La Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible, que concluye este miércoles en la ciudad sudafricana de Johannesburgo, fue la reunión global más cara de la historia.
Su costo es de 55 millones de dólares. Pero, ¿quién paga? La mayor parte del presupuesto salió de las billeteras del gobierno y del sector privado de un país en desarrollo, el anfitrión Sudáfrica.
La cumbre es también la de mayor concurrencia. En la primera semana se contaron 15.800 personas. Y la cifra aumentó en otros 15.000 visitantes cuando la cita llegó a punto máximo, con la visita de 104 jefes de Estado y sus comitivas.
Casi todas las naciones acudieron a Johannesburgo. Los únicos cinco países del mundo que no tienen representación son Chad, Nuru, San Vicente y Granadinas, San Marino y Turkmenistán.
Johannesburgo reemplazó a Blantyre (Malawi) como la ciudad más barata del planeta. Pero los taxistas parecen no estar de acuerdo. En estos días, han cuadruplicado las tarifas.
Unos 2.000 periodistas se acreditaron para la cobertura de la cumbre. La mayoría debió pelear por un espacio, una línea telefónica y una computadora en el centro de prensa ubicado en el lujoso suburbio de Sandton, donde se realiza la cita.
Si en la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro, en 1992, había preacuerdos y tratados políticos concretos que firmar (cambio climático, biodiversidad y desertificación), en Sudáfrica sólo un plan de acción general en torno a cinco asuntos generales: agua, biodiversidad, energía, agricultura y salud pública.
Para la mayoría de las organizaciones no gubernamentales la Cumbre no fue democrática ni transparente. Las negociaciones se llevaron a cabo a puertas herméticamente cerradas.
*Publicado originalmente el 31 de agosto en la red latinoamericana de diarios de Tierramérica. (FIN/Tierramérica/en/dv/02
