La destrucción de las represas y sistemas de riego por el lodo que arrastran las lluvias excesivas es otra de las preocupaciones de las autoridades de Perú ante la inminente llegada del fenómeno climático de El Niño.
A fines de este año y durante el próximo verano austral, El Niño se manifestará con una intensidad relativamente moderada, según pronosticaron el Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología de Perú y la Administración Océano Atmosférica Nacional de Estados Unidos.
La última aparición de El Niño, ocurrida en 1998, provocó graves destrozos en Perú, donde resultaron damnificadas más de 40.000 personas y destruidas casi 17.000 viviendas, centenares de kilómetros de carreteras y varios puentes, con pérdidas globales superiores a 1.200 millones de dólares.
El Niño es un fenómeno cíclico que se presenta cada tres o cinco años, derivado de una corriente de agua cálida que nace en el océano Pacífico frente a Australia y se desplaza hacia el este hasta las costas de América, provocando alteraciones del clima en varias regiones del mundo.
El fenómeno fue bautizado de ese modo n el siglo XVI por los pescadores peruanos, debido a que se inicia alrededor de Navidad. Posteriormente se advirtió que no se trataba de un problema sólo local, pues provocaba lluvias torrenciales, inundaciones y aludes en casi toda la costa sudamericana del océano Pacífico.
Más adelante, en la década del 50, la comunidad científica internacional comprobó además que formaba parte de una cadena mundial de incidentes atmosféricos, ya que El Niño es también responsable de inundaciones, vientos huracanados y sequías que se producen simultáneamente en otras latitudes.
Ahora en Perú, portavoces del Ministerio de Agricultura destacaron en los últimos días otro efecto perjudicial de El Niño, menos espectacular que las inundaciones, pero tal vez más grave.
Se trata de un fenómeno acumulativo y permanente, como es la colmatación de los fondos de las represas, túneles y sistemas de riego.
La llamada colmatación es el rellenado progresivo del fondo de lagos, estanques o ríos por el lodo arrastrado en las inundaciones, que en Perú ya ha reducido la capacidad de una importante represa a 50 por ciento de su capacidad y puesto en riesgo de colapso un túnel de derivación hidrográfica.
Las inundaciones son un catastrófico y espectacular efecto inmediato, pero las colmataciones son un daño oculto, progresivo, que suele dejarse desatendido y comprometen los sistemas de regadío, que son vitales para la agricultura y la población campesina, explicó a IPS el agrónomo Pedro Luque.
El experto se quejó de que en el presupuesto de este año el Ministerio de Economía no ha destinado recursos para recuperar la capacidad de las represas, túneles y canales afectados por el arrastre de lodo.
En ese presupuesto nacional se asignó 160 millones de soles (unos 45 millones de dólares) para urgencias sociales e impactos inmediatos, como la adquisición preventiva de carpas, frazadas y alimentos para los posibles damnificados por El Niño, así como reparaciones urgentes de carreteras y puentes.
Esos recursos serán aplicados en siete departamentos ubicados sobre la costa oceánica, uno en la sierra y otro en la selva, los cuales han sido declarados anticipadamente en emergencia por estar ubicados en zonas tradicionalmente afectadas por el fenómeno climático en gestación.
El caso más grave por la acumulación de sedimentos es el de la represa de Poechos, situada en el extremo norte de la costa peruana, sobre el río Chira, que al momento de construirse en 1976 a un costo de 855 millones de dólares tenía 865 metros cúbicos de capacidad de almacenamiento de agua.
Poechos acumuló una sedimentación de 379 millones de metros cúbicos a causa de los sucesivos ataques de El Niño, en especial durante los más intensos, en 1983 y en 1998, lo cual significa que la represa puede ahora retener sólo poco más de la mitad de agua de su capacidad original.
El jefe del grupo técnico que atiende la represa de Poechos, José Casanova, apuntó con desaliento que las empresas extranjeras consultadas sobre el costo de la extracción de los sedimentos acumulados en el fondo bordea un dólar por metro cúbico de lodo a extraer.
Eso significa casi unos 400 millones de dólares que Perú no está en condiciones de asumir en este momento, expresó.
Una solución de mediano plazo y menor costo, como sería la elevación en cinco metros de las paredes de la represa, implicarían una inversión de entre 40 millones y 50 millones de dólares para recuperar alrededor de 200 millones de metros cúbicos de capacidad de almacenamiento de agua.
El aumento de la altura de la represa debería completarse con trabajos de forestación en las zonas altas para disminuir el torrente de lodo en los próximos embates de El Niño, así como la construcción de diques y trampas de sedimentos en las quebradas por donde bajan los torrentes de agua durante las copiosas lluvias.
Según Luque, tampoco se dispone de esa cantidad, pero, por su menor cuantía, pueden ser conseguidos a través de la cooperación internacional.
Otra represa igualmente afectada por la sedimentación es la de Tinajones, a unos 800 kilómetros al norte de Lima, cuyo reservorio de agua es para 320 millones de metros cúbicos.
El riesgo más grave que soporta Tinajones son las severas averías del túnel de cinco kilómetros, que le proporciona la mayor cantidad de las aguas que almacena.
Ese túnel atraviesa la cadena montañosa de la cordillera de los Andes para llevar hacia la desértica costa peruana el agua de ríos de los valles de Cajamarca e, impedir así, que se pierdan en la vertiente amazónica y desemboquen finalmente en el océano Atlántico.
Esa construcción, que presenta grietas, fisuras y otras deficiencias, transporta 200 millones de metros cúbicos, con las que se riegan casi 90.000 hectáreas pertenecientes a unas 25.000 familias campesinas.
El Ministerio de Agricultura, con la ayuda de planes de cooperación de Alemania, ha montado en la cuenca del río Piura, en la costa norte, el Sistema de Alerta Temprana (SIAT), que puede alertar a la población campesina y urbana con 48 horas de anticipación sobre las crecidas fluviales inminentes. (FIN/IPS/al/dm/en dv/02