La pobreza siguió en franco ascenso en Argentina, hasta alanzar a 57,5 por ciento de la población, aunque tímidas señales de reactivación económica llevan a pensar que el fenómeno se puede detener.
El Instituto Nacional de Estadísticas y Censos informó este viernes que la proporción de pobres había aumentado entre mayo y octubre de 2002 de 53 a 57,5 por ciento de los 37 millones de argentinos.
Las estadísticas indican, además, que la cantidad de indigentes también creció para pasar de representar 24,8 por ciento a 27,5 por ciento de los más de 21 millones de pobres.
Las débiles señales de reactivación industrial surgidas a partir de junio, tras cuatro años de recesión, acompañadas de cierta estabilidad de los precios al consumidor y la recuperación de la moneda frente al dólar han sido paliativos que, sin embargo, no pudieron detener el crecimiento de la pobreza.
Tampoco el plan de subsidios para jefes y jefas de hogar desocupados puesto en marcha por el gobierno de Eduardo Duhalde para dos millones de beneficiarios.
Los investigadores atribuyen el aumento de la pobreza, entre otras cosas, a la alta desocupación, casi 18 por ciento de la población económicamente activa y a la caída de los ingresos combinada con el aumento de precios al consumo de 47 por ciento promedio el año pasado.
Los expertos precisaron que ni siquiera durante la hiperinflación desatada a fines de los años 80 se había llegado al nivel de pobreza e indigencia actual. Por ejemplo, la proporción de pobres era 47 por ciento de la población en 1989, el punto más alto hasta el colapso económico de fines de 2001.
En los primeros años de la década del 90 ese indicador bajó a 17 por ciento de la población y sólo a fines de la década comenzó a aumentar de nuevo de manera preocupante. De 2000 a 2001 subió de 28 a 35 por ciento y de ahí a 53 por ciento en mayo del año pasado.
El gran problema que desencadena el hambre y la pobreza en Argentina es la falta de empleo, comentó a IPS Estela Rodríguez, una mujer desempleada y con cuatro hijos menores de 10 años que vive en las afueras de Buenos Aires.
Es fatal, el trabajo es lo que más se necesita y lo que más falta, aseguró.
Rodríguez vive en el barrio de emergencia La Cava, el asentamiento irregular más extendido del distrito de San Isidro, en la área metropolitana de la capital argentina, y recibe desde junio un subsidio de 150 pesos mensuales (unos 46 dólares).
Pero ese monto representa apenas 21 por ciento del ingreso mínimo requerido por una familia tipo de cuatro personas para no quedar debajo de la línea de pobreza, fijado por la oficina de estadística del gobierno en 718 pesos.
En nuestro comedor damos en el verano una merienda-cena a 210 niños de lunes a viernes, explicó la mujer en referencia a La casita de la Virgen, que funciona en la parroquia católica de La Cava.
El año pasado venían sólo a merendar 350 niños, pero preferimos restringir la lista y dar una alimentación reforzada para pasar la noche, añadió.
El sociólogo Artemio López, de la consultora Equis, indicó este viernes que los datos de pobreza en Argentina representan un récord absoluto, debido a la inédita caída de los ingresos y al aumento de precios, sobre todo de los valores que conforman la cesta de alimentos, que subieron más que el promedio general.
López agregó que los niños en los primeros tramos de edad son los que más sufren la pobreza. Remarcó que en algunos distritos de las afueras de Buenos Aires, como Malvinas, 85 por ciento de los menores de 14 años son pobres y la mitad de ellos indigentes.
Argentina vive la peor de las pesadillas, con porcentajes elevadísimos de niños que viven en la pobreza en las provincias del norte del país y en los alrededores de Buenos Aires, donde el porcentaje de menores pobres es superior a 75 por ciento, puntualizó el sociólogo. (