DERECHOS HUMANOS-FRANCIA: Esclavas del Sur

Elisa trabajó como esclava durante años en una residencia de la capital francesa, pero se considera afortunada porque nunca le pegaron y logró escapar.

Una familia de su aldea en Togo la llevó a París como niñera, con promesas de sueldo y educación que nunca fueron cumplidas.

Elisa no fue la única que cayó en esa trampa. Cientos, y quizá miles de mujeres del Sur en desarrollo han sido obligadas a realizar tareas domésticas gratuitas en Francia, según investigaciones de la organización no gubernamental Comisión Contra la Esclavitud Moderna (CCEM).

Ese grupo, fundado en 1994, ha investigado unos 300 casos de moderna esclavitud, y en la actualidad registra dos nuevos casos por semana, pero es muy infrecuente que los culpables sean castigados, indicó el presidente de la CCEM, Dominique Torres.

Además, es probable que numerosos casos no sean denunciados, apuntó.

Muchas de las mujeres esclavizadas son también víctimas de violencia y abuso sexual, destacó Torres.

”Establecimos criterios muy precisos para definir la moderna esclavitud”, que incluyen confiscación de documentos de identidad, largas jornadas laborales, restricción de contactos con personas ajenas al hogar en que se trabaja, y ausencia de remuneración adecuada, explicó el activista.

”Contamos con un equipo de especialistas en ciencias sociales, abogados e investigadores, para cercionarnos de que los casos denunciados presentan esas características”, señaló.

”Estoy seguro de que descubriríamos cientos de casos más, si pudiéramos cubrir todo el país”, y no sólo París y sus suburbios, afirmó.

Una mujer proveniente de Madagascar fue forzada a trabajar en Francia para una familia de su país durante 18 años, y la CCEM reunió evidencia de que con frecuencia era golpeada u obligada a mantener relaciones sexuales con huéspedes de esa familia.

Las autoridades sospechan que esa mujer murió en forma violenta. La familia que la esclavizaba abandonó París con rumbo desconocido, y la policiía francesa emitió contra ella una orden internacional de arresto.

Una marroquí denunció que fue violada por un integrante de la familia para la cual trabajaba, quedó embarazada y abandonó al bebé en un orfanato. La justicia aún estudia el caso, y hasta aún no ha aceptado la denuncia de violación.

Otra mujer, proveniente de Filipinas, denunció que había sido mantenida contra su voluntad durante 12 años en una casa en la cual era obligada a realizar tareas domésticas, hasta que logró huir.

Dos trabajadoras domésticas recibieron protección estatal tras escapar de los hogares en que eran forzadas a prestar servicios, uno de ellos de una influyente familia siria. De esas dos mujeres, una desapareció el año pasado del albergue al que había sido enviada, y la otra volvió a su país de origen.

La CCEM ha descubierto varias rutas de ingreso de modernas esclavas a París, algunas de ellas manejadas por inmigrantes de origen árabe que reclutaban a jóvenes mujeres en Líbano, Jordania, Palestina e incluso Filipinas, mediante falsas ofertas de trabajo doméstico.

”Prometen buenas condiciones de trabajo, pero luego muchos de ellos se apoderan de los documentos de identidad de sus víctimas, y las obligan a trabajar por tiempo indefinido”, además de violarlas en numerosos casos, afirmó Torres.

También hay en París jóvenes esclavas traídas por diplomáticos o por familias francesas que residieron en otros países, apuntó.

Otras mujeres fueron atraídas mediante presuntas agencias matrimoniales, con promesas de lograr ciudadanía francesa y residencia legal al casarse con ciudadanos del país, pero luego les quitaron sus pasaportes y las obligaron a trabajar, informó la CCEM.

Es difícil luchar contra esas prácticas, porque la esclavitud fue abolida oficialmente en Francia en 1898, e imponerla ya no está tipificado como delito en el código penal, que sólo prevé sanciones por ”abusos inflingidos a personas dependientes”, y por obligar a tales personas a trabajar sin paga, explicó.

La ley exige a los adultos con autoridad sobre menores de 18 años u otras personas dependientes que les garanticen condiciones de vida y de trabajo adecuadas a la dignidad humana, pero la sanción más severa para quienes violan esa norma es una sentencia en suspenso a prisión y una multa.

”Quien roba una radio y es atrapado, va a la cárcel, pero quien golpea y viola a una joven, y la obliga a trabajar todo el día sin remuneración, sólo puede ser obligado a pagar unos pocos miles de dólares”, comentó Céline Manceau, de la CEES. (

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