La llegada a la presidencia de Brasil este año de Luiz Inácio Lula da Silva, del izquierdista Partido de los Trabajadores, estimula a ingenieros, arquitectos y otros profesionales para aumentar su participación en proyectos de interés social y ambiental.
Técnicos e investigadores asesoran a gobernantes y comunidades en la construcción de viviendas populares, el mejoramiento del equipamiento urbano para discapacitados y el impulso a la producción de pequeños agricultores.
Unos 850.000 profesionales distribuidos en todo el país podrían con su trabajo voluntario ayudar a solucionar carencias en esas tres áreas, dijo a IPS el presidente del Consejo Federal de Ingeniería, Arquitectura y Agronomía (Confea), Wilson Lang.
Algunos de esos proyectos ya se han desarrollado mediante convenios de consejos profesionales regionales con alcaldías y gobiernos estaduales.
En el meridional municipio de Sao José dos Campos, a 100 kilómetros de Sao Paulo y con unos 550.000 habitantes, más de 8.000 familias de bajos ingresos lograron construir sus propias viviendas mediante la modalidad de trabajo colectivo y voluntario, llamada en el país mutirao.
La construcción de esas viviendas comenzó en 1988 y fue facilitada por asistencia técnica gratuita de la asociación de ingenieros locales, en acuerdo con la alcaldía.
Pero el Confea, que impulsó convenios similares en cinco estados, no está satisfecho.
Por eso llama ahora a crear un movimiento nacional de ingeniería y arquitectura públicas, destinado a socializar el conocimiento técnico, promover la inclusión social y asistir proyectos que creen empleos e ingresos, y mejoren la calidad de vida.
El lanzamiento del programa coincidió el 19 de este mes con el inicio de las celebraciones que se realizarán en 2003 debido a que el Confea cumplirá 70 años el 11 de diciembre.
Son muchos los ingenieros que concentran sus investigaciones universitarias en la búsqueda de soluciones menos costosas y ambientalmente más sanas para la vivienda popular y la urbanización.
Uno de ellos es Francisco Casanova, quien desarrolló un modelo de vivienda ecológica, mediante el rescate y actualización de técnicas milenarias de uso del suelo como material de construcción.
El resultado fue una vivienda de costo bajísimo, con gran capacidad de aislamiento térmico y acústico.
El procedimiento desarrollado en el Centro de Posgrado de Ingeniería (Coppe) de la Universidad Federal de Río de Janeiro emplea ladrillos de encastre fabricados con tierra local, una materia prima gratuita, mediante una prensa que puede ser incluso manual, explicó Casanova a IPS.
El uso de esos ladrillos crudos, que no requieren pasaje por el horno, implica un gran ahorro de energía, y por lo tanto beneficios ambientales.
El cemento requerido para construir la vivienda ecológica es hasta 75 por ciento menor que con los procedimientos habituales, con variaciones que dependen del tipo de suelo, y el tiempo de obra llega a disminuir 33 por ciento.
La suma de ahorros asociados con el procedimiento puede reducir a menos de la mitad el costo de construir una vivienda, aseguró Casanova.
La construcción en Brasil de una casa de 50 metros cuadrados cuesta en promedio unos 1.400 dólares sin contar el precio de la mano de obra, que en estos casos puede ser aportada por los directamente interesados o mediante otras modalidades de trabajo voluntario, explicó.
Ese modelo ganó un premio en República Dominicana, donde fue adoptado por el gobierno para construcción de viviendas populares, y alumnos de Casanova lo llevaron a otros países de América Latina y Africa.
El mismo tipo de ladrillos se emplean para levantar grandes mansiones, cuyos propietarios y arquitectos se convencieron de sus ventajas estéticas y ambientales, destacó el ingeniero.
El ladrillo de barro posee mayor inercia térmica que el habitual, ya que demora ocho horas en calentarse o enfriarse, y eso explica que proteja mejor contra cambios de temperatura, indicó.
El ingeniero Romildo Toledo, también del Coppe, coordina un proyecto similar, que jerarquiza en especial valores ambientales, y desarrolló el hormigón ecológico, que emplea menos cemento, al sustituirlo con residuos industriales y agrícolas.
La industria del cemento es responsable de gran parte de las emisiones mundiales de dióxido de carbono, el principal de los gases que causan el llamado efecto invernadero al retener calor en la atmósfera, que muchos expertos consideran causante del recalentamiento del planeta.
En la actualidad, es posible sustituir hasta 40 por ciento del cemento convencional usado en la construcción de viviendas, puentes, fábricas y otras obras que emplean hormigón, y el abatimiento puede llegar a 50 o 55 por ciento, previó Toledo.
Residuos de la minería, como el polvo creado por trituración de piedras también usadas en la construcción, o de cerámica, sirven como componente del cemento ecológico, así como cenizas de cáscara de arroz y del bagazo de la caña de azúcar, después de su quema para generar electricidad.
La resistencia y durabilidad del hormigón no varían, afirmó.
Ese procedimiento permite lograr hormigón con elementos locales disponibles y baratos, y el ahorro aumenta al evitar el transporte de otros componentes en largos trayectos, además de crear nuevas fuentes de ingresos para la industria y la agricultura mediante la venta de sus residuos. (