Los encargados de las obras de urbanismo en la capital de China para los Juegos Olímpicos de 2008, con las que se pretende reinventar la ciudad, se ven en figurillas para reconciliar su legado arquitectónico con ideas de diseño importadas de Occidente.
Técnicos chinos consideran vergonzoso que el gobierno, caracterizado por su estridencia nacionalista, haya asignado a compañías extranjeras varios proyectos que cambiarán por completo el paisaje urbano.
Un equipo holandés planificó el primer rascacielos de estilo europeo, que albergará la sede de la Televisión Central China, y el alemán Albert Speer (hijo) se hará cargo de un bulevar que atravesará la ciudad de norte a sur, uniendo el Parque Olímpico con la Ciudad Secreta, la antigua capital imperial.
Mientras, la firma estadounidense Skidmore Owens & Merril remodeló el edificio del estatal Banco Industrial y Comercial, el principal de toda Asia y el cuarto del mundo.
La preferencia por los técnicos extranjeros ha sido tan evidente que la fricción no tardó en provocar escozor. La construcción del Gran Teatro Nacional es, tal vez, el ejemplo más significativo.
El proyecto, asignado al arquitecto francés Paul Andreu en 2000, recibió críticas por su ajenidad a la cultura china, además de su alto costo. El diseño representa una cúpula traslúcida de vidrio y titanio que flotará sobre un lago y contendrá tres auditorios. Tres escaleras mecánicas conducirán a una sala subterránea a través del agua.
China tiene arquitectos con 30 o 40 años de experiencia. Confiar esta obra a uno extranjero que sólo ha hecho puentes y nunca diseñó un teatro es como poner a un boxeador occidental ante un maestro chino de artes marciales. Es una vergüenza nacional, dijo en una conferencia organizada por el gobierno el arquitecto Peng Peigen, de Beijing.
Otros expertos advierten que un estilo arquitectónico auténticamente chino no necesita ser una interpretación moderna de los diseños antiguos característicos de este país. Incurrir en ese error en el pasado dio resultados ridículos, según técnicos chinos y extranjeros.
Cuando comenzó el auge inmobiliario de los años 90 en este país, la alcaldía de Beijing intentó proteger la ciudad de la sobreoccidentalización creando un horizonte de estilo chino: por eso, insistió en que todas las torres estuvieran coronadas con los tradicionales techos de pagoda.
La aspiración era admirable, pero el resultado fue insatisfactorio. Las franjas de tejas en los techos fueron bautizados rápidamente como 'cáscara de sandía', dijo el arquitecto canadiense Joe Carter, quien vive en China desde 1985.
Por su parte, el empresario inmobiliario Zhang Xin atribuyó esas experiencias al hecho de que China se está reinventando artísticamente luego de 50 años de comunismo.
En un lapso muy corto, hemos visto tal cantidad de construcciones y la liberación de tanta energía creativa que los arquitectos chinos no han tenido casi tiempo de buscar su propia identidad contemporánea, afirmó Zhang.
De todos modos, los arquitectos extranjeros aparecieron en masa en el país para satisfacer la demanda de la industria de la construcción.
China es una tierra de oportunidades, dijo el venezolano Antonio Ochoa, afincado en este país. En ningún otro lugar del mundo los arquitectos tendríamos un trato equitativo con los nacionales en proyectos de gran escala. Todo es posible aquí, y esto es apenas el comienzo de muchos años de auge en la construcción, agregó.
Pero la ambición de crear una ciudad modelo que supere todo lo hecho en Occidente llevó a los planificadores urbanos del gobierno a emplear arquitectos extranjeros, aun cuando los proyectos son considerados intrínsecamente chinos.
Una de las contrataciones originó una polémica que trascendió fronteras. Se trata de la de Speer, hijo del Albert Speer (1905- 1981), arquitecto personal del dictador alemán Adolf Hitler y ministro de Armamento y Municiones del régimen nazi en la segunda guerra mundial (1939-1945).
El bulevar proyectado por Speer para Beijing despertó fantasmas en Alemania, donde varios expertos destacaron sus similitudes con el eje vial de norte a sur en Berlín planificado por el padre del arquitecto a pedido de Hitler.
El dictador pensaba instalar en la ciudad la capital de su frustrado imperio mundial, con el nuevo nombre de Germania.
Pero funcionarios chinos recordaron que el diseño de Speer hijo responde, en realidad, a la intención del gobierno de convertir en realidad un proyecto que tiene siglos.
Siguiendo la tradición confuciana, Beijing fue planificada a lo largo de un eje de norte a sur, que representa la autoridad del Estado, indicaron los expertos Zhu Zixuan y Reginald Ying-Wang en su ensayo Beijing, la expresión de la ideología política.
El Palacio Imperial, las oficinas gubernamentales, los edificios religiosos y residencias reales menores se ubicaron simétricamente en los lados occidental y oriental del eje central. El poder político y la posición social se demarcaron con claridad en el paisaje urbano, escribieron Zhu y Ying-Wang.
El gobierno manifestó su objetivo de integrar los Juegos Olímpicos de 2008 con las características y la espiritualidad de China, por lo que su opción de designar técnicos extranjeros para buscar la nueva identidad arquitectónica de Beijing sigue siendo un enigma para muchos. (