El corte del suministro de alimentos, medicinas y otros productos se agrega a las dificultades de la población civil de Nepal atrapada en la guerra civil entre el ejército y los rebeldes maoístas.
Las autoridades de este reino del Himalaya decidieron cercar las zonas controladas por los insurgentes y cortarles el suministro de ciertos artículos básicos, pero no sólo los rebeldes sufren las consecuencias.
Por ejemplo, en el occidental distrito de Rolpa, un bastión maoísta, existe un virtual bloqueo de arroz, alimentos instantáneos, medicinas y baterías.
Los residentes deben caminar un día y medio para comprar arroz y volver con 10 kilogramos, el límite máximo de la ración.
Birendra Nath Sharma, jefe de distrito, explicó que el arroz complementa la dieta básica de maíz y cebada, pero en este período de escasez y con los crecientes desplazamientos internos desde las aldeas, la producción de alimentos está muy afectada.
Los perjuicios que sufre la gente común por la guerra aumentan en el sexto año de la rebelión, que afecta a dos tercios del territorio nacional.
La organización de derechos humanos Amnistía Internacional expresó preocupación por la escalada de abusos cometidos tanto por los insurgentes como por las fuerzas de seguridad, en especial desde la declaración del estado de emergencia, en noviembre de 2001.
Más de 2.500 personas han muerto desde el estallido de la rebelión maoísta, en 1996, con el objetivo de sustituir la monarquía constitucional por una república democrática.
Atrapados en medio de la guerra civil quedan los no combatientes, víctimas de ataques planificados contra obras de infraestructura, asesinatos perpetrados por ambas partes y restricciones al movimiento de mercancías.
Estas restricciones implican que en Libang, capital del distrito de Rolpa, los camiones que descargan artículos para los aldeanos sean cuidadosamente revisados, y que nada se mueva sin el permiso del jefe distrital.
Pero durante más de seis semanas, el jefe distrital no ha aprobado nuevos suministros de medicamentos, por lo tanto las reservas se están agotando y la mayoría de las clínicas de atención primaria de la salud y las farmacias han cerrado.
En localidades satelitales como Sullichaur, las farmacias ya no disponen de fármacos contra la diarrea, paracetamol y penicilina, justo cuando las enfermedades causadas por contaminación están en aumento, probablemente como consecuencia del creciente número de fosas comunes poco profundas y de cadáveres semienterrados.
Pero sorprendentemente, la demanda de zapatos deportivos Gold Star supera a la de cualquier otro producto, incluso alimentos y medicinas.
Esos calzados son de fabricación nacional y se venden a cuatro dólares el par, un precio imbatible en comparación con zapatos importados como los Nike o Reebok.
Como los rebeldes maoístas hallan ideales los zapatos Gold Star para escalar y descender de las montañas y mantenerse lejos del alcance de las fuerzas de seguridad, las autoridades decidieron limitar el suministro y la venta de la marca en los distritos controlados por los rebeldes.
En las ferias fuertemente patrulladas de Rolpa, nadie puede comprar más de un par por vez.
El comerciante Man Shyan Pun, de la aldea de Maddichaur, contó que antes de la restricción, un maoísta armado entró en su tienda, compró 15 pares y le pagó en rupias indias, la moneda preferida.
La población civil también siente la falta de esos zapatos, que resultan muy útiles en el escabroso terreno del interior nepalés.
El propio jefe de distrito usa un par de Gold Star, al igual que el jefe de policía y varios de los soldados apostados en Libang.
Los Gold Star son tan apreciados que no todos los maoístas de Rolpa tienen un par, y muchos nuevos reclutas usan simples zapatillas de goma.
Parece que la jerarquía indica quién tiene derecho a usar zapatos de esa marca, y en qué estado de uso. Comrade Dileep, por ejemplo, parecía más orgulloso de sus Gold Star nuevos que de su cinturón de explosivos.
La vida es más fácil para los civiles que buscaron la protección de la policía y el ejército en Libang.
Chandra Bahadur Pun, de 18 años, logró comprar un par nuevo de Gold Star, aunque se convirtió en un desplazado interno.
Los zapatos ayudaron a Chandra a entrar al ejército como voluntario, para actuar como guía y transportar equipos, aunque sin remuneración.
Sin estos zapatos deportivos, el capitán no me hubiera reclutado, dijo. (FIN/IPS/tra-en/rm/rdr/js/mlm/ip/02