RIO+10: Hablar es cada vez más costoso

La Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible que se realiza en Sudáfrica cuesta tres veces más que la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, celebrada en Río de Janeiro en 1992.

La Cumbre de Río, la mayor reunión de líderes mundiales hasta entonces, insumió poco más de 15 millones de dólares, frente al costo entre 50 y 55 millones de la conferencia de 10 días puesta en marcha el lunes en la ciudad de Johannesburgo.

El aumento excede por lejos el factor inflacionario, que habitualmente se tiene en cuenta al evaluar el costo real de las conferencias de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Desde 1992, el foro mundial ha organizado una serie de grandes conferencias sobre cuestiones clave: derechos humanos (Viena, 1993), población (El Cairo, 1994), desarrollo social (Copenhague, 1995), mujeres (Beijing, 1995), vivienda (Estambul, 1996), alimentación (Roma, 1996) y financiación para el desarrollo (Monterrey, 2001).

La ONU también organizó la Cumbre del Milenio, realizada en 2000 en Nueva York.

Según el Departamento de Información Pública de la ONU, la mayoría de las conferencias de la organización mundial cuestan entre 1,8 y 3,4 millones de dólares, y la única excepción fue la Cumbre de Río.

Grispian Olver, director general del Departamento de Asuntos Ambientales y Turismo, afirmó que el presupuesto original de la nueva Cumbre era de 550 millones de rands, equivalentes a unos 46,3 millones de dólares.

Pero los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos determinaron el aumento del presupuesto de seguridad. ”Quisimos tener la certidumbre de que la planificación de seguridad fuera absolutamente perfecta”, dijo Olver.

En una conferencia de prensa realizada en febrero, Olver sostuvo que el gobierno de Sudáfrica había aportado casi 200 millones de rands, y el resto del dinero procedía de países y empresas donantes.

Estados Unidos y la Unión Europea han criticado duramente las grandes conferencias de la ONU por su alto costo y su falta de logros.

Madeleine Albright, que fue embajadora estadounidense ante la ONU y luego secretaria de Estado (canciller), llegó a pedir una suspensión de todas las conferencias del foro mundial ”hasta que se hayan implementado los resultados de las últimas”.

Estados Unidos propuso realizar, en lugar de las conferencias, sesiones especiales de la Asamblea General en la sede de la ONU en Nueva York, como forma de evitar grandes costos. Al menos dos de esas sesiones especiales se celebraron en los últimos años: sobre sida y sobre infancia.

La Cumbre de Johannesburgo reabre entonces el debate sobre la utilidad de las conferencias de la ONU. El subsecretario general y director del Departamento de Información Pública del foro mundial, Shashi Tharoor, afirmó que las conferencias internacionales no producen sólo ”discursos vacíos”, como dijo un periodista.

Tharoor señaló que el silencio aísla a las personas, y aunque es cierto que muchas de las reuniones internacionales se caracterizan por lo que el escritor T.S. Eliot llamó ”la intolerable lucha con las palabras y sus significados”, esas palabras ”articulan aspiraciones, identifican enfoques comunes, revelan brechas y ayudan a salvarlas”.

”Sin conversaciones, nunca habría acuerdo, y sin acuerdo, no habría acción”, afirmó el funcionario.

Su intervención determinó una réplica de Richard Holbrooke, ex embajador de Estados Unidos ante la ONU. ”Miles de personas se reúnen y gastan millones o decenas de millones de dólares” para ”discutir sobre antiguas diferencias y aprobar resoluciones pomposas pero vacías”, observó.

Lo mejor sería aplicar directamente el dinero al problema en discusión, opinó Holbrooke.

Consciente de esta crítica, la Secretaría de la ONU advirtió el mes pasado a todos sus funcionarios que evitaran las extravagancias y los excesos en Johannesburgo.

”Debemos tener en cuenta que esta conferencia tiene lugar en medio de una gran crisis alimentaria en Africa austral, que afecta a 13 milones de personas”, indicó Iqbal Riza, jefe de gabinete del secretario general de la ONU, Kofi Annan.

Riza también advirtió a los jefes de división que evitaran enviar a Johannesburgo demasiado personal, ”lo que puede percibirse como un derroche de recursos humanos y financieros”.

Sería sensato ”abstenerse de una hospitalidad excesiva, y cualquier evento patrocinado por las Naciones Unidas debería ser modesto y frugal”, agregó.

La semana pasada, en un mensaje de correo electrónico ampliamente difundido, un ex embajador latinoamericano ante la ONU y alto funcionario del gobierno de su país se quejó del alza de precios en Johannesburgo.

”Los precios de todos los servicios son superiores a lo normal, en particular los de hoteles y transporte local. A los delegados que asisten a las reuniones de alto nivel de tres días de duración se les exige pagar por los 10 días de la cumbre, sin excepciones”, señaló.

El ex embajador dijo que su país, que atraviesa una grave crisis financiera, no puede darse el lujo de enviar una gran delegación a Johannesburgo dados los precios que se cobran en esta ciudad.

”Luego que la Asamblea General de la ONU decide el sitio de una conferencia, los organizadores hacen lo que quieren para aprovechar la situación”, dice el mensaje electrónico.

Sudáfrica compitió con Indonesia por la sede de la Cumbre. Como premio consuelo, Indonesia albergó la última reunión de la Comisión Preparatoria de la Cumbre, realizada en Bali en junio. (FIN/IPS/td/dv/02

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