Dificultades internas complican el proceso de reforma de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), pero esa circunstancia no pone en peligro el liderazgo del presidente Yasser Arafat.
Un síntoma de las dificultades es el conflicto creado por los cambios en las agencias de seguridad de la ANP, una de las reformas que habían demandado Estados Unidos e Israel como condición para la creación de un Estado palestino.
Arafat prevé la unificación de esas agencias, y dispuso un intercambio de cargos entre el actual director de la Seguridad Preventiva Palestina, Jibril Rajoub, y el gobernador de la septentrional ciudad de Jenin, Zuhair Manasreh.
Rajoub fue durante muchos años un hombre de confianza de la estadounidense Agencia Central de Inteligencia, pero perdió en los últimos tiempos el respaldo de Washington, y el nuevo ministro del Interior palestino, Abdel Razek Yihiye, tampoco lo apoyaba.
Según versiones no confirmadas, Rajoub no halla dónde vivir luego de que su casa fuera destruida por un ataque israelí.
Eso se debe a que los propietarios de viviendas en alquiler temen que cualquier nueva residencia de Rajoub sea atacada como la anterior, o que el funcionario no pueda pagarles. Además, muchos lo consideran un traidor, por aceptar la extradición a Israel de combatientes palestinos.
El otro jefe de la seguridad palestina es Ghazi Jabali, director de policía de Gaza, a quien Arafat pidió la renuncia. Jabali se resistió en primera instancia a dejar su cargo, pero luego aceptó abandonarlo y anunció que se postulará a la presidencia de la ANP.
El presidente estadounidense, George W. Bush, pidió la semana pasada a los países árabes de la región que apoyaran la democratización palestina, y muchos comentaristas han destacado que los gobiernos convocados son muy poco democráticos.
Es aun más contradictorio que Washington espere significativas reformas de Arafat, con quien ha cortado relaciones porque lo considera responsable de acciones terroristas.
Bush condicionó la creación de un Estado palestino a una renovación de la dirigencia de la ANP que incluya la retirada de Arafat del escenario político.
Muchos piensan que esa presión fue contraproducente, porque palestinos que habían expresado su descontento con la conducción de la ANP ahora cierran filas en torno a Arafat, para rechazar la intromisión de Washington en sus asuntos internos.
La posición de Bush es sólo una excusa para que Estados Unidos no se involucre en el proceso de paz entre palestinos e israelíes, sostuvo el columnista Nahoum Barnea en el diario israelí Yediot Ahronot.
Al frenar la iniciativa por una conferencia de paz para Medio Oriente, e insistir en que Arafat debe retirarse para que negociemos, Bush nos desvincula de la región y vuelve a su fallida política previa de mirar hacia otro lado, sostuvo en el diario estadounidense The New York Times el columnista Nicholas Kristoff.
Bush pidió a los palestinos una nueva Constitución que separe los poderes del Estado, pero tal separación ya fue establecida, señaló el comentarista político israelí Yossi Alpher.
Esa reforma constitucional fue aprobada a mediados de los años 90 por el parlamento palestino, asesorado por organizaciones no gubernamentales estadounidenses, y Arafat aceptó promulgarla hace varias semanas tras una larga demora, junto con otras reformas, bajo presión de activistas liberales palestinos, indicó.
Es probable que los gobernantes y los criterios de gobierno de la ANP no sean los deseados por Estados Unidos e Israel, aun tras las reformas, pero la mayoría de la comunidad internacional considera a Arafat legítimo representante del pueblo palestino, y eso le da amplio espacio diplomático para sobrevivir.
Arafat condujo durante décadas a la Organización por la Liberación de Palestina en condiciones mucho más difíciles, cuando era una especie de paria en la comunidad internacional, y todo indica que ahora tiene recursos más que suficientes para seguir al frente de la ANP. (FIN/IPS/tra-eng/fb/ss/mp/ip/02
