Nuevas prioridades de política exterior de Estados Unidos postergaron la tarea de reconstrucción nacional impulsada por Washington en Afganistán hace casi un año, tras el derrocamiento del régimen Talibán en ese país centroasiático.
La campaña de Washington para derrocar al régimen de Saddam Hussein en Iraq y el incumplimiento de las promesas internacionales de ayuda financiera complican la situación de Afganistán, una nación devastada por 23 años de guerra.
Además, el triunfo electoral este mes de partidos fundamentalistas islámicos en dos provincias de Pakistán fronterizas con Afganistán significó un revés para los planes de Washington.
Esos partidos religiosos condenan la acción militar de Estados Unidos en Afganistán el año pasado, luego de los atentados del 11 de septiembre de 2001, y se oponen a cualquier presencia militar estadounidense dentro de Pakistán.
La guerra contra el terrorismo lanzada por el presidente George W. Bush está estancada, dado que el saudí Osama bin Laden, su lugarteniente Ayman al Zawahiri, y el líder supremo de Talibán, el mulá Omar, permanecen libres en paradero desconocido.
El régimen Talibán protegía a Bin Laden, el líder de la organización terrorista islámica Al Qaeda, acusado por Estados Unidos de ser el autor intelectual de los ataques del 11 septiembre en Nueva York y Washington.
Bush lanzó la guerra contra Afganistán el año pasado para atrapar a Bin Laden y al mulá Omar vivos o muertos y expulsar del poder al grupo extremista islámico Talibán.
El canciller afgano Abdulá Abdulá expresó en una entrevista con la prensa su temor a que en caso de un ataque contra Iraq, los terroristas intenten desestabilizar Afganistán.
Abdulá no mencionó la probable reacción dentro de la población afgana, que también es de mayoría musulmana.
El jefe del Comando Central de las Fuerzas Armadas estadounidenses, general Tommy Franks, visitó la semana pasada Pakistán y Afganistán e intentó disipar ambos temores.
Ningún conflicto con Iraq afectará nuestra misión en Afganistán, aseguró a soldados estadounidenses estacionados en la base de Bagram, en las afueras de Kabul, la capital afgana.
Franks manifestó satisfacción por la cooperación de Pakistán en la guerra contra Al Qaeda y su esfuerzo para combatir el terrorismo dentro de territorio pakistaní, porque Islamabad reconoce que el terrorismo no es sólo un problema internacional, sino también para ellos y para la región.
A pesar de estas declaraciones, el objetivo declarado de Estados Unidos en Afganistán todavía está lejos de cumplirse.
La imperiosa necesidad de apoyo financiero para la estabilidad política de Afganistán compite con la obsesión de Bush con Iraq, si no con Corea del Norte también.
Mientras, las fuerzas estadounidenses son blanco de ataques, principalmente de francotiradores o de cohetes.
Al Qaeda se está reconstituyendo, su nivel de amenaza es el mismo que el del verano (boreal) pasado y viene por nosotros, advirtió al Congreso estadounidense George Tenet, director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA).
Antes del atentado el día 12 en la isla indonesia de Bali, que dejó al menos 187 muertos, Zawahiri, el principal colaborador de Bin Laden, había advertido contra ataques contra Estados Unidos y sus aliados.
Este mes hubo también atentados en Kuwait, Pakistán y Filipinas.
En cuanto a Pakistán, aunque el Departamento de Estado consideró las últimas elecciones un paso bienvenido hacia la democracia, la posición no oficial parece indicar lo contrario.
El poder que los fundamentalistas han ganado en los comicios no tiene precedentes en Pakistán, y probablemente afectará los esfuerzos de Estados Unidos para atrapar terroristas de Al Qaeda en las regiones fronterizas de Afganistán y Pakistán, publicó The Washington Times en su editorial del día 21.
Sin embargo, el principal problema en Afganistán no son las repercusiones políticas de las elecciones en Pakistán, sino el hecho de que su propia situación política no se haya estabilizado casi un año después del derrocamiento de Talibán, el noviembre de 2001.
La comunidad internacional prometió en una conferencia celebrada en Tokio el pasado enero 4.500 millones de dólares para Afganistán, 1.800 millones de ellos para este año, pero hasta ahora sólo le otorgó 900 millones.
La Organización de Cooperación Económica (ECO), integrada por 10 países de Asia oriental y occidental, decidió el día 14 establecer un fondo especial para reconstruir Afganistán.
Entre otros proyectos, ECO respaldará la construcción de un gasoducto desde Turkmenistán hasta Pakistán pasando por Afganistán. Pakistán es la salida más próxima al mar para Asia central.
El gasoducto de 1.450 kilómetros costaría 2.000 millones de dólares, y una vez en funcionamiento, le generaría a Afganistán unos 300 millones de dólares al año en derechos de tránsito.
Pero el proyecto está inextricablemente ligado a la paz y la estabilidad en Afganistán, y éstas parecen más y más distantes a medida que Estados Unidos vuelca su atención de la construcción nacional en Afganistán al cambio de régimen en Iraq. (FIN/IPS/tra-en/mh/js/mlm/ip/02