La trata de personas se ha convertido en un flagelo que crece en todo el mundo y cobra características especiales en América Latina y el Caribe, señalaron asistentes a una conferencia regional que finalizó este viernes en la capital chilena.
La Conferencia Hemisférica sobre Migración Internacional: Derechos Humanos y Trata de Personas en las Américas reunió a representantes 40 gobiernos americanos y europeos, expertos de organismos internacionales y a dirigentes de agrupaciones de la sociedad civil que actúan en estas materias.
Este encuentro se desarrolló en la sede de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), la agencia regional de la Organización de las Naciones Unidas encarga de la organización junto a la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
En sus conclusiones, la conferencia pidió a los gobiernos el reforzamiento de la cooperación en materia de migración internacional, así como en la prevención y combate contra las diversas formas de trata de personas, dando cumplimiento a los acuerdos y convenciones mundiales sobre estas materias.
De acuerdo a datos (de 1999) de la Oficina de las Naciones Unidas para el Control de Estupefacientes y la Prevención del Crimen, durante la década pasada la trata de seres humanos adquirió enormes proporciones y ningún país está libre de este flagelo, dijo la jefa de la Unidad de Derechos Humanos de Cepal, Carmen Artigas.
Como trata de personas se entiende al traslado de hombres, mujeres y niños de un país a otro, bajo engaño o coacción, con fines de beneficios económicos o de explotación laboral o sexual, que realizan mafias y otros grupos delictivos.
En muchos casos, los traficantes de drogas han cambiado su actividad a la trata de personas, por considerarla más lucrativa y de menor peligro, apuntó.
Artigas explicó que las desigualdades económicas, el alto desempleo y el desmembramiento del sistema de vida tradicional han aumentado últimamente la necesidad de procurarse empleo en otros países, lo cual crea un alto número potencial de emigrantes, de los cuales se aprovechan los traficantes de personas.
Esta tráfico usufructúa, a la vez, las crecientes dificultades impuestas a la inmigración por los países del Norte, lo cual es revelador de las asimetrías de una globalización que incluye individuos, poblaciones, países y regiones, y que al mismo tiempo excluye a otros tantos, según Miguel Villa y Jorge Martínez.
Casi 20 millones de latinoamericanos y caribeños son emigrantes, según un estudio con base en datos de 2000, presentado a esta conferencia por Villa y Martínez, expertos de la División de Población de Cepal.
Siete de cada 10 emigrantes latinoamericanos y caribeños residen, de manera regular o irregular, en Estados Unidos. Alrededor de la mitad del resto viven en otro país de América Latina o el Caribe y la otra mitad en distintas regiones del mundo, indica el estudio.
En Canadá residen más de medio millón de latinoamericanos y caribeños. En Europa, los principales receptores de estos emigrantes son España, Italia, Holanda y Gran Bretaña. Australia y Japón completan la lista de principales destinos.
La emigración intrarregional, que en décadas anteriores tenía como principales puntos de atracción a Argentina y Venezuela, disminuyó en los últimos años, aunque han surgido nuevos polos, como Costa Rica, Chile y República Dominicana, señalan Villa y Martínez.
Este fenómeno es multifacético y exige la adopción de medidas multilaterales, basadas en la cooperación entre los Estados, planteó Cepal, que criticó al mismo tiempo las políticas unilaterales frente a este asunto.
La agencia de la ONU planteó la necesidad de aunar esfuerzos en la lucha contra el tráfico de inmigrantes, objeto de lucro de organizaciones que operan a escala internacional.
El secretario ejecutivo de Cepal, José Antonio Ocampo, planteó que el fenómeno migratorio debe estar incluido en la agenda hemisférica, en los diversos procesos de integración regional y en los acuerdos multilaterales entre América Latina y el Caribe y la Unión Europea.
América Latina y el Caribe se enfrentan a la forma más grave de violación de los derechos de los migrantes: la trata de personas, y hoy no existe desafío más importante que la lucha contra ese flajelo, afirmó el jefe de gabinete de la Dirección General de OIM, Richard Perruchoud.
Sin embargo esa lucha se ve dificultada porque aun en casos en que se identifica a agentes de la trata de personas es difícil convencer a las víctimas que testifiquen contra ellos, ya que tienen miedo a represalias contra sus familias, se sienten avergonzadas de regresar al país de origen y no se les protege como testigos, indicó Artigas.
La jefa de la División de Derechos Humanos de Cepal advirtió que en muchos países se trata a quienes son objeto del tráfico de personas como infractores y no como víctimas, a lo cual se suman también casos de corrupción de policías que son cómplices de esas organizaciones delictivas.
Según informes citados por Artigas, las víctimas rusas de trata de personas que trabajan en la industria del sexo en Alemania dicen percibir 7.500 dólares mensuales, de los cuales el explotador retiene por lo menos 7.000.
La trata de seres humanos no está confinada a la industria del sexo, observó la experta.
Los niños también son víctimas de esta práctica para trabajar por pago de deudas en tareas extenuantes, al igual que los hombres para desempeñarse de modo ilegal en los trabajos conocidos en inglés como las 3 D, sucios, dificultosos y peligrosos (dirty, difficult and dangerous), agregó.
Por su parte, Melba Martínez, del Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia, dijo que en su país se incluye también en la trata a las personas correo, que son aquellas utilizadas para el transporte de sustancias ilegales o lavado de activos, como una aberrante modalidad del comercio de seres humanos. (FIN/IPS/ggr/dm/hd/02


