Los 58 latinoamericanos que abandonan cada hora sus países en busca de un futuro mejor exponen el fracaso de las políticas sociales y económicas de la región y conforman la trama de un nuevo mestizaje cultural.
Esos latinoamericanos, 1.388 cada día, 500.000 cada año, se marchan de sus países con la intención de no regresar, concluye el estudio Migraciones y niñez: deshaciendo el futuro, realizado por la Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento (Codhes) de Colombia y divulgado este mes.
Se trata de una continua pérdida de población en una región de más de 500 millones de habitantes. Los emigrantes abandonan sus países, sus comunidades y hasta sus hijos.
Sin embargo, los 23.000 millones de dólares en remesas que cientos de miles de latinoamericanos y caribeños enviaron durante 2001 a sus familias, aliviaron para muchos los embates de la pobreza, señala la investigación realizada a solicitud del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia.
Ningún país de América Latina y el Caribe es ajeno a este fenómeno, ya sea por razones económicas, políticas o sociales, afirmó el colombiano Jorge Rojas, director de Codhes.
El éxodo en esta nueva etapa comenzó en 1990 y hoy llega a cifras alarmantes, puntualizó.
El origen del actual éxodo latinoamericano está en la injusticia y la desigualdad, porque tal como están nuestras economías son inviables, coincidió el director de Instituto Latinoamericano de Servicios Legales Alternativos (ILSA), Camilo Castellanos.
Se están produciendo trasvases de población que son recursos de sobrevivencia en medio de la ruina de la región, y que afectan y cambian la cultura, explicó a IPS.
Castellenos señaló otro aspecto de la ola migratoria: los esfuerzos de los grupos de inmigrantes, particularmente los mexicanos, por mantenerse como comunidades en los países del Norte industrial.
Estos grupos, ignorados por los medios de comunicación de los países donde residen, como Estados Unidos y Canadá, están apelando a la red de computadoras Internet, y varios de ellos cuentan con páginas propias.
Se produce una relación entre la búsqueda de la preservación de las tradiciones ancestrales y la tecnología de punta, afirmó Castellanos.
El director de ILSA relató que en muchas comunidades indígenas, uastecas y mixtecas, sólo permanecen mujeres, niños, niñas y ancianos, pues los hombres jóvenes y adultos se marcharon a Estados Unidos.
Algunos ni siquiera pasaron por el (conocimiento del) español y aprendieron el mínimo inglés necesario para trabajar, dijo Castellanos.
Los hijos de los inmigrantes comienzan a integrar formas culturales nuevas y preocupaciones propias y dan a luz expresiones como el rock mixteco.
Los protagonistas de este exilio económico son imprescindibles para sus comunidades de origen por las remesas que envían y por la influencia que ejercen sobre las instituciones y autoridades locales, añadió Castellanos.
En ocasiones, el dinero de los emigrantes llega con un destino específico —una escuela, un centro de salud— y a condición de que, previamente, la alcaldía local les envíe el proyecto, que se ocupan de supervisar a distancia.
Es un fenómeno de impacto político significativo, porque si las autoridades locales no cumplen, este auxilio voluntario desaparece, comentó el director de ILSA.
De acuerdo al estudio de Codhes, Colombia, Ecuador y Argentina están en la lista de los países de América del Sur que más población expulsan.
En los últimos tres años abandonaron Ecuador más de 1,5 millones de personas, casi 14 por ciento de los 12 millones de habitantes.
En Argentina, la emigración se disparó con el colapso económico de los últimos dos años. Desde 1950, la cifra anual de emigrantes del país austral se mantuvo en 12.000, pero entre 2000 y 2002 se marcharon de Argentina 160.000 personas.
En Colombia, la violencia y la crisis económica han sido los motores de la expulsión. Entre 1996 y 2001, 1,36 millones de personas se marcharon para no regresar. Los países receptores fueron Estados Unidos, España y Canadá.
También en los últimos tres años emigraron dos millones de brasileños y 600.000 peruanos, afirma Codhes en su estudio.
Estas cifras convierten a América Latina en la región del mundo con mayor crecimiento de migración. En la última década, emigró hacia Estados Unidos y Europa, y en menor proporción a países vecinos, el equivalente a toda la población de Perú, unos 25 millones de personas.
En Estados Unidos residen hoy 15 millones de inmigrantes latinoamericanos, casi cinco por ciento de los 289 millones de habitantes de ese país.
Más de 3.000 mexicanos murieron desde que Estados Unidos puso en marcha, hace nueve años, la Operación Guardián, una medida de vigilancia fronteriza para evitar el ingreso de inmigrantes, sostuvo el 18 de este mes la Comisión Nacional de Derechos Humanos de México.
La emigración golpea duramente a la infancia, pues muchos padres y madres se marchan sin sus hijos. Se calcula que 75 por ciento de los emigrantes tienen entre 18 y 40 años, y sólo 20 por ciento son menores de 17 años.
Más de seis millones de niños y niñas permanecen en sus países al cuidado de familiares u otras personas distintas a los padres. Esta situación no sólo afecta los derechos de los menores, sino su misma supervivencia, indica el documento de Codhes.
El informe reseña un dramático ejemplo: en un colegio de enseñanza secundaria de Quito, 80 por ciento de las alumnas son jefas de familia. Sus padres están fuera de Ecuador, trabajando para garantizar la remesa mensual.
Cuando sólo los padres emigran se profundiza la brecha familiar por no contar con la necesaria presencia paterna o materna, explicó a IPS el actor y director de teatro colombiano Aníbal Tobón.
En los años 80, Tobón trabajo en la organización no gubernamental Svarta Manen, de Suecia, particularmente en la atención de hijos de inmigrantes argentinos, brasileños, chilenos y uruguayos.
En esta situación, los menores inmigrantes ven reducido su horizonte emocional al enfrentar una nueva sociedad, en muchos casos un idioma diferente, y la separación de su núcleo de familiares y amigos, dijo Tobón.
La liberación de los mercados, la globalización y la apertura económica, acompañadas de la privatización de los servicios públicos esenciales no han dejado otro camino a más de 200 millones de personas pobres de esta parte del mundo que la migración, concluye el estudio de Codhes.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe afirmó el 18 de este mes que la economía latinoamericana se contrajo 0,5 por ciento este año debido al escaso dinamismo de los países del Cono Sur de América del Sur.
Sólo en América Central, en la zona definida como corredor de la sequía y que comprende parte de Nicaragua, Guatemala, Honduras y El Salvador, ocho millones de personas viven en condiciones de pobreza extrema.
La situación de la salud pública hacen aún más desesperante la crisis social regional.
El Programa Conjunto de las Naciones Unidas para el VIH/Sida (Onusida) estimó este mes que 1,9 millones de latinoamericanos y caribeños contrajeron el virus causante del sida. El Caribe es la región donde la epidemia tiene mayor incidencia, detrás de Africa subsahariana.
Las remesas de dinero son la otra cara del fenómeno emigratorio. Estos ingresos representan más de 10 por ciento del producto interno bruto de media docena de países latinoamericanos, superando en varios casos las divisas obtenidas por los principales rubros de exportación.
Pero para la no gubernamental Codhes, éste no constituye un aspecto positivo, sino una muestra vergonzosa del fracaso de las políticas públicas que durante las últimas décadas han imperado en América Latina y el Caribe.
Los migrantes se van porque sus países los expulsan y posteriormente esos países, sin preocuparse muy bien por la situación de sus nacionales en el exterior, buscan sostener sus economías basadas en una nueva forma de explotación, esta vez remota y de carácter productivo, concluyó el informe. (FIN/IPS/yf/dcl/pr/02