Más que oponerse al Banco Mundial, los activistas protestan contra las inequidades del mundo. Nosotros somos apenas el pretexto, dijo a IPS el vicepresidente para desarrollo sustentable de la institución financiera internacional, Ian Johnson.
Las personas protestan porque están preocupadas. En mi época también participé en manifestaciones porque me sentía preocupado. Creo que es muy saludable, tanto como sostener un debate, respondió Johnson cuando IPS lo interrogó sobre sus sentimientos hacia los manifestantes que lanzan amargas críticas contra el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.
Hay 2.000 millones de personas debajo de la línea de pobreza, viviendo existencias ruinosas, sistemas comerciales injustos y un volumen de asistencia al desarrollo de 50.000 millones de dólares anuales, ridículo comparado con el presupuesto militar de Estados Unidos, que se calcula en billones de dólares, sostuvo.
Son esas las cuestiones por las que protestan los activistas, asuntos legítimos como la deuda externa, y están en lo correcto si lo hacen de modo apropiado, sin violencia, agregó.
El funcionario se encuentra en Roma junto con el presidente del Banco Mundial, James Wolfensohn, y su director de agricultura y desarrollo rural, Kevin Cleaver, para asistir a una reunión que discutirá este lunes y martes formas de mejorar la asistencia al desarrollo.
La institución con sede en Washington arguye que los donantes deben mejorar la coordinación entre sí y reducir los innumerables trámites y documentos que exigen a los países receptores, si de verdad quieren abatir a la mitad la pobreza en el mundo para 2015, y cumplir uno de los Objetivos del Milenio de la ONU.
Al encuentro asistirán funcionarios de 26 países en desarrollo y representantes de la comunidad internacional donante, como la Agencia Estadounidense para el Desarrollo Internacional, la ONU (Organización de las Naciones Unidas), el Banco Asiático de Desarrollo, el Banco Africano de Desarrollo y el Banco Interamericano de Desarrollo.
El británico – – que ingresó al Banco Mundial en 1980 y es experto en cuestiones ambientales, energía y recalentamiento global – – es una figura clave en la definición de las estrategias del organismo para un crecimiento económico responsable en las naciones en desarrollo.
Así define Johnson la combinación de las dimensiones social y ambiental que debe considerar cualquier política sustentable.
El funcionario advirtió que no se debería asumir una actitud ortodoxa respecto de los subsidios agrícolas (de las naciones industriales), pues hay situaciones muy delicadas.
No obstante, admitió que cuando vemos a países europeos otorgar subvenciones de 2,3 euros (2,3 dólares) diarios por res, mientras 2.000 millones de personas viven con un ingreso cotidiano menor, debemos comenzar a cuestionar nuestras prioridades. Me encantan las vacas europeas, pero la especie humana me importa más, sentenció.
En la mayoría de las naciones pobres es necesario, sin duda, desarrollar el sector agrícola con el fin de hacer crecer la economía, y eso será muy difícil con un sistema proteccionista tan grande como el actual, sostuvo Johnson.
La producción agrícola constituye entre 20 y 60 por ciento del producto interno bruto de los países en desarrollo.
En las naciones ricas, los aranceles a los productos agrícolas importados casi duplican en promedio a los de manufacturas, según el Banco Mundial.
Buena parte de esas medidas proteccionistas adoptan la forma de crestas arancelarias, tasas superiores a 15 por ciento, impuestas a aquellos productos en los que logran mejor desempeño los países pobres, como los agrícolas, alimenticios, textiles y vestimenta.
Si Washington eliminara las crestas arancelarias a las importaciones procedentes de 49 naciones pobres, las ventas de esos países a Estados Unidos aumentarían 1.100 millones de dólares por año, según investigaciones del Banco Mundial.
Algunos ejemplos de crestas son elocuentes. En la Unión Europea (UE), por ejemplo, la carne tiene aranceles de 195 por ciento, la manteca, de 161 por ciento y el trigo, de 123 por ciento.
En Japón, los aranceles al azúcar son de 106 por ciento, a las bebidas fermentadas, de 106 por ciento, al vino, de 84 por ciento, y al maíz, de 63 por ciento.
Estados Unidos impone aranceles de 121 por ciento a las importaciones de cacahuetes, de 114 por ciento a las conservas de frutas y nueces, y de 111 al tabaco.
El Banco mantuvo silencio por muchos años acerca de esto, pero ahora estima que debe hacerse oír, difundir sus análisis sobre las negociaciones (comerciales) y ponerlos sobre la mesa para que otros puedan juzgarlos, explicó Johnson.
Las barreras al ingreso de productos de los países en desarrollo a mercados de Estados Unidos, la UE, Japón y Canadá no son una preocupación excluyente para el Banco Mundial.
Remover los subsidios no bastará para resolver el problema, y se necesitarán otras condiciones, subraya la institución financiera internacional.
Por ejemplo, el compromiso de los gobiernos con el desarrollo local, destinando recursos a la construcción de caminos, electrificación, agua potable y riego, junto con entrenamiento y acceso a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. El conocimiento empodera, subrayó Johnson.
Es necesario trabajar en políticas comerciales globales y regionales, y suministrar buenos servicios a los agricultores. Africa está devastada por el sida, mientras el cambio climático tendrá un gran impacto en la agricultura, que podría llegar a afectar a 20 por ciento de la productividad en muchas naciones africanas, agregó.
No quiero subestimar (las limitaciones) al comercio, pues para muchos países son un impedimento significativo al crecimiento, pero debemos reconocer que en algunas naciones no es la única barrera, dijo Johnson.
No obstante, los intentos por acabar con el proteccionismo comercial constituyen una dura lucha, en la cual el Banco Mundial no puede hacer demasiado, admitió.
Lo que podemos es efectuar análisis de políticas que procuren demostrar el impacto negativo de esas barreras en las naciones en desarrollo. También tenemos capacidad de construir mediante el entrenamiento. Pero no podemos negociar o convertirnos en gestores. Esos papeles corresponden a la Organización Mundial del Comercio, concluyó Johnson. (