Buzos de National Geographic intentarán este mes hallar el crucero argentino General Belgrano, hundido por la armada británica en 1982 en el Atlántico sur, una misión que reflota sentimientos encontrados entre familiares de las víctimas y sobrevivientes.
Las heridas aún están abiertas y frescas para muchos argentinos, en especial en aquellos relacionados de un modo u otro con la tragedia de un símbolo de la guerra de las Malvinas, a diferencia de lo ocurrido con los hallazgos del transatlántico británico Titanic o del acorazado alemán Bismarck.
El buque General Belgrano fue alcanzado por dos torpedos del submarino nuclear Conqueror el 2 de mayo de 1982, un mes después de que Argentina y Gran Bretaña entraran en guerra por la soberanía de las Malvinas y otras islas en el extremo sur del océano Atlántico y cercanas a la costa argentina.
El vetusto crucero se llevó al fondo del océano a 323 de sus 1.093 ocupantes, casi la mitad de los argentinos muertos en la guerra de poco más de dos meses por esos territorios en poder de Gran Bretaña.
El objetivo de National Geographic es encontrar el buque y rodar una película documental con cámaras de vídeo, explicó a IPS la portavoz de la sociedad científica estadounidense, Margarita Harris.
La portavoz aclaró que el tratamiento que se dará a los restos de la nave es el de una sepultura submarina, un hecho que de todos modos inquieta a algunos familiares y sobrevivientes.
Este barco de guerra botado en 1939 en Nueva York había salido indemne, cuando aún pertenecía a Estados Unidos, al ataque aéreo japonés del 7 de diciembre de 1941 contra la base de Pearl Harbor y a varias batallas el resto de la segunda guerra mundial, para pasar en 1951 a manos de la armada argentina.
El ataque del submarino británico sobrevino cuando el crucero se hallaba camino a las islas Malvinas a unos 170 kilómetros de la isla de los Estados, perteneciente a Tierra del Fuego, la provincia más austral de Argentina.
Expertos de la armada argentina y de National Geographic calculan que el buque está en el fondo del océano, a unos 4.200 metros.
Exploradores de National Geographic cargan con el mérito de haber ido en 1985 en busca del Titanic, un lujoso barco británico de pasajeros que se hundió en 1912 tras chocar contra un iceberg en el norte del océano Atlántico, cerca de la costa de Estados Unidos, causando la muerte a 1.500 de las 2.200 personas quwe llevaba.
También fueron responsables de encontrar en 1989 al acorazado alemán Bismarck, hundido por la marina británica en 1941, durante la segunda guerra mundial, cuando surcaba las aguas del Atlántico próximas a la costa de Irlanda con 2.200 tripulantes. Sólo sobrevivieron 115 personas.
La diferencia entre esos dos casos y la búsqueda del crucero General Belgrano es los sobrevivientes argentinos aún son personas jóvenes y los familiares de muchas de las víctimas todavía sienten muy próxima esa tragedia.
Ese el caso de Marcelo Pozzo, sobreviviente del ataque, quien comentó que las opiniones estaban divididas respecto de la iniciativa de la sociedad científica estadounidense, cuando fueron consultados hace seis meses por el comandante del buque hundido, capitán de navío Héctor Bonzo.
Casi la mitad de los que estabamos allí hubiera preferido que no se revolvieran los restos, pero fuimos mayoría los que queríamos saber cómo quedó la nave y la verdad es que el proyecto es excelente y serio, dijo Pozzo a IPS.
Pozzo cumplía el servicio militar obligatorio en 1982, cuando la dictadura militar argentina (1976-1983) resolvió invadir las islas Malvinas, ocupadas por Gran Bretaña desde el siglo XIX. En la actualidad es gerente de informática en una compañía de origen británico.
Varios británicos de la empresa me pidieron disculpas cuando supieron que era un sobreviviente del Belgrano, contó.
Cada 2 de mayo, Pozzo se reúne con compañeros y familiares, pero en su relato no hay rencor al recordar el instante en que el buque fue alcanzado por el primer torpedo y él sufrió varias quemaduras, pese a lo cual pudo alcanzar un bote salvavidas.
Victoria Gómez también es de las que prefieren la expedición al lugar donde murió su hijo, José Luis, quien era cabo segundo de artillería y tenía 22 años. Supe que estaba tranquilo y que subió a su balsa, pero parece que el ancla golpeó el bote y se los llevó abajo con el crucero, narró a IPS.
Cada día siento como si esto hubiera ocurrido ayer. Es una pena que no desaparece nunca, pero tengo curiosidad de saber cosas. Hay madres que no quieren ni hablar del tema, pero yo prefiero saber más y que seamos muchos los que recordemos lo que pasó porque sería más triste aun si se olvida, añadió.
La madre de José Luis Gómez ve con frecuencia a Luis Gauna, otro conscripto sobreviviente del Belgrano y que hoy con 40 años trabaja de conductor de ambulancia.
A Gauna los conmociona el hecho de que una expedición vaya en busca del General Belgrano. Mi sueño era que, así como fueron por el Titanic y el Bismarck, fueran también por nuestro barco, dijo a IPS.
Cuando lo supe se me erizó la piel porque, aunque cueste creerlo, para mí aquella fue una experiencia muy positiva. Desde entonces trato de vivir a pleno, confesó.
Sin embargo, Gauna admitió que los primeros meses después del hundimiento no fueron fáciles, pues los padres de tres compañeros suyos que murieron en el océano lo llamaban todos los días por teléfono para que les contara si sabía algo de ellos.
Apenas hace un año pudo contactarse con los padres de uno de ellos, Fabián Sosa, a través de la madre de Gómez.
Fue un alivio. Ellos me mostraron fotos de su hijo cuando era chico, tenían recortes de los diarios de cuando me entrevistaban y yo mencionaba la pena que sentía por haber perdido a mi amigo Fabián, contó a IPS con la voz aún quebrada.
Gauna ayudó a algunos heridos y ya en el bote salvavidas resistió junto a otros marinos la embestida de olas inmensas con la espalda apoyada en el techo. Cuando los encontraron algunos tenían las piernas congeladas.
En tanto, Alfredo Nuñez, hoy con 41 años y recibido de abogado, es de los que creen que hay que estar agradecido de haber vivido una experiencia así. Dios me regaló otra vida, y desde entonces trato de aprovecharla, indicó a IPS.
Nuñez también era un soldado conscripto de apenas 18 años cuando fue embarcado en el General Belgrano. En el momento del ataque del Conqueror estaba descansando y el impacto del torpedo me arrojó de la cucheta, recordó. Ahí fue el momento de abandonar el crucero.
En los simulacros nos habían dicho qué balsa correspondía a cada uno y nos recomendaron llevar lo mínimo, pero en ese momento yo no quería dejar regalos y libros y llené mi bolso de cosas, cuenta sonriendo por la travesura.
Cuando subí a cubierta, aquello era un caos y mi superior me gritó que arrojara el bolso al agua y tuve que hacerlo con gran pena, agregó.
Veíamos subir a los compañeros en llamas de la sala de máquinas, donde había impactado el torpedo. Muchos se tiraban directamente al agua. Fue muy triste, recordó de pronto.
La primera balsa que abordó Nuñez estaba averiada y no se movía. Temerosos de la succión del crucero al hundirse, nadaron unos metros hasta otra y llegaron casi congelados, pero estaba pinchada y comenzaba a desinflarse, ante lo cual pasaron a una tercera.
Ahí pasó algo muy, muy triste…, explicó. Como había exceso de tripulantes, un suboficial dio la orden de no dejar subir a nadie más pese a que había tres marinos todavía en el agua, apuntó.
Fue duro, pero lógico a la vez, pues ya éramos 20. Tuvimos que dejarlos allí pese a que nos suplicaban y nos decían 'por el amor de mi madre, no nos dejen acá', añadió.
El momento inolvidable para Núñez y sus compañeros fue cuando se oyó a lo lejos la sirena del Aviso Gurruchaga, el barco argentino que vio las señales de humo y los rescató.
Unos 10 días después Nuñez volvió a su casa. Fue como si volviera un fantasma, ya que mi familia no sabía si estaba vivo o no debido a que había tan poca información y varios tripulantes con el mismo apellido.
Ahora, tanto este sobreviviente como su familia se preparan para revivir aquellas horas límites, y ver que quedó de aquel barco que fue el último hogar de su primera vida.