SALUD-CUBA: Vigilancia ambiental para evitar dengue

Las autoridades de Cuba incorporaron el control del ambiente al plan sanitario encaminado a evitar nuevas epidemias de dengue, luego del rebrote que afectó en especial a la capital del país a comienzos del año.

La nueva estrategia permite localizar las zonas cuyas condiciones favorecen la cría del mosquito Aedes aegypti, trasmisor del dengue, una enfermedad viral que se extiende por zonas tropicales y subtropicales.

”Hemos hecho un análisis muy serio después de la última epidemia y se ha planteado la vigilancia ambiental como una forma superior” en los controles, explicó a IPS la jefa del Departamento de Virología del Instituto cubano de Medicina Tropical Pedro Kouri, Guadalupe Guzmán.

Esa entidad encabeza la búsqueda en Cuba de una vacuna contra el dengue, que también involucra al Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología y al Instituto Finlay, todos radicados en La Habana.

La epidemia de dengue en la capital cubana, iniciada a mediados del año pasado y superada en marzo, puso al desnudo el grave problema ambiental y sanitario provocado por la acumulación de residuos en hogares y sitios públicos.

El saneamiento de La Habana, donde residen unas 2,2 millones de personas, incluye la recolección de unos dos millones de metros cúbicos de escombros, la fumigación semanal de las viviendas, el tratamiento de aguas conservadas en depósitos y el aislamiento de los enfermos.

Guzmán señaló que la experiencia demostró que es necesario ubicar las zonas de la ciudad cuyas condiciones favorecen la cría del vector y trabajar sobre ellas para transformar todo lo posible la situación.

”En todo esto es muy importante el trabajo comunitario, porque además de mejorar el abastecimiento de agua y recoger los desechos en una ciudad, tiene que haber un cambio en la forma de pensar y actuar de la población”, agregó.

La científica precisó que su país y Singapur figuran entre los pocos países que han logrado controlar el dengue, una enfermedad que este año comenzó otra vez a causar estragos en América Central, en particular en El Salvador.

La densidad del vector aumenta por las condiciones de marginalidad en que viven millones de personas en las grandes ciudades, marcadas por el hacinamiento, la falta de agua potable y la acumulación de desechos.

Esa es una situación recurrente en la mayoría de los países de América Latina, que ya se comienza a parecer a la del sudeste asiático, donde se registran epidemias cada año, consideró Guzmán.

La experta agregó que en algunos lugares de América Latina ya están presentes los cuatro tipos del virus, algunas naciones tienen dos o tres serotipos a la vez y altas densidades de Aedes aegypti, que también transmite la fiebre amarilla.

Por otro lado, el incremento de la temperatura global, debido al cambio climático, acortará el periodo de incubación del dengue en el mosquito, que hoy es de entre 10 y 15 días desde que pica a una persona infectada hasta que está en capacidad de trasmitir el virus.

El recalentamiento de la tierra se debe a la liberación a la atmósfera de gases, el principal de los cuales es el dióxido de carbono, producido por la quema de combustibles fósiles como los derivados del petróleo, el carbón y el gas natural.

Los gases que causan el llamado efecto invernadero impiden, al acumularse, que el calor originado por la acción del sol en la superficie de la Tierra se traslade fuera de la atmósfera.

”El cambio climático favorece una mayor trasmisión, pero no es el elemento que explica la emergencia actual del dengue”, aclaró Guzmán, jefa del grupo investigador de la vacuna contra el dengue.

Guzmán opinó que en la actualidad influye más directamente en la expansión del dengue las condiciones de vida de los seres humanos y el movimiento global de personas, además de la ausencia de programas sustentables de salud en muchos países.

”En menos de 24 horas se puede dar hoy la vuelta al mundo, gracias al alto desarrollo de los medios de transporte, lo que facilita la transmisión y expansión de los cuatro tipos de virus de dengue”, advirtió.

En ese sentido, insistió en que un país no logra nada si su vecino no está también aplicando medidas estrictas de control. ”Esto se complica mucho más en naciones con fronteras donde el trasiego de personas es constante”, agregó.

”Mientras aparece la vacuna preventiva, resulta imprescindible poner en práctica programas sostenibles de control del dengue y del mosquito trasmisor. Por ahora, no hay otra opción”, subrayó.

Para Guzmán, un programa sostenible debe incluir la vigilancia ambiental, clínica y entomológica e involucrar a muchas instituciones del país, por lo tanto, ”la voluntad del Estado resulta fundamental”.

Las primeras epidemias de dengue en el mundo fueron reportadas entre 1779 y 1780 simultáneamente en varias áreas de Africa, América y Asia.

En América, esa enfermedad que casi había sido erradicada junto al combate contra la fiebre amarilla, reapareció con fuerza en los años 60 para asentarse en las zonas tropicales y ahora avanza en las subtropicales en sus cuatro variantes.

El dengue clásico se manifiesta con fiebre alta, fuerte dolor de cabeza, pérdida del sentido del gusto y el apetito, erupciones en el pecho y miembros inferiores, náuseas y vómitos.

En la fiebre hemorrágica, la variante más peligrosa de la enfermedad, se añaden dolor de estómago intenso y continuo, piel pálida, fría o pegajosa, hemorragias nasales, bucales o gingivales, vómitos frecuentes, entre otros síntomas.

El dengue hemorrágico llevó a la muerte en 1981 en Cuba a 158 personas, 101 uno de las cuales eran niños, mientras que en 1989 causó estragos en Venezuela.

Expertos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) han alertado que 2002 es especialmente negativo para el control del dengue y se asemeja a 1998, cuando se registró una epidemia que afectó prácticamente al mismo tiempo todas las áreas tropicales del mundo.

En 1998 se registraron 1,2 millones de casos, aunque los especialistas calculan que en la actualidad las cifras reales son mayores y podrían llegar a 15 millones de contagios por año.

El proceso del dengue muestra que después de un brote mayor vuelve un año de calma, como fue 1999. Luego, cada año comienza a recuperarse hasta que se desencadena una nueva epidemia. (IPS/FIN/pg/dm/he/02

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