Millones de trabajadores extranjeros establecidos en ricos estados petroleros del Golfo están atrapados entre la seguridad de un ingreso y el riesgo cada vez mayor de una guerra en Iraq.
Quedarse o no quedarse es la cuestión para esos obreros inmigrantes, en su mayoría de origen asiático, que trabajan en distintas áreas de actividad, desde la banca hasta la industria turística y el empleo doméstico.
Los extranjeros constituyen entre 50 y 90 por ciento de la fuerza total de trabajo en los países miembros del Consejo de Cooperación del Golfo (Kuwait, Qatar, Emiratos Arabes Unidos, Omán, Arabia Saudita, y Bahrein), según datos del Banco Mundial.
Muchos se aprontan para tomarse unas largas vacaciones, incluso sin remuneración, hasta que se recupere la normalidad, si tienen la certeza de que mantendrán sus empleos.
Pero teniendo en cuenta la gran cantidad de extranjeros que buscan trabajo en el Golfo, no le será difícil a mi empresa encontrar un reemplazo si pido una licencia larga o renuncio, dijo James Varghese, procedente de India y subgerente de compras en una compañía petrolera de Dubai, Emiratos Arabes Unidos.
Y dado el alto índice de desempleo en India, no puedo contar con un trabajo allí. El mercado indica que me debo quedar, concluyó Varghese.
Mi única medida de defensa ha sido transferir mis pequeños ahorros a una cuenta en India al actual tipo de cambio. No quiero arriesgarme a una fluctuación adversa por el impacto de la guerra en la economía, explicó Varghese.
Para otros inmigrantes como la filipina María Heyer, empleada en un hipermercado de Dubai a cambio de unos 165 dólares al mes, volver a su país ni siquiera es una opción, porque su familia no podría sobrevivir si le faltara su remesa.
Mis obligaciones familiares están por encima de mi seguridad personal. Mi esposo, que tiene un empleo de tiempo parcial, mis tres hijos y mi padre anciano morirían de hambre si les dejo de mandar dinero cada mes. Con o sin guerra, Dios me protegerá, confía Heyer.
La situación no parece ser tan preocupante en Kuwait, el país que fue invadido por Iraq en agosto de 1990 y luego liberado por una coalición encabezada por Estados Unidos en la guerra del Golfo (1991).
Cuando Iraq invadió Kuwait en 1990, fue una sorpresa. El gobierno se exilió, no había fuerzas estadounidenses en el país y muchos trabajadores extranjeros quedaron atrapados, contó Jamal Ahmad, gerente general de un banco kuwaití procedente de India.
Ahora, en cambio, Estados Unidos ha acumulado fuerzas en Kuwait y otros puntos de la región durante meses, el gobierno kuwaití están en control de la situación y prometió protección a los trabajadores extranjeros, señaló.
Sin embargo, aunque esta vez la situación es diferente, igualmente hay una gran ansiedad. Uno se inclina a pensar que la situación no será tan mala como la vez anterior, pero la sola idea de la guerra nos pone los nervios de punta, expresó Ahmad.
El Ministerio de Defensa kuwaití anunció que toda la parte norte o cerca de 60 por ciento del territorio nacional será declarada zona de exclusión militar a partir del día 15, y el Ministerio del Interior anunció que el espacio aéreo será completamente cerrado una vez que comience la guerra.
Ambos anuncios crearon la sensación de que el conflicto ya comenzó.
Además, grupos de defensa civil están preparando a la población para todas las eventualidades, incluso dándoles máscaras antigases para un posible ataque iraquí con armas biológicas y químicas, agregó Ahmad.
Los 340.000 trabajadores indios en Kuwait constituyen el mayor grupo extranjero en ese país de 2,3 millones de habitantes. También hay cerca de 100.000 pakistaníes, 60.000 filipinos, 40.000 indonesios y varios miles de egipcios, sirios, jordanos, bengalíes y srilankeses.
La posibilidad que más aterra a los kuwaitíes es que Iraq lance un contraataque una vez que las fuerzas encabezadas por Estados Unidos hayan invadido ese país, aunque la mayoría de los observadores lo consideran improbable.
Los extranjeros que han vivido varios años en el Golfo en general están dispuestos a correr el riesgo de la guerra y sus efectos, pero los recién llegados prefieren regresar.
Vine al Golfo a hacer algo de dinero, pero no voy a arriesgar mi vida en la guerra. Prefiero regresar a Pakistán, aun para ganar apenas 30 por ciento de mi actual salario, declaró Arshad Saleem, que trabaja en Kuwait como agente de viajes desde hace ocho meses.
En cambio, el indio Sharath Chandran, residente desde hace siete años en Kuwait y empleado como diseñador en una editorial, reaccionó con filosofía.
No se puede escapar de la muerte. Si mi destino es vivir, sobreviviría aun a un ataque como el del 11 de septiembre. Pero si tengo que morir, me puede ocurrir cayéndome de la cama. Creo que debo quedarme, expresó. (