El gobierno de Liberia se niega a aceptar el despliegue de una fuerza internacional de paz para poner fin a la violencia política con miras a las elecciones generales del 14 de octubre, como exige la oposición.
Los 13 partidos opositores, que todavía entretejen alianzas para vencer en octubre al Partido Nacional Patriótico (NPP) del presidente Charles Taylor, expresaron preocupación por la creciente ola de ataques, amenazas y enfrentamientos.
La tensión aumentó en este noroccidental país africano de 2,9 millones de habitantes cuando un partidario del NPP, identificado como Roland Thompson, intentó detener una marcha opositora en el centro del país el 18 de enero y mató a tiros a un manifestante, llamado Dickson Barrie.
Otra movilización, esta vez para celebrar el regreso del candidato presidencial opositor Charles Brumskine, del Partido por la Unificación de Liberia, fue suspendida este mes luego de que la policía detuviera a dos manifestantes opositores en la ciudad portuaria de Buchanan, 88 kilómetros al este de Monrovia.
Brumskine, ex presidente del parlamento, había abandonado el país hacía dos años y es ahora uno de los principales promotores de un frente opositor al NPP.
El presidente del NPP, Cyril Allen, dijo a la prensa que admitir el ingreso de soldados extranjeros sería contraproducente porque se dedicarían al vandalismo y a robar los recursos del país.
El despliegue de soldados extranjeros es ridículo. Somos un país soberano y no debemos rendirnos ante el extranjero, sostuvo, por su parte, Estella Jones, estudiante universitaria simpatizante del NPP.
Pero Ellen Duncan, una estudiante opositora, señaló que realizar elecciones en medio del ruido de las armas puede ser algo aceptable para el gusto del NPP, pero no para quienes carecen de ellas.
Las elecciones generales del 14 de octubre serán un paso trascendental en la historia de Liberia, que sufrió entre 1989 y 1997 una sangrienta guerra civil entre distintas facciones políticas con un saldo de 200.000 muertos y miles de desplazados.
La paz llegó a Liberia con la creación de un gobierno de transición que luego permitió la llegada al poder de Taylor.
Para John Ballah, un maestro de Monrovia, una campaña electoral rodeada de violencia sería desastrosa para los partidos de oposición.
En la primera etapa de la guerra civil, defendimos la idea de un gobierno de transición, respetando la autoridad de los señores de la guerra. Todos nosotros vimos lo que pasó. No debemos cometer el mismo error ahora. Dejemos que haya una fuerza internacional de estabilización, sostuvo Ballah.
Mientras, Ernest Massaquoi, un funcionario público retirado, dijo que las elecciones de octubre eran una esperanza de paz.
Pero, dada la actual situación, la paz parece más lejana ahora que en 1997, cuando los soldados de la Fuerza de Paz de Africa Occidental estaban a cargo de la seguridad de los comicios en los que triunfó Taylor, añadió.
Se esperaba que la llegada de Taylor a la presidencia pondría fin a la guerra civil, pero en el norte liberiano todavía continúan los enfrentamientos entre el gobierno y la organización insurgente Unidos por la Reconciliación y la Democracia.
Todo indica que las elecciones de octubre tendrá similitudes con las realizadas en 1985, según diversas versiones, fueron manipuladas por el Partido Nacional Democrático de Liberia, apoyado por los militares del dictador Samuel Doe.
Doe fue asesinado en 1990 por rebeldes del Frente Patriótico Independiente, dirigido por Prince Johnson.
La presidenta del Partido de la Unidad y principal rival de Taylor en las elecciones de 1997, Ellen Johnson-Sirleaf, consideró que los ataques contra sus simpatizantes constituyen una clara violación a los derechos humanos.
El gobierno impidió que el partido de Johnson-Sirleaf ponga su bandera en lugares públicos y le prohibió realizar movilizaciones.
Grupos defensores de los derechos humanos instaron al gobierno de Taylor a demostrar que en verdad está comprometido a crear un ambiente adecuado para la celebración de elecciones.
Por su parte, Brumskine subrayó la necesidad del despliegue de una fuerza internacional para que la campaña electoral se pueda desarrollar de forma pacífica, y prometió tener una agenda para la resurrección del país.
Los analistas consideran Brumskine como el principal candidato para suceder a Taylor. (