IRAQ: La guerra hará humo el ambiente

Un nuevo conflicto en Iraq tendría un costo ambiental mucho mayor que el de la guerra del Golfo (1991), cuando fuerzas iraquíes incendiaron 732 pozos petrolíferos en Kuwait ante la inminencia de su derrota.

Aquellos incendios provocaron una catástrofe ambiental cuyos efectos se sienten hasta hoy, además de costar a Kuwait tres por ciento de sus reservas de petróleo y decenas de miles de millones de dólares.

Ahora, muchos ambientalistas temen que, enfrentado a la derrota por un muy probable nuevo ataque de Estados Unidos y sus aliados contra Iraq, el presidente Saddam Hussein adopte una política de ”tierra quemada” y prenda fuego a unos 1.000 pozos petrolíferos.

Iraq tiene la segunda mayor reserva probada de petróleo del mundo, después de Arabia Saudita.

Pero en una entrevista concedida a la cadena de televisión estadounidense CBS, Saddam Hussein aclaró que no haría tal cosa en caso de guerra.
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”Iraq no quema su propia riqueza ni destruye sus represas”, dijo el mandatario, y agregó que espera que los invasores tampoco las destruyan.

Pero no sólo el incendio de pozos de petróleo tendría un efecto ambiental devastador.

La cantidad de municiones utilizadas por las fuerzas aliadas en la guerra del Golfo fue mayor que la empleada en la primera y la segunda guerra mundial juntas, destacó Inad Jairallah, del Centro de Investigación Dar Al Jaleej, con sede en Sharjah, Emiratos Arabes Unidos.

”Esto ciertamente tuvo un impacto en el ambiente. Una señal es el aumento de la temperatura durante el invierno en los países del Golfo. Muchos lo atribuyen al calentamiento del planeta, pero hubo un cambio perceptible inmediatamente después de la guerra”, afirmó Jairallah.

El investigador advirtió que la guerra revertiría décadas de trabajo para hacer la región del Golfo más habitable.

”La región ha luchado para crear oasis en el desierto. Algunos de los países de aquí son más verdes que otros con condiciones climáticas ideales”, pero ”todo el resultado de ese trabajo se borraría de un plumazo en caso de guerra”, lamentó.

En 1991, el incendio de los pozos kuwaitíes lanzó a la atmósfera 500 millones de toneladas de dióxido de carbono. Este y otros gases generados por la quema de combustibles fósiles son la causa del recalentamiento de la atmósfera terrestre o ”efecto invernadero”, coinciden numerosos científicos.

A 2.000 kilómetros de distancia, en Irán, se encontraron rastros de petróleo, hollín, sulfuro y otros ácidos negros producidos por los incendios.

Los iraquíes también virtieron unos ocho millones de barriles de petróleo (cada uno contiene 159 litros) en el océano Indico y unos 60 millones de barriles en el desierto de Kuwait, formando verdaderas lagunas en algunos lugares.

Trece años después, las arenas del país que Iraq invadió en agosto de 1990 todavía rezuman petróleo.

Los sitios iraquíes donde Estados Unidos y Gran Bretaña sospechan que se producían armas químicas, biológicas y nucleares serán seguramente los primeros blancos de los ataques aéreos.

El ataque a esas instalaciones industriales y militares provocaría una grave contaminación química. Preocupan especialmente los proyectiles de uranio empobrecido, un residuo obtenido de la producción del combustible destinado a los reactores nucleares y las bombas atómicas.

La explosión de esos proyectiles liberaría al aire óxido de uranio, una sustancia carcinogénica.

”Ese veneno no puede detenerse ni localizarse una vez que esté suspendido en el aire y haya invadido el suelo y contaminado el suministro de agua”, advirtió Habiba Al Marashi, presidenta del Grupo Ambiental de Emiratos, del emirato de Dubai.

El uranio empobrecido no respeta fronteras y ”su presencia es una amenaza tanto para el ambiente donde se usó como para las áreas vecinas. Sabemos que el uranio empobrecido está muy presente en Iraq como resultado de las armas usadas durante la guerra de 1991”, dijo Al Marashi.

Así, miles de hectáreas de tierras iraquíes y sus cursos de agua podrían resultar contaminados. La descontaminación de apenas 200 hectáreas en una base del ejército estadounidense costó entre 4.000 y 5.000 millones de dólares.

”No nos olvidemos de la amenaza a la biodiversidad. En 1991, el petróleo mató a 25.000 aves costeras al cubrir una amplia superficie de agua y destruir el frágil ecosistema marino. Y el petróleo que no se quemó y formó enormes charcos destruyó tierras de labrantío por generaciones”, señaló Jairallah.

En Iraq, donde los ríos Tigris y Eufrates se encuentran para formar la ”media luna fértil”, se encuentra uno de los ecosistemas más antiguos y ricos del mundo.

Ya se consideran extintas más de 40 especies de aves acuáticas, crustáceos y mamíferos exclusivas de la región.

Asimismo, los humedales iraquíes sustentan al menos siete especies amenazadas de mamíferos y atraen durante el invierno unas 60 especies de aves acuáticas y nueve de rapiña.

Prabha Murali, profesor de ciencia en una escuela de Dubai, está preocupado en especial por la contaminación del aire.

”Los incendios de 1991 produjeron… nubes negras que bloquearon la luz del sol por meses en la región. La temperatura atmosférica disminuyó unos 10 grados, y la del mar, mucho más”, recordó.

Otro desastre ambiental de la guerra del Golfo fue la destrucción de plantas de tratamientos de aguas residuales, que provocó la descarga de unos 50.000 metros cúbicos diarios a la bahía de Kuwait.

Kuwait y la coalición que atacó Iraq en ese entonces debieron gastar más de 20.000 millones de dólares para reparar la infraestructura petrolera destruida por Saddam Hussein.

”El costo del daño ambiental causado por la guerra de 1991 se estimó en 40.000 millones de dólares. Esta vez, podría ser el doble o el triple, y sólo en lo referente al ambiente. Estremece pensar en cuáles serán los costos humanos”, dijo Murali.

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