Para cambiar el mundo hay que empezar por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), quizá mediante una segunda asamblea con representantes elegidos por la población de cada país, opinaron participantes en un taller del III Foro Social Mundial (FSM).
Con asistencia de un grupo de jóvenes, en su mayoría sudamericanos, el taller se realizó el lunes, penúltima jornada del FSM, que había comenzado el jueves en la meridional ciudad brasileña de Porto Alegre.
Peter Hesse, de la Conferencia de Organizaciones No Gubernamentales (CONGO, por sus siglas en inglés) asesora de la ONU, dijo que ese grupo presentó una propuesta que permitiría avanzar mucho hacia la reforma del foro mundial.
La ONU no integra a los pueblos, sino a los países (mediante sus gobiernos, representados en la actual Asamblea General). Lo que le falta es representación de la población mundial, arguyó.
Según la propuesta de la CONGO, cada país tendría un representante (en la nueva y segunda asamblea de la ONU), pero los que tienen más de 10 millones de habitantes contarían con un representante adicional por cada 10 millones, explicó Hesse
Esa iniciativa recibió varias críticas, en general vinculadas con cuestiones de representación.
El chileno Gerardo González Cortés, con 27 años de experiencia de trabajo en la ONU, señaló que la propuesta podría excluir a grupos étnicos indígenas extendidos en varios países, y a muchas comunidades religiosas.
Es preciso modificar actuales procedimientos de la ONU, que muy a menudo diluyen proyectos bien intencionados como el de los pueblos indígenas que querían formar su propia asamblea en el foro mundial, y sólo lograron la creación de una comisión para los pueblos indígenas, explicó.
Hesse admitió que esas críticas señalan auténticos problemas, pero destacó que la intención de la CONGO es ante todo crear conciencia sobre la importancia de la representación directa en la ONU.
La educación popular internacional puede ser crucial para reformar el sistema de la ONU, a partir de fuertes redes con un objetivo común, afirmó en el taller la keniata Jennifer Opiyo.
Lo que debe cambiar es el control de la ONU por parte de los países ricos, pero nos falta un sistema para poner en marcha ese proceso, una especie de mapa de ruta del cambio sistemático, opinó el activista Jonah Wittkamper, de la Red Mundial de Acción Juvenil.
Hesse comentó que el propio Foro Social podría ser el modelo para una segunda asamblea de la ONU.
Los participantes en el FSM están comprometidos con procesos de cambios, en su mayoría por medios pacíficos, y lo mejor del Foro es que sea tan abierto, añadió.
Los participantes en el taller también discutieron cómo lograr formas de financiamiento de la ONU que reduzcan la capacidad de controlarla con que cuentan en la actualidad los países ricos, por ser los principales aportantes de fondos.
González Cortés explicó la idea de la llamada Tasa Tobin, que gravaría las transacciones internacinales de dinero con fines especulativos, y la iniciativa para transformar a la ONU en beneficiaria de la explotación de recursos naturales que no pertenecen a países, como los del fondo de los océanos o los antárticos.
Pero muchos de los participantes en el taller opinaron que es preciso reformar la ONU antes de implementar propuestas para que obtenga recursos en forma independiente, porque de lo contrario los países ricos bloquearán o controlarán los nuevos sistemas.
En la actualidad, la ONU es demasiado débil para iniciar un proceso de cambios. Debemos darle mayor poder, afirmó Opjiyo.
Un joven brasileño explicó que los concejos locales de Porto Alegre convocan a la comunidad de cada circunscripción para decidir cómo emplear la parte que les corresponde del presupuesto municipal, y sostuvo que quizá la ONU podría hacer algo similar, en su escala.
Sin embargo, el joven admitió que a veces los asistentes a esas asambleas locales más agresivos o más escandalosos logran imponerse a los demás. (