La escasez, el desperdicio, la contaminación y los conflictos son problemas corrientes del agua en Brasil, y responden todos a la ausencia de gestión del recurso.
Es una crisis más latente que efectiva y más social que económica, porque afecta a los pobres, dijo Marcos Freitas, director de Tecnología e Información de la brasileña Agencia Nacional de Aguas (ANA), en el seminario Agua, Desarrollo y Justicia Ambiental, realizado el jueves y este viernes en Brasilia.
El tema es complejo e involucra numerosos actores, por eso sus soluciones exigen participación múltiple, desde los ministerios de Agricultura, Ambiente, Industria y Energía a los gobiernos en distintos niveles y los usuarios, dijo Freitas a IPS.
Para enfrentar la escasez en el nordeste de Brasil, por ejemplo, hay que sustituir cultivos inadecuados para la semiaridez local, como el arroz, por fruticultura, que exige menos agua y conserva la humedad en el suelo, comentó.
Muchos hablan de posibles guerras por el agua, imaginando confrontaciones entre países. Pero los conflictos proliferan especialmente dentro de las naciones, en general debido a los distintos usos.
En los últimos años, la ANA tuvo que mediar en muchas peleas en Brasil, debido a la prolongada sequía que condujo al racionamiento del servicio eléctrico desde junio de 2001 a febrero de 2002, recordó Freitas.
En el conflicto más grave, los pobladores, alcaldías, hoteles y empresas de turismo que dependen de la gran represa de Furnas, en el meridional estado de Minas Gerais, presionaron a la central hidroeléctrica local para que redujera su actividad y no vaciara mas aún su enorme embalse de 3.600 kilómetros de perímetro.
En aquel momento de déficit energético nacional, no era posible atender ese reclamo, pese a los efectos sociales, económicos y ambientales que causaba el bajo nivel de las aguas de la represa, observó el director de la ANA.
La cantidad de agua dulce existente en el mundo sigue siendo muy superior a la demanda de la humanidad, pero su distribución desigual en el tiempo y en espacio sumada a la actividad humana hacen crítica la situación en muchas areas, añadió.
Los datos de la Organización de las Naciones Unidas asustan: más de dos millones de personas mueren anualmente y 250 millones se enferman a causa del agua, mientras 1.200 millones no disponen de agua potable.
Más escalofriantes son las proyecciones: con el ritmo actual de desperdicio, en 20 años dos tercios de la humanidad sufrirán la escasez hídrica.
Las disputas también emergen entre gobiernos provinciales, ya que las cuencas hidrográficas no coinciden con la división político-territorial del país.
Es el caso del proyecto para desviar aguas del río San Francisco, que nace en el centro de Brasil, para mitigar la escasez en las áreas semiáridas del nordeste.
Es necesario un pacto federal por las aguas nacionales, que armonice intereses y legislaciones contrapuestas de varios estados brasileños, señaló en el seminario el vicepresidente de Brasil, José Alencar.
Un país de abundancia hídrica como Brasil tiene 12 por ciento del agua dulce superficial del planeta, pero parte de su población ni siquiera tiene acceso al agua para su consumo primario, destacó la ministra de Medio Ambiente, Marina Silva.
El nordeste alberga a 29 por ciento de la población nacional y sólo cuenta con tres por ciento del agua dulce, mientras el norte amazónico, escasamente poblado, con solo siete por ciento de la población, tiene 68 por ciento del agua.
El sudeste, que concentra 43 por ciento de los 175 millones de brasileños, dispone de solo seis por ciento de los recursos hídricos.
Pero hay otros factores graves. El desperdicio es el problema principal, según Aldo Rebouças, experto de la Universidad de Sao Paulo. De 40 a 60 por ciento del agua tratada se pierde en la red de suministro y 70 por ciento en las residencias, estimó.
La contaminación de los manantiales y ríos también reduce drásticamente la disponibilidad. A eso se suma la desforestación.
La región de la Mata Atlántica, que se extiende a lo largo de la costa oriental de Brasil, ya perdió 93 por ciento de su extensión original, pero aun así sigue asegurando la renovación del agua que abastece dos tercios de la población brasileña.
Se trata de 120 millones de habitantes, explica el informe Aguas y Bosques, elaborado por autoridades ambientales de Sao Paulo y organizaciones no gubernamentales.
Cobrar por el uso del agua a empresas que la utilizan con fines de lucro y gravar las actividades contaminantes es un instrumento económico de gestión que la ANA, creada hace dos años, empieza a aplicar, observó Freitas.
Durante el seminario en Brasilia, la ANA presentó el informe Estado de las Aguas en Brasil 2001-2002, apuntando que 77,8 por ciento de los domicilios brasileños recibe agua tratada por cañería y 47,2 por ciento cuenta con saneamiento.
El déficit es grande, pero los datos comprueban que, considerando el crecimiento acelerado de la población brasileña, en el periodo 1991-2000 fueron incorporadas al servicio de agua 28,1 millones de personas y al de alcantarillado 24,2 millones. (