Un pequeño islote costarricense en el océano Pacífico, que ha maravillado a especialistas de todo el mundo y a la Unesco por su riqueza histórica y natural, fue declarado por las autoridades Patrimonio Histórico y Cultural.
La isla del Coco, de apenas 24 kilómetros cuadrados y ubicada a 532 kilómetros al sudoeste de la costa sudoccidental de Costa Rica, fue calificada de alto valor histórico por el estatal Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural (CICPC).
El lugar, que fue uno de los favoritos del oceanógrafo francés Jacques Cousteau, cuenta con un gran valor cultural debido a que fue visitado por grupos humanos de diversas partes del mundo entre los siglos XVIII y XIX.
La importancia de la declaratoria radica en que prohibe la demolición y la alteración total o parcial de los vestigios materiales con valor histórico y cultural que se encuentran en la isla, indicó el CICPC.
La declaratoria, anunciada por el gobierno la segunda semana de este mes, permitirá conservar las inscripciones existentes en bahía Chatham y Wafer, las dos más importantes de la isla, explicó el director del CICPC, Miguel Herrera.
En la isla del Coco, declarada en 1997 Patrimonio Natural de la Humanidad por la Unesco (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura), se encuentran al menos 180 inscripciones de piratas y pescadores británicos.
También se preservan restos de una cárcel que funcionó entre 1870 y 1873, durante la presidencia de Tomás Guardia, y cuadrantes de edificaciones levantadas por los viajeros que residieron temporalmente en la isla.
La única construcción existente hoy en la isla, que pasó a jurisdicción de Costa Rica en 1869, es una casa en la que se alojan los guardaparques.
Al convertirse la Isla del Coco en Patrimonio Histórico Cultural de Costa Rica se protegen los vestigios descubiertos y los que se puedan encontrar en el futuro, en especial del daño que causan los turistas, recalcó Herrera.
Jorge Rodríguez, coordinador técnico del Area de Conservación de la Isla del Coco, dependiente del Ministerio de Ambiente y Energía, expresó su complacencia por la protección que se hará de las inscripciones y vestigios, aunque se manifestó preocupado porque el manejo del lugar pueda verse afectado por el decreto.
En un principio se había acordado que sólo las bahías de Chatham y de Wafer serían declaradas de interés histórico cultural, pero al final el decreto incluyó a toda la isla, lo cual nos deja algunas dudas respecto de posibles interferencias con nuestro trabajo, explicó Rodríguez.
La Isla del Coco fue descubierta en 1526 por expedicionarios españoles, pero fue especialmente aprovechada por piratas, además de corsarios y pescadores de ballenas de Gran Bretaña.
Por esa razón las dos principales bahías lleven los nombres de los británicos Leonel Chatham y James Colnett.
Chatham es autor del libro Viajes por el istmo de América, publicado en 1699 en Londres y en el que se hizo la primera descripción escrita de la isla. Por su parte, Colnett confeccionó el primer mapa del islote en 1793.
La Isla del Coco es famosa no sólo por sus riquezas naturales sino por la leyenda de que en ella hay un maravilloso tesoro enterrado, el cual ha seducido a lo largo de un siglo y medio a 300 expedicionarios procedentes de todo el mundo.
Al respecto, el historiador Raúl Arias sostuvo que el tesoro existe y destacó que así lo comprobó tras una investigación en la que invirtió cinco años.
Arias, quien presentó su tesis de licenciatura sobre la Isla del Coco en la facultad de historia de la Universidad de Costa Rica, se basó sobre todo en los testamentos del canadiense John Keating y del alemán Augusto Gissler, quien gobernó la isla entre 1897 y 1906.
En caso de que aparezca el supuesto tesoro, quedará protegido por la declaratoria del CICPC y por un decreto gubernamental de 1994, que prohibió su búsqueda, resaltaron Arias y Herrera.
Keating escribió en su testamento que descubrió parte del tesoro gracias a la información que le proporcionó uno de los sobrevivientes que lo había enterrado en 1820, dijo Arias.
Este investigador afirmó que Keating descubrió una bolsa con monedas de oro en 1846, que las cambió a su regreso a Canadá por libras esterlinas, lo cual le permitió vivir como un hombre rico.
Arias manifestó que el tesoro estaba compuesto por 24 cajas de trescientas libras cada una, en las que se guardaban monedas de oro así como cálices de oro y plata de la catedral de Lima.
Las monedas de oro tenían por un lado el rostro del rey Carlos III y por el otro el escudo del imperio español, precisó Arias.
El supuesto tesoro fue robado el 19 de octubre de 1820 por un grupo de transportistas británicos contratados por el virreinato de Perú, que debía movilizar un cargamento con monedas de oro y joyas desde tierras peruanas, añadió.
A juicio de Arias, la riqueza histórica y patrimonial de la Isla del Coco se verá realzada si descubren el tesoro aludido, para lo cual él le presentó un proyecto a la Administración Espacial y Aeronáutica Nacional de los Estados Unidos (NASA).
El proyecto fue presentado al astronauta costarricense- estadounidense Franklin Chang, uno de los científicos de origen latinoamericano con más influencia y trayectoria en esa institución estadounidense.
He hablado en varias oportunidades con Chang y está de acuerdo en que la NASA coopere con un satélite especial, que permita la ubicación exacta del tesoro, que en la actualidad tiene un valor de 800 millones de dólares, agregó.
La tesis de Arias es que el tesoro no ha sido encontrado por las dificultades que presenta la isla, que recibe unos 7.000 milímetros de lluvia por año, lo cual hace que el terreno cambie constantemente, y porque ha sido buscado en los lugares equivocados.
Es asombroso que nadie haya buscado en bahía Wafer, que es donde se encuentra el tesoro, según mi hipótesis, y no en bahía Chatham, como siempre se ha creído, enfatizó Arias. (