Músicos, actores y otros artistas de Africa austral evalúan el resultado de su trabajo durante la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible, que se realizó en Johannesburgo, capital económica de Sudáfrica y de la región.
La mayoría mide su éxito de acuerdo con la cantidad de actuaciones que realizaron durante la conferencia, celebrada entre el 26 de agosto y el 4 de este mes.
Tuvimos mucha exposición durante la cumbre, declaró Max Mtsetfwa, miembro de un quinteto de jazz que realizó seis presentaciones en un hotel de Sandton, el próspero barrio donde se concentraron las actividades de la conferencia internacional.
No sólo nos fue bien a nosotros, sino que conozco a muchos colegas que obtuvieron contratos para actuar en el exterior, agregó el músico.
Las autoridades de Johannesburgo, cuya imagen se vio afectada en los últimos años por la alta criminalidad y la pobreza urbana, tomaron medidas para revertir en parte esa imagen y sacar el máximo provecho posible de la conferencia.
Actores, músicos, bailarines nativos, humoristas y otros artistas sudafricanos y de países vecinos deleitaron a los cerca de 40.000 visitantes que llegaron a la ciudad para participar de la cumbre o sus foros paralelos.
Vinimos para conocer Africa, y si no fuera por los bailarines y cantantes tribales, todo lo que hubiéramos visto serían los mismos centros de compra y rascacielos que se ven en cualquier otra metrópolis, declaró Doris Hansen, una delegada sueca de una organización no gubernamental feminista.
La oficina del alcalde se aseguró de que los participantes de la cumbre conocieran el aspecto festivo de la ciudad, con exhibiciones de arte y actuaciones de músicos o bailarines dondequiera que una multitud se congregase.
La legendaria Egolde o Ciudad de Oro, que durante un siglo atrajo a trabajadores de toda Africa austral para trabajar en sus minas, se transformó en un lugar de búsqueda de talentos musicales africanos por parte de agentes extranjeros.
Algunos artistas reconocidos y aun legendarios en Africa, pero desconocidos fuera del continente, recibieron en la cumbre el empujón que precisaban para una carrera internacional.
Uno de ellos es el músico sudafricano Johnny Clegg, de 44 años, el zulú blanco que desafió al régimen del apartheid al formar en la década de 1980 una banda multirracial, Jaluka, que popularizó canciones en idiomas nativos como el siZulu y el siXhosa.
Clegg realizó durante la cumbre una autobiografía musical en el Civic Auditorium. El alcalde de Johannesburgo invitó a unos 1.000 periodistas, en su mayoría extranjeros, a una de sus actuaciones.
Esto es más de lo que muchos periodistas han visto de una sola vez, dijo Clegg, sin duda previendo artículos de prensa que le valdrían algunos contratos.
La música africana también recibió un espaldarazo gracias a una campaña publicitaria que incluyó la distribución a delegados y periodistas de 50.000 discos compactos titulados Joburg: Hits from the City of Gold (Joburg: Exitos de la Ciudad de Oro).
Los 16 temas del disco pertenecen a músicos que se lanzaron al estrellato en Johannesburgo, entre ellos la cantante de jazz Dorothy Masuka, que exportó la música de los municipios negros a Europa por primera vez en los años 50, y Hugh Masekela, el trompetista cuyo Groovin in the Grass se convirtió en un éxito internacional en los años 60.
El compacto también incluye temas de Sipho Hotsticks Mabuse y de los grupos Stimela y Mango Groove, que tuvieron grandes éxitos en las décadas de 1980 y 1990, y de otros músicos de aparición más reciente, como Kwela Tebza.
Casi todos los artistas del disco realizaron presentaciones durante la cumbre, y sus grabaciones podían escucharse en diversos lugares de reunión en los ratos de descanso.
Pero los músicos más beneficiados por la cumbre fueron los menos conocidos, que literalmente obtuvieron un escenario mundial donde exponerse. Ellos esperan que esa exposición no sólo haya impresionado a los visitantes extranjeros, sino que también les genere respeto en su propio país.
Es hora de que los sudafricanos despertemos a lo que tenemos aquí, compremos nuestros propios discos y transmitamos nuestra propia música por la radio, instó Mtsetfwa.
Pero no sólo en escenarios formales se exhibió el talento de artistas africanos.
Entre los mimos, juglares y teatros de títeres que podían encontrarse en la plaza detrás del Hotel Michelangelo, en Sandton, actuaba un quinteto de flautistas llamado Sihlangu que se transformó en sinónimo del sonido de los municipios negros de Johannesburgo en los años 50.
Estos músicos no recibieron ofertas para trabajar en Europa, como esperaban, pero el plato que tenían en el piso frente a ellos estaba rebozante de billetes. (FIN/IPS/tra- en/jh/mn/mlm/cr/02