El elevado costo de las deudas externa e interna de Brasil será el tormento del presidente que surja de las elecciones de octubre, en las que compiten candidatos que ya se ven obligados a asegurar la capacidad de pago del futuro gobierno.
Los postulantes con más posibilidades de suceder al presidente Fernando Henrique Cardoso son convocados con insistencia a precisar sus planes económicos para evitar un mayor derrumbe del real, la moneda nacional, que acumula desde mayo más de 20 por ciento de depreciación.
Luiz Inacio Lula da Silva, del izquierdista Partido de los Trabajadores, y Ciro Gomes, del socialdemócrata Frente Laborista, los dos candidatos opositores de Cardoso que encabezan las encuestas de opinión de voto, son vistos como una amenaza por acreedores e inversionistas.
La devaluación del real aumentó de modo alarmante la deuda pública, que alcanzó 61,9 por ciento del producto interno bruto (PIB) a fines de julio, muy por encima de la meta acordada con el Fondo Monetario Internacional.
Ese incremento se debe a que casi la mitad de la deuda neta del sector público está vinculada al dólar, debido a la emisión de títulos con garantía cambiaria o por tratarse directamente de deuda externa, explicó a IPS Raul Velloso, considerado uno de los mayores expertos en las cuentas del gobierno brasileño.
La situación mejoró en las últimas semanas, con la recuperación del real y la reducción de las tasas de interés en el mercado a futuro, pero la incertidumbre persiste y puede prolongarse más allá de las elecciones presidenciales, evaluó Velloso.
La cotización del dólar, que alcanzó el récord de 3,61 reales por unidad en julio, bajó ahora en torno a 3,10 reales, mientras el riesgo país, que fija la posibilidad de suspensión de pagos según la percepción de los inversionistas, se mantiene entre los más altos del mundo pese a que pasó de 2.300 puntos básicos a alrededor de 1.700.
Velloso advirtió que sólo será posible superar la crisis aguda y recuperar alguna estabilidad si el nuevo gobierno logra lidiar con el mercado de manera convincente. La situación política es la variable clave en la actualidad, sentenció.
El presidente elegido en la primera vuelta electoral del 6 de octubre o en una segunda ronda el 27 del mismo mes, además de las responsabilidades prematuras, tiene también senderos espinosos ya trazados para sus primeros años del gobierno que se iniciará el 1 de enero.
El acuerdo con el FMI, que le permitirá disponer de 24.000 millones de dólares en 2003, fija la meta de 3,75 por ciento del PIB para el superávit fiscal primario, es decir el saldo entre ingresos y gastos sin contar los intereses de la deuda. Eso deja poco margen de acción al gobierno, al limitar sus inversiones.
La meta fiscal a la que se obligó Brasilia es considerada indispensable —tanto por el FMI como por la mayoría de los economistas— para evitar un aumento incontrolado de la deuda pública y lograr en el futuro la reducción de las tasas de interés, un elemento necesario para estimular el crecimiento.
Pero esa receta del FMI de elevar el superávit primario para superar las crisis financieras no obtuvo resultados positivos en los últimos años en Brasil y mucho menos en Argentina. Los costos del interés sobre la deuda pública y de las devaluaciones cambiarias vienen superando el ahorro estatal.
Las perspectivas son mejores para las cuentas externas. Brasil ya acumuló un superávit comercial de 5.378 millones entre enero y agosto, por lo cual es factible llegar a los previstos 7.000 millones en la acumulación de este año y parece factible también alcanzar la meta de 2003, fijada en 9.000 millones de dólares.
Así, las transacciones corrientes del país, que incluyen la balanza comercial, el pago de intereses de la deuda y otros flujos de divisas, registraron una sensible mejora este año, con un déficit de 8.831 millones de dólares en enero y julio, casi la mitad de los 15.378 millones de igual periodo de 2001.
El gobierno espera limitar el déficit a 17.000 millones de dólares este año y a 15.400 millones en 2003. Para ello está en marcha un fuerte ajuste en la balanza de pagos, definió el director del Departamento Económico del Banco Central, Altamir Lopes.
Pero todo eso, sumado al préstamo del FMI, no aseguraron siquiera una tranquilidad financiera temporal. La renuencia de los bancos internacionales de mantener sus créditos de corto plazo, incluso a los exportadores brasileños, desnudó la vulnerabilidad del país, provocando escasez de divisas.
El futuro presidente brasileño tendrá así que actuar con extremada habilidad o buscar un milagro para no someterse al panorama heredado de Cardoso.
La deuda pública interna, que equivalía a 30 por ciento del PIB en 1994, se duplicó desde entonces, mientras que sus intereses cuestan más de 100.000 millones de reales (32.200 millones de dólares) cada año, destacó el economista y diputado Delfim Neto.
El gran factor de la crisis son estos datos concretos y no los riesgos electorales, apuntó Neto, ex ministro de Planificación, de Agricultura y también de Hacienda en las dictaduras militares entre 1970 y 1980. (FIN/IPS/mo/dm/if ip/02