El futuro de Iraq tras la guerra es motivo de discordia entre los tres sectores que componen el ala más conservadora del gobierno de Estados Unidos: la derecha nacionalista, los neoconservadores y la Derecha Cristiana.
Los neoconservadores, por ejemplo, lanzaron un suspiro de alivio este jueves de mañana cuando el presidente de Iraq, Saddam Hussein, apareció en la televisión de su país pocas horas después del inicio de los bombardeos de Estados Unidos contra Iraq.
Algunos medios de prensa habían afirmado, sobre la base de declaraciones de funcionarios del gobierno, que el objetivo del ataque eran blancos de oportunidad, tal vez el propio Saddam Hussein y sus dos hijos.
El bombardeo comenzó poco después de vencido el ultimátum de 48 horas impuesto el lunes de noche por el presidente estadounidense George W. Bush a Saddam Hussein, para que él y sus hijos abandonaran Iraq o afrontaran una invasión a gran escala.
Si los misiles hubieran dado en el blanco y matado a los Hussein, los planes de guerra podrían haber cambiado, informaron portavoces del gobierno a la prensa.
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Los académicos neoconservadores del American Enterprise Institute (AEI, Instituto Estadounidense de la Empresa), en la calle 19 de Washington a tres cuadras de la Casa Blanca, supieron de inmediato que mientras los Hussein estén vivos, la invasión seguirá adelante.
Que no hayamos cazado a Saddam Hussein anoche (por este jueves de madrugada, hora iraquí) puede ser una bendición disfrazada, señala un mensaje enviado por correo electrónico desde el centro de prensa del AEI.
Como en la Operación Tormenta del Desierto (nombre que Washington dio a la primera guerra del Golfo, en 1991), la medida de la victoria en esta guerra contra Iraq no es la magnitud con la que comencemos, sino dónde y cuándo nos detendremos, indica el mensaje, firmado por el miembro del AEI Tom Donnelly.
'Ir a Bagdad' significa más que ocupar físicamente la ciudad. Es una metáfora de arrancar el saddamismo, de las raíces a las ramas. Habrá muchos momentos – – y una rápida muerte de Saddam (Hussein) sería uno – – en que algunos se sentirán tentados de decir (…) es suficiente, agregó.
Eso sucedió en 1991, según Donnelly, cuando la televisión mostró imágenes de la famosa Carretera de la Muerte y pronto terminó la guerra, luego de alcanzar el objetivo de acabar con la ocupación de Iraq en Kuwait pero sin poner fin al régimen de Saddam Hussein.
Los neoconservadores del AEI temen que quede por el camino el plan de una gran purga en el gobierno iraquí como primer paso para transformar todo el Medio Oriente árabe. El director del instituto es el presidente de la Junta de Políticas de Defensa de el Departamento (ministerio) de Defensa, Richard Perle.
La coalición de fuerzas conservadoras bate los tambores de guerra desde el 11 de septiembre de 2001, cuando aviones comerciales se estrellaron contra las torres gemelas del World Trade Center en Nueva York y contra el Pentágono, sede del Deparamento de Defensa en Washington, con un saldo de 3.000 muertes.
La guerra contra el terrorismo declarada por el gobierno de Bush inmediatamente después de los atentados, atribuidos por Washington a radicales islámicos, incluye, según los halcones, el derrocamiento de Saddam Hussein.
La coalición conservadora está encabezada por el secretario (ministro) de Defensa, Donald Rumsfeld, y al vicepresidente Dick Cheney, y tiene tres componentes.
La ultraderecha nacionalista del gobernante Partido Republicano incluye a Rumsfeld y Cheney. Entre los denominados neoconservadores figuran Perle y el subsecretario de Defensa, Paul Wolfowitz.
Y la Derecha Cristiana, que fue la base de la Mayoría Moral que aseguró los triunfos electorales republicanos desde los años 70, está representada dentro de la Casa Blanca, en particular por asesores de Bush.
Los neoconservadores tienen su núcleo básico en los dirigentes que se separaron del hoy opositor Partido Demócrata, muchos de ellos judíos derechistas, por discrepancias sobre la guerra de Vietnam. Estos dirigentes están muy vinculados con el gobernante partido Likud de Israel.
Los tres grupos están de acuerdo en las tácticas clave, como minimizar la influencia del secretario de Estado (canciller) Colin Powell y ex funcionarios de la presidencia de George Bush, padre del actual mandatario (1989-1993). También coinciden en cuestiones estratégicas, como el derrocamiento de Saddam Hussein.
Pero nunca manifestaron acuerdo sobre qué hacer una vez que el régimen iraquí caiga.
La primera línea de fractura en la coalición de los halcones será entre la ultraderecha nacionalista y los neoconservadores, dijo el analista Charles Kupchan, del Consejo de Relaciones Exteriores, ex estratega del Consejo de Seguridad Nacional durante el gobierno de Bill Clinton (1993-2001).
Para la ultraderecha, se trata de terminar con Saddam Hussein y con las armas de destrucción masiva. Una vez que se cumpla esa tarea, dirán: 'Okey, hicimos nuestro trabajo, así que volvamos a casa', sostuvo Kupchan.
Pero los neoconservadores querrán asegurarse de que el gobernante partido iraquí Baath quede tan desacreditado como los nazis de Alemania tras la segunda guerra mundial (1939-1945). Además, proponen usar Bagdad como base para ejercer presión sobre otros regímenes árabes supuestamente hostiles hacia Estados Unidos, como Siria, Irán e incluso Arabia Saudita.
La Derecha Cristiana, tercera ala de la coalición conservadora, está más inclinada a alinearse con Rumsfeld y con Cheney que con los neoconservadores, según Kupchan. La fractura complicará inmensamente la vida de George W. Bush, pronosticó.
En cierto modo, la división ya quedó en evidencia en Afganistán. Cheney y Rumsfeld mostraron los dientes ante las propuestas de reconstrucción del país luego de que una coalición internacional encabezada por Estados Unidos desalojó del poder al régimen del movimiento islámico Talibán.
El vicepresidente y el jefe del Pentágono tampoco apoyaron las iniciativas de ampliar más allá de Kabul el radio de acción de las fuerzas internacionales de mantenimiento de la paz, por temor a que eso interfiriera con la persecución militar de la red islámica Al Qaeda, a la que se atribuyen los atentados de 2001.
Como consecuencia, y contra la opinión de los neoconservadores, la autoridad del gobierno central patrocinado por Estados Unidos está básicamente confinado a la capital, mientras la mayor parte del territorio afgano permanece en manos de los señores de la guerra.
Washington no puede darse el lujo de dejar Iraq en una situación similar, afirman los neoconservadores.
Cheney y Rumsfeld apoyaron, al menos públicamente, la visión de una ocupación militar estadounidense en Iraq como primer paso para la democratización de Medio Oriente. Pero ambos figuraron entre los que propusieron a Saddam Hussein con más énfasis que se autoexiliara para evitar la guerra.
Eso causó ansiedad entre los neoconservadores, que operan dentro del gobierno y en instituciones académicas como el AEI y medios de prensa, como el semanario Weekly Standard, el canal de noticias por televisión Fox News y las páginas editoriales del diario neoyorquino The Wall Street Journal.
Para los neoconservdores, Iraq no solo debe ser desbaathizado, sino que Estados Unidos debe también aprovechar la oportunidad para demostrarle al mundo, en especial a los países musulmanes, cuán poderosa es su determinación de hacer la guerra y de reformar sus sistemas políticos.
Para ellos, el saddamismo sin Saddam sería el peor resultado posible para la actual crisis. En ese sentido, se opusieron a las propuestas de Powell y de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), que se oponía a la guerra contra Iraq y alentaba el fin del régimen de Saddam Hussein mediante un golpe de Estado.
Powell y sus palomas tampoco descartan el reclutamiento de actuales funcionarios del régimen iraquí para el gobierno que surgirá luego de la guerra.
Los neoconservadores proponen, en cambio, una gran purga y la instalación en el poder del Congreso Nacional Iraquí (CNI), organización opositora en el exilio liderada por el empresario Ahmed Chalabi, viejo amigo de Perle y Wolfowitz.
Chalabi, incluso, estaría dispuesto a apoyar a Washington en una campaña contra los gobiernos árabes hostiles a Estados Unidos y a Israel.
Para los neoconservadores, la estrategia de decapitación que apunta contra Hussein, sus hijos y unos pocos funcionarios del partido Baath sin una invasión de gran escala y una ocupación militar del país no alcanzaría a colmar sus ambiciones regionales.