La guerra está declarada en Washington, pero de momento no contra algún enemigo extranjero, sino entre distintos sectores del gobernante Partido Republicano que se disputan la voluntad del presidente George W. Bush.
Se cree que el enfrentamiento se intensificará el mes próximo, cuando el Congreso termine su receso y Bush caiga bajo intensa presión para decidir si Estados Unidos atacará a Iraq en el primer semestre de 2003.
Por ahora, la guerra es entre los conservadores realistas que dominaron el gobierno de George Bush padre (1989-1993) y la coalición neoconservadora representada por los actuales líderes civiles del Pentágono y por el vicepresidente Dick Cheney.
Una serie de declaraciones de militares de alto rango, desconfiados del aventurismo de sus jefes civiles, marcaron las escaramuzas preliminares.
El conflicto quedó declarado la semana pasada, cuando el general retirado Brent Scowcroft, consejero de seguridad nacional de Bush padre, criticó duramente la idea de la guerra contra Iraq en las páginas editoriales del diario The Wall Street Journal.
Scowcroft advirtió que el ataque a Bagdad podría destruir la cooperación internacional para la guerra contra el terrorismo y desestabilizar a los regímenes árabes de la región, facilitando uno de los objetivos estratégicos de (el presidente iraquí) Saddam Hussein.
Así mismo Scowcroft, que preside la actual Junta Asesora Presidencial de Inteligencia Exterior y por tanto tiene acceso a secretos de inteligencia, puso en duda cualquier vínculo entre Saddam Hussein y la organización terrorista Al-Qaeda, y descartó totalmente cualquier relación entre Bagdad y los atentados del 11 de septiembre en Nueva York y Washington.
La columna de Scowcroft hubiera creado por sí misma una conmoción, pero además al día siguiente The New York Times citó esa crítica en su artículo de tapa, bajo el título de Republicanos de alto rango rompen con Bush por estrategia sobre Iraq.
Además del artículo de Scowcroft y de una columna del ex secretario de Estado Henry Kissinger, quien arguyó que la guerra contra Iraq puede ser justificable pero Washington debe antes cultivar el apoyo del público en el país y en el exterior, el diario citó a varios funcionarios del Departamento de Estado.
Bajo condición de reserva, esos funcionarios declararon que están intentando en forma desesperada detener la carrera hacia la guerra en debates intragubernamentales.
The New York Times también citó a otro ex secretario de Estado republicano, Lawrence Eagleburger, quien comparte la opinión de Scowcroft, y a un republicano de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado que encabeza las fuerzas opuestas a la guerra.
La respuesta no se hizo esperar. El lunes, The Wall Street Journal y el Weekly Standard de Rupert Murdoch, defensores de la posición de los halcones del Pentágono y del vicepresidente Cheney, ridiculizaron la idea de una división en las filas republicanas.
En su artículo editorial, titulado ¿Esta es la oposición?, el Journal criticó a Scowcroft y al secretario de Estado Colin Powell, a los que consideró practicantes de la realpolitik.
Esa noción, agregó, promueve el equilibrio de poder al viejo estilo europeo y resiste una política exterior con un fuerte componente moral o dirigida a difundir los principios y la democracia de Estados Unidos.
Por lo tanto, defiende la 'estabilidad', aun cuando sea impuesta por dictadores, sobre las aspiraciones democráticas, afirmó el Journal, y enumeró una serie de errores supuestamente cometidos por Scowcroft, Eagleburger y Powell durante el gobierno de Bush padre.
Los supuestos errores incluyen la falta de intervención contra el entonces presidente de Yugoslavia, Slobodan Milosevic, la defensa del mantenimiento de la Unión Soviética bajo la presidencia de Mijail Gorbachov, y, peor, la exhortación a Bush padre a detener la guerra del Golfo.
Esa exhortación se debió en parte al temor de la CIA (Agencia Central de Inteligencia) de que un Iraq dividido, sin un dictador, sería peor que un Iraq 'estable' gobernado por Saddam o por su sucesor del Partido Baath, agregó el diario.
Mientras, el Weekly Standard lanzó su propio ataque contra Scowcroft y The New York Times en un artículo titulado El eje de la pacificación, escrito por el jefe de redacción de la publicación, William Kristol.
Kristol es cofundador del Proyecto para un Nuevo Siglo Americano, un grupo integrado por asociados de las fuerzas radicales del Pentágono y de la vicepresidencia.
El internacionalismo europeo y el aislacionismo de Pat Buchanan son las alternativas intelectualmente honestas a la doctrina Bush, dice el artículo, pero Scowcroft y el Times no abrazan ninguna de las dos y fingen estar preocupados porque el gobierno no presenta suficientes argumentos para la guerra.
Pero el principal blanco del ataque de Kristol fue Powell, quien fue presidente del Estado Mayor Conjunto bajo la presidencia de Bush padre.
Por su popularidad en el país y su estatura en el exterior, este secretario de Estado podría ser de gran ayuda si se uniera al presidente, el vicepresidente, la asesora de seguridad nacional y el secretario de Defensa para defender la doctrina Bush con respecto a Iraq, escribió Kristol.
En cambio, permite que sus principales asesores declaren al New York Times que él está en desacuerdo con el presidente e intenta contenerlo desesperadamente, señaló.
Powell y el subsecretario de Estado Richard Armitage tienen derecho a su propia visión de la política exterior, pero pronto deberán decidir a quién desean servir: al presidente o a sus opositores, concluyó Kristol.
Las primeras escaramuzas de este conflicto tuvieron lugar en medio del calor de agosto, cuando gran parte de los habitantes de Washington se encuentran de vacaciones en las montañas, en el mar o en Europa, por lo tanto se espera que en las próximas dos semanas reine la calma.
Pero las líneas de batalla están claramente establecidas, y sólo puede esperarse una intensificación del enfrentamiento una vez que la actividad política vuelva a su ritmo normal. (FIN/IPS/tra-en/jl/ml/mlm/ip/02
