India se encuentra en un dilema mientras Estados Unidos intensifica su discurso belicista contra Iraq y prepara el ambiente en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para derrocar al régimen de Saddam Hussein.
Nueva Delhi se debate entre respaldar un ataque a Iraq como parte de la guerra mundial de Estados Unidos contra el terrorismo -que tan incondicionalmente respaldó hace un año, luego de los atentados del 11 de septiembre- o mantenerse en una posición más o menos independiente.
Por un lado, India procura de forma desesperada una asociación estratégica con Estados Unidos, a la que considera crucial para promover sus propios intereses en Asia meridional, principalmente para aislar a su rival y vecino Pakistán.
Por otro lado, Nueva Delhi mantiene buenas relaciones con Bagdad y tradicionalmente ha sido uno de los mayores compradores del petróleo iraquí.
Además, Iraq es uno de los pocos países del mundo que respalda la posición de Nueva Delhi sobre la disputada Cachemira, la única provincia india de mayoría musulmana, que ya fue causa de tres guerras entre India y Pakistán.
La decisión se complica todavía más porque el primer ministro indio Atal Bihari Vajpayee está bajo presión de grupos de derecha para superar lo que éstos llaman el estancamiento en las relaciones indo-estadounidenses.
Según esos grupos, Nueva Delhi debería apoyar enérgicamente la nueva doctrina estratégica de Washington de la anticipación armada.
No se sabe por ahora cómo resolverá el gobierno este dilema, pero está claro que éste se agudizará si Estados Unidos concreta su decisión de atacar a Iraq y derrocar a Saddam Hussein.
La cuestión iraquí es el único asunto de política exterior o estratégica sobre el cual el gobierno de Vajpayee y el de George W. Bush mantienen diferencias significativas desde que éste llegó al poder, en enero de 2001.
En otros asuntos, Nueva Delhi ha apoyado las medidas más unilateralistas de Bush, en especial las que contradijeron acuerdos internacionales sobre reducción de armas de destrucción masiva.
Por ejemplo, India fue el primer país del mundo en aplaudir el anuncio de Bush en mayo de 2001 sobre el plan de defensa nacional contra misiles balísticos, aunque por un cuarto de siglo se había opuesto al despliegue de armas estadounidenses en el espacio.
India, que alguna vez fue un país no alineado, se encontró también del mismo lado de Estados Unidos en la oposición al acuerdo internacional de prohibición de minas terrestres y al Tratado de Prohibición Total de Pruebas Nucleares, que Washington firmó (a diferencia de Nueva Delhi) pero no ratificó.
Asimismo, ambos gobiernos se opusieron con uñas y dientes a la creación de la Corte Penal Internacional.
El acercamiento de India a Estados Unidos se explica por varios factores, entre ellos la desorientación política luego del colapso de la Unión Soviética y el ascenso al poder del derechista e hinduista Bharatiya Janata Party (BJP), de orientación pro- estadounidense.
Otro factor importante es el esfuerzo de Nueva Delhi por normalizar su imagen internacional luego de las pruebas nucleares que realizó en mayo de 1998.
La inclinación del BJP hacia Washington se fortalece con el respaldo incondicional de ese partido líder de la coalición de gobierno al proceso internacional de globalización y a las políticas neoliberales en el plano doméstico.
Las autoridades indias esperaban que la nueva alianza estratégica entre Nueva Delhi y Washington marginara políticamente a Pakistán, que luego de sus propias pruebas nucleares, en mayo de 1998, padeció el retiro de la ayuda para el desarrollo, fuga de capitales y un virtual colapso económico.
La marginación de Islamabad ayudaría a Nueva Delhi a terminar con lo que denomina terrorismo transfronterizo, o la violencia de organizaciones islámicas paquistaníes respaldadas por el gobierno de Pakistán, que luchan por la autodeterminación de Cachemira.
Luego vinieron los atentados del 11 de septiembre y Pakistán se transformó en un aliado de Estados Unidos en la guerra contra el terrorismo al cambiar radicalmente su política hacia Afganistán y ayudar a Washington a derrocar al régimen Talibán.
Este giro contrarió mucho a India, que promovió en cambio una alianza entre democracias para combatir al terrorismo y trató de ganarse el apoyo de Estados Unidos para combatir a Pakistán.
Washington expresó solidaridad en el discurso hacia la posición de Nueva Delhi, pero buscó por todos los medios y logró evitar una nueva guerra entre India y Pakistán, que no se concretó por poco este año.
El resentimiento del gobierno de Vajpayee hacia el de Bush aumentó por la renuncia de éste a aprobar la venta de armas israelíes a Nueva Delhi, pese al apoyo tácito de India a la agresiva política de Israel hacia Palestina, apartándose de su postura tradicional.
El actual dilema por Iraq en medio de esta situación polarizó a los políticos indios.
De un lado están aquellos que desean retomar la antigua posición de Nueva Delhi en materia de relaciones internacionales, con énfasis en el multilateralismo, la primacía de la ONU y la oposición al uso de la fuerza como medio de resolver conflictos.
Del otro, está el lobby pro-estadounidense, que desea convertir a India en un aliado activo de Estados Unidos en las operaciones antiiraquíes.
Este último grupo no es unánime en cuanto a que Bagdad posee armas de destrucción masiva, pero sí en la exigencia a Nueva Delhi de respaldar la doctrina estadounidense de la anticipación armada.
La visión multilateralista podría prevalecer a corto plazo, al menos en el discurso, pero si Estados Unidos lanza la guerra contra Iraq, la actitud del gobierno indio asumirá mayor importancia y podría ser determinante para su propio futuro. (FIN/IPS/tra-en/pb/mlm/ip/02