notorio aumento en las últimas batallas diplomáticas en torno de los planes de invasión de Estados Unidos, informó la Cruz Roja.
”La población de Iraq ha esperado muchas veces el comienzo del ataque. Eso causa más y más tensión, casos de alta presión vascular y ansiedad”, dijo el portavoz del Comité Internacional de la Cruz Roja en Bagdad, Roland Huguenin.
No han estadísticas disponibles sobre la cantidad de afectados, agregó Huguenin, pero los iraquíes, que suelen enorgullecerse de poner al mal tiempo buena cara, ya dan muestras de bajar los brazos.
”Hemos vivido tanto tiempo bajo amenaza de guerra, que ya estamos acostumbrados”, es la típica respuesta cuando se les pregunta sobre la situación de espera de un ataque.
En Bagdad, la vida aparentemente sigue como siempre. La mayoría de los habitantes tomaron precauciones como embotellar agua y acumular alimentos, cavar pozos y almacenar combustible para los calefactores, pero en general tienen una visión fatalista.
La mayor parte de los iraquíes esperan la guerra y consideran que los actuales debates en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) no son más que una prolongación de la agonía.
”Es como ver una película o leer una novela y nunca llegar al clímax de la historia”, comentó una residente de Bagdad.
”No hay nada que podamos hacer para impedirlo. No se puede detener a (el presidente iraquí) Saddam Hussein ni a (el presidente estadounidense, George W.) Bush”, dijo otro residente.
Algunos ciudadanos estadounidenses que prevén nuevos ataques terroristas muestran una actitud similar.
”Veo que la gente casi no reacciona, quizá porque ha habido demasiadas alertas y advertencias”, comentó Russel J. Kormann, director adjunto del programa de estrés postraumático de Rutgers.
Marmorstein sugirió que muchas personas combaten el miedo tratando de tomar el control de su vida, por ejemplo participando en protestas, en campañas de cartas o acciones de apoyo a los soldados estadounidenses.
”En Estados Unidos hay una gran división sobre la guerra, y muchos sientes que no pueden influir en la política exterior. Aquí hay mucho enojo porque el gobierno quiere ir a la guerra, e imagino que en Iraq habrá enojo porque el gobierno no se desarma”, agregó el experto.
En Israel, la población tiene un acceso mucho mayor que los palestinos a servicios de salud mental, pero eso no hace más fácil el tratamiento de los traumas de la guerra, señaló Ozacky-Lazar.
”No son problemas fáciles de abordar… Se requiere muchos años de experiencia para poder tratar ese tipo de traumas nacionales y personales”, subrayó.
Pero no tratar las heridas, en especial las de los niños, puede tener un costo mucho mayor, advirtió Ozacky-Lazar.
”Temo que está creciendo una generación de niños temerosos y perturbados, que se transformarán en padres y ciudadanos violentos, que no confiará en los otros y los culpará por sus propios problemas. Debemos hacer un esfuerzo urgente para salvar a esta generación”, exhortó.