Las fuerzas militares de Estados Unidos aparecieron de repente y casi sin anunciarse en muchas regiones del mundo esta semana.
El Departamento (ministerio) de Defensa (Pentágono) anunció el envío de 3.000 soldados a Filipinas para colaborar con el ejército local en la represión de una pequeña organización insurgente islámica.
Al mismo tiempo, legisladores estadounidenses de visita en Colombia sugirieron que los cientos de efectivos de las Fuerzas Especiales estadounidenses que entrenan al ejército del país sudamericano podrían asumir pronto un papel mucho más directo en el combate a insurgentes de izquierda y narcotraficantes.
Mientras, miles de soldados estadounidenses navegaban por el mar Mediterráneo, a la espera de la orden de invadir Iraq el mes próximo desde Turquía o desde Kuwait, donde ya hay 150.000 uniformados desplegados.
Comandantes alemanes de la Fuerza Internacional de Asistencia en Seguridad (ISAF) que custodia Kabul advirtieron que Estados Unidos debería tener en Afganistán mucho más que sus actuales 7.000 soldados, pues una guerra en Iraq podría reavivar los combates en aquel país de Asia central.
Otros miles de soldados estadounidenses están apostados en Djibouti, listos para atacar supuestas milicias islámicas de la Península Arabe y el Cuerno de Africa.
Mientras, 4.000 más permanecen en Bosnia-Herzegovina y en la provincia serbia de Kosovo, donde participan en la misión internacional de mantenimiento de la paz.
Veinticuatro buques bombarderos de largo alcance echaron anclas, en estado de alerta, cerca de la península de Corea, donde muchos de los 37.000 soldados estadounidenses ya desplegados allí participarán en maniobras conjuntas con las fuerzas de Corea del Sur el mes próximo.
El Pentágono también planifica trasladar un grupo de portaaviones de la costa occidental estadounidense a Asia nororiental para permitir a otro grupo desplegarse en el Golfo.
Parece haberse instaurado lo que algunos expertos estadounidenses denominan Pax Americana, un término que alude a la Pax Romana, el periodo en que el Imperio Romano dominaba todas las costas del mar Mediterráneo y el noroeste de Europa, entre el 27 antes de Cristo y el 180 de la era actual.
Las fuerzas armadas estadounidenses están presentes en todas las regiones del mundo, en un despliegue inédito desde, por lo menos, la segunda guerra mundial (1939-1945). Los alfileres rojos en el mapa ilustran con dramatismo la Estrategia Nacional de Seguridad del gobierno de George W. Bush, conocida en septiembre.
Estados Unidos debe mantener y mantendrá su capacidad de derrotar cualquier intento de cualquier enemigo – – sea un país o un actor no estatal – – de imponer su voluntad sobre nosotros, nuestros aliados o nuestros amigos, dice el documento, pieza clave de lo que desde entonces se ha dado en llamar la Doctrina Bush.
Se trata, como sostuvo el experto del conservador Consejo sobre Relaciones Exteriores Max Boot, de la globalización de la Doctrina Monroe, dictada en 1823 por el entonces presidente James Monroe (1758-1831) o, con más precisión, del Corolario a esa doctrina dictada en 1904 por el entonces presidente Theodoro Roosevelt (1958-1919).
Dos años antes de conocido el Corolario Roosevelt, Estados Unidos había derrotado a España en Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Un año después de la guerra hispano-estadounidense, Panamá logró con ayuda de Washington independizarse de Colombia, lo que permitió la construcción del canal interoceánico.
La Doctrina Monroe reivindicaba a comienzos del siglo XIX el continente americano como esfera de influencia exclusiva de Estados Unidos. Sus lineamientos no pudieron implementarse, debido a la debilidad militar de este país, hasta la guerra con España de 1898.
A través de su Doctrina, el gobierno de Monroe advertía a las potencias europeas que cualquier intervención en los asuntos de América sería considerada por Washington una amenaza a la paz y felicidad de Estados Unidos.
Basado sobre la Doctrina Monroe, Roosevelt atribuyó a Estados Unidos el derecho a intervenir no sólo contra cualquier intervención europea, sino contra cualquier elemento en América que Washington considerara una amenaza.
La posibilidad de aflojamiento de los vínculos de la sociedad civilizada obliga a Estados Unidos, aunque a disgusto, a ejercer como poder policial internacional, declaró Roosevelt.
La Doctrina Monroe y el Corolario de Roosevelt son aplicados ahora a mucho mayor escala que en los tiempos de Roosevelt, según Boot, un conservador vinculado al subsecretario (viceministro) de Defensa Donald Rumsfeld y al vicepresidente Dick Cheney.
Hoy, Estados Unidos ejerce en todo el mundo casi tanto poder como lo tuvo otrora sólo en el Caribe, y el país está obligado a intervenir en los países que cometan errores crónicos – – otra fórmula utilizada por Roosevelt – – por la simple razón de que nadie más se hará cargo de la tarea, escribió Boot.
La columna en el diario Financial Times en que Boot anotó esos conceptos se titula El destino de Estados Unidos es vigilar al mundo.
En consistencia con ese punto de vista, el Pentágono apunta a un mayor despliegue de las fuerzas estadounidenses en todo el mundo.
Los infantes de marina (marines) utilizaron con frecuencia en el siglo XX sus bases en Cuba, Panamá y Puerto Rico como plataforma de lanzamiento para sus frecuentes invasiones de países caribeños y centroamericanos, como Haití, Nicaragua y República Dominicana.
Ahora, el Pentágono considera reducir sus grandes bases militares en Europa e instalar otras más pequeñas, en tierra y en mar, cerca de los posibles focos de conflicto, como Asia central y oriental y el Golfo, con el fin de desplegar sus tropas con rapidez con armas más livianas, pero más mortales.
Muchos analistas militares creen que Estados Unidos carece del dinero y de los soldados necesarios para transformar al mundo entero en el equivalente de la cuenca del Caribe en el siglo XX. Por eso, el analista del derechista Instituto Hoover Peter Schweizer propuso la creación de una Legión Extranjera estadounidense. (