La población de Iraq busca en la religión refugio espiritual ante la proximidad de una guerra, mientras el gobierno de Saddam Hussein, definido como secular, aprovecha el poder de convocatoria del Islam para mantener el control social.
”Por favor, Dios, destruye el poder de Estados Unidos sobre la Tierra”, dijo el clérigo de la mezquita Al-Nida de Bagdad, Qoteibeh Amash, en ocasión de la festividad musulmana de Eid al- Adha, que concluyó el jueves.
”Dios ayude a nuestro presidente Saddam Hussein a ganar la guerra”, imploró el jeque Amash para terminar su sermón.
Miles de habitantes de Adhamiye, un barrio de clase media, asistieron al servicio religioso en Al-Nida, cuya fama aumentó hace tres semanas, cuando inspectores de desarme de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) visitaron la mezquita, según dijeron, como meros turistas.
Amash los acusó entonces de violar la santidad del templo.
[related_articles]
Iraq es un estado secular gobernado por el partido socialista Baath, pero la religión juega un papel importante en la vida de muchos de sus habitantes, en especial en tiempos difíciles, dijo el profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Bagdad Jawad Saad.
”El gobierno no alienta” la religión, pero tiene claro el poder de convocatoria del Islam y lo utiliza en su provecho, agregó Saad.
No hay dinero para poner en funcionamiento muchos servicios básicos, pero el régimen gasta grandes sumas en la construcción de mezquitas. Una de ellas, inaugurada en el 10 aniversario de la guerra del Golfo de 1991, tiene minaretes en forma de misiles Scud.
La mezquita se llama Madre de todas las Batallas, el nombre que Saddam Hussein dio a la guerra del Golfo, en la que fue derrotado por una coalición internacional encabezada por Estados Unidos e integrada, incluso, por varios países árabes.
El gobierno iraquí coincide con discursos como el del jeque Amash. ”¿Cómo deberías reaccionar si alguien quiere matarte? Te defiendes”, dijo el legislador Wadoud Fawzi.
Iraq es objeto de sanciones internacionales desde que invadió en 1990 el vecino Kuwait, operación militar que precipitó la guerra del Golfo. La población se acostumbró a la tensión, ”pero este es un Eid al-Adha particularmente difícil a causa de las amenazas estadounidenses”, sostuvo Fawzi.
No hay recordatorio más elocuente de esa guerra que los cementerios. Como es tradicional, Wadhu Ahmed, una residente de Bagdad, comenzó la celebración de Eid al-Adha el martes con una visita a la tumba de sus seres queridos.
La hermana y cuatro de los hijos de Ahmed murieron, junto con otros 400 civiles, en el bombardeo de un refugio en 1991. ”Nunca le hice daño a los estadounidenses. ¿Por qué ellos mataron a mi familia?”, lloraba en el cementerio Al-Karkh, en las afueras de Bagdad.
En una tumba cercana, Iyad Abdel Kader recordaba la muerte de su hermano, en el mismo ataque.
Abdel Khader es hoy mayor del ejército iraquí, y no parece preocupado por la posible invasión. ”No le tengo miedo a los soldados estadounidenses. Si vienen, les cortaré el cuello. Quiero vengar la muerte de mi hermano”, afirmó.
Sus padres ancianos desaprobaron sus palabras. ”Queremos vivir en paz con todo el mundo. Sentimos pena por todos los que sufren, incluidos los estadounidenses”, dijo su madre, Widad Abdel Khader.
Al finalizar Eid al-Adha el jueves de noche, una muchedumbre se concentró en las calles, cafés y restaurantes de Bagdad. La mayoría hablaban de guerra.
”Estados Unidos quiere guerra, y la tendrá. Hemos vivido bajo amenaza durante 13 años, aun antes de la guerra de 1991”, dijo Mohammed Zeid, estudiante de Medicina. Muchos iraquíes aseguran haberse acostumbrado a la situación de crisis, pero no a la guerra ni a sus consecuencias.
La tensión parecía haberse aliviado luego de la visita a Bagdad del jefe de la misión de desarme de la ONU, Hans Blix, el fin de semana, pero volvió a aumentar el miércoles, cuando los inspectores señalaron que Iraq posee misiles cuyo alcance sobrepasa el permitido por las sanciones internacionales.
Las idas y venidas en la relación entre el régimen iraquí y los inspectores de desarme siembra amargura y cansancio en la población. ”Esto no es un juego para nosotros. (Los inspectores) están tratando de vidas humanas”, sostuvo el ingeniero Khalid Ibrahim, residente de Mansour, un barrio de clase alta.
El gobierno entregó raciones extraordinarias de alimentos para que la población almacene ante la posibilidad de un ataque. Pero muchos necesitan dinero, y venden su parte.
La clave para muchos habitantes de Bagdad no es la resistencia, sino la supervivencia, dijo un funcionario internacional de asistencia.
”Habitantes de las zonas más pobres me han dicho que no saldrán a luchar, que no tratarán de salvar este régimen. Dicen que si el ejército quiere que peleen, tendrá que salir a buscarlos”, afirmó.
Mientras, un constante flujo de personas abandona el centro de Bagdad, la capital e incluso el país. Además, surjen desde debajo de la superficie señales de oposición al régimen de Saddam Hussein.
Se habla de guerra, y también de lo que vendrá después de los combates. Los funcionarios del gobierno y militantes del partido Baath ”serán perseguidos y muertos”, dijo un hombre que se negó a decir su nombre.