El nuevo nacionalismo de Serbia encontró su principal campana en la Iglesia Ortodoxa, que busca definir su papel tras décadas de desprestigio mientras numerosos políticos incluyen apelaciones religiosas en sus discursos.
La Iglesia Ortodoxa aprobó tácitamente la política del último presidente socialista de Serbia y de la antigua Yugoslavia, Slobodan Milosevic, desalojado del poder hace dos años y hoy sometido a juicio por crímenes de guerra y genocidio ante un tribunal internacional en La Haya, Holanda.
La Iglesia no condenó los crímenes de serbios contra croatas católicos ni contra albaneses y bosnios musulmanes. Las guerras de secesión de las repúblicas antes yugoslavas de Bosnia- Herzegovina, Croacia, Eslovenia y Macedonia a comienzos de los años 90 causaron la muerte de 200.000 personas.
Los gobernantes que sucedieron a Milosevic también aspiran a lograr el respaldo de la Iglesia Ortodoxa Serbia, si bien temían que a muchos les desagradara sus posturas seculares o los compararan con los comunistas, sostuvo la periodista Jelena Tasic.
Los servicios religiosos importantes son ahora transmitidos por televisión. La religión se incorporó a los cursos escolares.
El pueblo serbio es muy religioso. Tiene orgullo de la Iglesia Ortodoxa Serbia, que se mantuvo viva por centurias. La religión mantuvo viva su espiritualidad, sus raíces, su tradición, dijo el líder del nacionalista Partido de Renovación Serbia, Vuk Draskovic.
Por otra parte, el Círculo de Intelectuales Independientes de Belgrado lanzó una campaña pública de oposición a lo que considera esfuerzos de la Iglesia por ganar influencia en todas las áreas de la vida pública.
La Iglesia intenta llenar el vacío en una sociedad donde los valores se dieron vuelta de arriba a abajo. Pero la Iglesia no ha procurado de ningún modo distanciarse del nacionalismo vergonzante ni de los crímenes de guerra cometidos por serbios en la pasada década, sostuvo el Círculo en un comunicado.
La firma encuestadora Faktor Plus calculó que 70 por ciento de sus entrevistados afirmaron festejar Navidad, pero 45 por ciento alegaron hacerlo por tradición. Apenas 25 por ciento se consideraron creyentes.
Otro estudio indica que apenas seis por ciento de los encuestados asisten con regularidad a la iglesia y que sólo 20 por ciento creen en Dios. Apenas tres por ciento de los entrevistados pudo recordar los diez mandamientos bíblicos.
Los serbios ven la ortodoxia como ritual, no como religión. La Iglesia sufrió bajo el comunismo triunfante en 1945, pero no halló un modo de acercarse al espíritu del público moderno. Continuó siendo oscura, como en los siglos pasados, dijo a IPS la experta Gordana Zivkovic, del Instituto de Estudios Europeos.
El profesor de Sociología de la Universidad de Belgrado Milan Vukomanovic dijo a IPS que la jerarquía ortodoxa deberá encontrar un nuevo papel, pues no podrá ganar las almas de manera automática.
La Iglesia Ortodoxa Serbia convivió con la monarquía antes de la segunda guerra mundial (1939-1945), sufrió represión bajo el régimen comunista y sobrevivió. Pero no tiene ninguna experiencia para relacionarse con regímenes democráticos, explicó Vukomanovic.
Mientras no encuentre una nueva función en la sociedad, la Iglesia continuará concitando sentimientos mezclados, y los políticos la utilizarán de acuerdo con sus necesidades.
Pero la grey religiosa ya comenzó a sufrir divisiones. Un grupo autodenominado guardianes de la religión ortodoxa protestó a fines de enero ante las oficinas del Patriarca, el máximo conductor espiritual, contra la visita de una delegación de sacerdotes al Vaticano.
Cuando trató de dirigirse a la multitud, el Patriarca fue interrumpido a los gritos. De todos modos, la visita comenzó, como estaba programado, el 3 de este mes.
Al día siguiente, la República Federal de Yugoslavia dejaba de existir oficialmente, con la aprobación parlamentaria de una nueva constitución que consagra la creación del Estado de Serbia y Montenegro, una unión que, según la mayoría de los observadores, está destinada a sufrir un divorcio pacífico.
La república de Serbia, de 9,8 millones de habitantes, y la pequeña Montenegro, de 677.000, eran las únicas que hasta entonces integraban la federación, de la que se escindieron cuatro repúblicas a comienzos de los 90 en sangrientas guerras.
El ideal político de la unidad de Yugoslavia (país de las naciones eslavas del sur) a pesar de los enfrentamientos entre las distintas regiones y entre cristianos ortodoxos serbios, católicos croatas y musulmanes bosnios y albaneses se mantuvo por casi una centuria.
El Reino de Serbios, Croatas y Eslovenos se creó en 1918 y asumió el nombre de Yugoslavia en 1929.
A fines de los años 30, el país fue ocupado por la Alemania nazi, y tras la segunda guerra mundial (1939-1949) se formó un gobierno comunista encabezado por Josip Broz (Tito), que hasta su muerte en 1980 procuró una vía independiente de la Unión Soviética y de Occidente.
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