El nuevo gobierno de Brasil tratará de evitar que las cuestiones ambientales sean utilizadas como prácticas proteccionistas, en el marco de una globalización que, entiende, debe ser un gran espacio de intercambio entre diferentes culturas.
Debemos tener cuidado con las barreras no arancelarias, aunque hay cuestiones que constituyen avances de la legislación de cada país, que no pueden ser rebajados en función de los intereses del mercado global, dijo a IPS la ministra de Ambiente, Marina Silva.
Brasil es muy rico en recursos naturales y es necesario por ello afianzar su cuidado para que puedan tener calidad ambiental, explicó Silva, tras su exposición ante un salón abarrotado de activistas llegados de todo el mundo al Foro Social Mundial, realizado en la meridional ciudad brasileña de Porto Alegre.
Silva no le teme a la globalización si constituye un gran espacio de cooperación e intercambio entre los diferentes pueblos, con posibilidad de construcción mutua, por cierto muy distante del proceso actual de homogeneización, asimilación y dominación, ya sea económica, cultural e incluso bélica.
La globalización en sí no es buena ni mala. Malos pueden ser los resultados que podemos obtener de ella a partir de intereses que no siempre están alineados con propósitos de consolidación de valores, de ética, de igualdad, sobre todo de valorización de la vida, puntualizó.
La explotación depredadora de los recursos naturales para reducir los costos de producción en busca de ventajas competitivas tiene efectos muy dañinos y globales, lo cual obliga a buscar soluciones conjuntas entre los países involucrados, añadió.
Los asistentes a la tercera edición del Foro, que se llevó a cabo del 23 al 28 de este mes, tenían especial interés en conocer los planes de la funcionaria del gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva por sus antecedentes de destacada vocación socioambientalista.
Esa combinación de preocupaciones ecológicas y sociales surgió de la infancia de la ministra de Ambiente, en medio de la selva, del conocimiento tradicional de los pueblos de la selva y de la lucha en su defensa.
Silva, elegida senadora en dos ocasiones por el noroccidental estado de Acre, trabajó desde pequeña cortando caucho para ayudar a su padre, también seringueiro (recolector de caucho), a solventar los gastos de una familia numerosa y pobre.
Caminaba 14 kilómetros por día, siete para cortar y siete para recoger el látex con el que se fabrica la goma natural. La muerte temprana de su madre la obligó, además, a asumir las tareas de la casa y el cuidado de sus ocho hermanos.
A pesar de que no había escuelas en la plantación de caucho a 170 kilómetros de Río Branco, la capital de Acre, aprendió aritmética para que sus patrones no pudieran engañarla.
La actual ministra de Ambiente sólo pudo alfabetizarse a los 17 años, después de mudarse a Río Branco en busca atención médica para una hepatitis que fue tratada originalmente como malaria.
Un curso especial montado por el Movimiento Brasileño de Alfabetización permitió a Silva, mientras trabajaba como empleada doméstica, estudiar cursos complementarios que la habilitaron ingresar a la facultad y diplomarse en Historia.
A mitad de ese difícil camino abandonó su sueño de ser monja, seducida por la lucha sindical y política y las enseñanzas de la teología de la liberación que le brindaban los hermanos Leonardo y Clodovis Boff, que en aquella época iban con frecuencia a Acre.
La convivencia con Chico Mendes, el líder seringueiro y creador de las reservas extractivas, cambió la vida de Silva y le dejó lo que considera principios fundamentales, como son escuchar a todos, brindar oportunidades en relaciones horizontales y compartir la autoría de todo lo que se hace.
Silva reconoce que es una excepción, pero afirma que llegó a donde está gracias a las oportunidades que tuvo y no solo por su capacidad.
Hay millones de Marinas, Lulas y Chicos Mendes entre los brasileños, cuyas vocaciones no se realizan porque las condiciones vigentes no les permiten desarrollar su potencial, afirmó la ministra el lunes en un debate del Foro Social Mundial.
Ante esa audiencia procedente de todo el mundo, dijo que sueña con que el gobierno de Lula convierta en regla esas excepciones, ampliando las oportunidades a todos y contraponiéndose al discurso reaccionario que predica la excepción y condena a los pobres al señalar que los son porque no se esforzaron como Marina.
Si impulsamos cambios con el pueblo lograremos la victoria, pero si las conquistas no se realizan junto con la población o sin que ésta lo sepa, será un fracaso, sentencióm Silva, quien está convencida de que el cambio climático es el mayor problema que afronta el mundo, pues está en juego su supervivencia.
La funcionaria del nuevo gobierno brasileño, liderado por el izquierdista Partido de los Trabajadores, no rehuyó admitir que el capital privado puede intervenir en planes de saneamiento y de distribución de agua potable, una cuestión de preocupación central en el Foro Social Mundial.
El gobierno de Lula tiene la obligación de atender los servicios estratégicos, como es el caso del saneamiento, donde existen algunas posibilidades de que se realicen sociedades con la iniciativa privada, siempre que sean ventajosas para el interés social y para el interés del Estado, aclaró.
Otro aspecto polémico que debió abordar fue respecto de la posibilidad de permitir en el país la producción de soja transgénica.
Silva consideró que todavía se necesitan más investigaciones en Brasil para habilitar esa práctica.
No estamos en contra de los estudios extranjeros, como los realizados en Estados Unidos, pero el cultivo comercial exige investigaciones de nuestra realidad, que ofrezcan respuestas que consideren nuestra condición de país de gran biodiversidad, advirtió .
No es prudente que se apliquen a Brasil resultados de estudios realizados en países de poca variedad de especies, como Estados Unidos y Canadá, donde la soja transgéncia fue investigada con mayor profundidad, indicó con énfasis. (


