SALUD-BRASIL: Ciudadanas de segunda categoría

La abogada brasileña Beatriz Pacheco, de 53 años, se siente una ”ciudadana a medias” desde hace cinco años, cuando descubrió que en su organismo anidaba el virus de inmunodeficiencia humana (VIH), causante del sida.

Su tarea como defensora de personas infectadas y activista en la prevención del contagio hizo pública su condición y despertó la discriminación. ”Fuera 'aidética'(enferma de sida), esto no es un hospital de caridad”, escribió una mano anónima en el edificio en que Pacheco vivía.

Cuando se trata de justificar un despido laboral, los médicos no consideran enfermedad la infección por VIH si no se presentan síntomas del sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida).

Pero el resultado positivo del análisis del sida basta para negar cualquier tipo de seguro a la persona infectada o cuando ésta pretende afiliarse a un plan de salud colectivo, observó Pacheco, que vive en la meridional ciudad de Porto Alegre.

Sin seguro no se logra acceso a créditos ni a financiación para adquirir una casa propia. ”Yo, por ejemplo, tendré que vivir siempre en vivienda alquilada, porque no me financian la adquisición de una casa, aunque gano lo suficiente para asegurar el pago como funcionaria jubilada de la Justicia del Trabajo”, dijo la abogada a IPS.

Las mujeres VIH positivas, especialmente las ancianas y las pobres, se enfrentan a los mayores obstáculos para seguir viviendo y luchando por sus derechos, según ella.

”El gobierno nos mantiene vivas, pero la sociedad no lo quiere”, afirmó en referencia a la reducción de la mortalidad lograda por la distribución gratuita de medicamentos que lleva a cabo el Ministerio de Salud.

Pacheco es activista de la Red Nacional de Personas Viviendo con VIH/Sida (RNP+) y del proyecto Ciudadanas Positivas, creado el año pasado para responder a problemas específicos de las mujeres y al avance acentuado de la epidemia femenina desde mediados de los años 90.

La osteoporosis, pérdida progresiva de la densidad ósea frecuente en las mujeres después de la menopausia, se vuelve precoz y más grave con el uso de los medicamentos antirretrovirales, que frenan el avance del sida en el organismo.

Por eso las seropositivas (portadoras de VIH) necesitan un tratamiento especial, acentuando la prevención de esas secuelas, señaló a IPS Jenice Pizao, coordinadora nacional de Ciudadanas Positivas, que a los 43 años ya sufre reducción de calcio en el fémur y vértebras lumbares, un preanuncio de osteoporosis.

”Nuestros huesos se están pudriendo. Nos estamos desmigajando”, acotó Pacheco, quien tuvo que someterse a una difícil cirujía en un brazo fracturado hace un año. Un médico se negó a operarla por temor a contraer sida, reacción reiterada entre médicos y odontólogos, aseveró.

Otros efectos que las terapias contra el sida provocan a las mujeres son la lipodistrofia, el depósito de grasa en ciertas zonas del cuerpo, y la depresión, según los testimonios recogidos por Pizao.

La prevención de la lipodistrofia exige ejercicios físicos y alimentación adecuada, que no están al alcance de las mujeres pobres, víctimas directas de los efectos ”crueles”, señaló Pizao, profesora de historia jubilada en la meridional ciudad de Campinas, a cien kilómetros de Sao Paulo.

El proyecto Ciudadanas Positivas, apoyado por el Ministerio de Salud, busca denunciar violaciones de los derechos e insuficiencias en el tratamiento de las mujeres con VIH y sida, promover el intercambio de conocimientos e informar a los profesionales de salud sobre las necesidades específicas de las mujeres.

Los servicios de salud pública, por ejemplo, solo otorgan exámenes de densitometría ósea en casos especiales de mujeres ancianas, aunque todas las seropositivas los necesitan antes de la menopausia, para permitir el diagnóstico precoz de la osteoporosis.

Las mujeres con VIH también necesitan un examen papanicolaou cada seis meses para prevenir el cáncer de útero, cuya incidencia también es mayor entre ellas, observó Pizao.

El personal de salud deben ser capacitado para dar respuesta a las necesidades específicas de las mujeres —respecto de medicamentos adecuados, ejercicios físicos y orientación nutricional— que son distintas a las de los hombres, añadió.

Las mujeres que atraviesan la etapa posterior a la menopausia son olvidadas, pese a que se trata de un grupo de la población brasileña que padece un gran aumento de contagios de VIH.

Con la generalización del consumo de Viagra, el medicamento contra la impotencia masculina, se incrementó la actividad sexual en la tercera edad sin las medidas de prevención, como el uso del condón, observó la abogada, quien trabaja en orientación preventiva en empresas del sur del país.

Una de sus conclusiones es que el preservativo femenino tiene buena acogida, pero debe ser distribuido primero entre los hombres, porque ”solo ellos pueden introducir las novedades en la cama”, y no las mujeres, que suelen ser ”sexualmente sumisas”.

El Ministerio de Salud adquirió cuatro millones de estos condones, destinados a ”las mujeres más vulnerables”, o sea portadoras de VIH, prostitutas y usuarias de drogas inyectables.

Pero la prevención sigue ausente para las mujeres que viven relaciones estables, en especial aquellas que dependen económicamente de su compañero y siguen indefensas, coincidieron Pacheco y Pizao.

La abogada lamentó que las campañas siempre se dirijan a grupos como homosexuales, drogadictos o profesionales del sexo, y no a las parejas heterosexuales estables, el sector donde más se expande ahora la epidemia. ”El sida solo se hace a dos”, concluyó Pacheco. (FIN/IPS/mo/dcl/he/02

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