PAKISTAN: Búsqueda de estabilidad es el mayor desafío

El presidente de Pakistán, Pervez Musharraf, anunció elecciones para octubre como un plan de retorno a la democracia, pero el mayor desafío de este país es la creación de instituciones políticas estables y duraderas.

La comunidad internacional tiene desde los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos un interés estratégico en preservar la unidad y estabilidad de este país asiático y al mismo tiempo encaminarlo en una dirección ”moderada y moderna”, para que le sirva de apoyo en la ”guerra contra el terrorismo”.

La reestructuración del Estado pakistaní forma parte de una agenda mundial, del mismo modo que la reforma de la Autoridad Nacional Palestina, aunque con menor alcance e intensidad.

La reforma abarcará la política exterior -en particular las relaciones con India y países de Asia central-, la ejecución de las leyes, la educación, la policía y los servicios de seguridad, la economía y las causas domésticas del terrorismo y el extremismo religioso.

Occidente, y en especial Estados Unidos, decidió afrontar la amenaza del terrorismo en el mundo islámico mediante dos estrategias: cambio de régimen y reforma política.

Afganistán ya experimentó ambos cambios. Palestina e Iraq son los próximos en la lista, y probablemente les sigan otros países musulmanes.

Pero independientemente de la comunidad internacional, Pakistán tiene varios puntos a su favor.

Pakistán es el único país de la región que no tiene un movimiento rebelde o separatista. Tampoco tiene una base electoral para ideologías políticas extremistas, y en cambio cuenta con amplio consenso en cuanto a la necesidad de volver a la democracia y que los militares regresen a sus cuarteles.

Por otra parte, Islamabad no logró elaborar nuevas reglas de juego que proveyeran la base de la estabilidad política.

El nuevo ”paquete político” anunciado por el general Musharraf el 26 de junio no tiene nada de nuevo en realidad.

Antes de fijar los comicios para el 10 de octubre -bajo exigencia de la Corte Suprema, con el fin de reemplazar al parlamento que Musharraf abolió hace tres años-, el presidente decretó que cualquier persona que haya ocupado el cargo de primer ministro dos veces estará impedida de procurar un tercer mandato.

La medida está destinada específicamente a excluir de la carrera electoral a los ex primeros ministros y rivales políticos Benazir Bhutto y Nawaz Sharif, este último derrocado por Musharraf en octubre de 1999.

Así mismo, en lugar de devolver poderes a las provincias, el paquete político de Musharraf prevé un sistema centralizado, en el que gobernadores designados por el presidente nombrarían a los ministros jefes provinciales.

Los pakistaníes siempre comparan a su país con el vecino y rival India, con el que se enfrentaron cuatro veces en guerra desde 1947.

India combate a 17 grupos insurgentes distintos, mientras Pakistán no tiene ni uno, y además en India son frecuentes los ataques a las minorías religiosas, sostienen los pakistaníes, además de comparar en forma permanente el poderío militar de ambos países.

Pero algo que Pakistán tiene que aprender de India es la solidez de su sistema educativo y de sus instituciones democráticas, que le han permitido a Nueva Delhi lograr un papel importante en la comunidad internacional.

Además, para alcanzar la ansiada estabilidad política, el régimen militar debe aprender tres lecciones fundamentales de la realidad pakistaní.

En primer lugar, a diferencia de varios regímenes autoritarios de Asia oriental como los de Indonesia, Corea del Sur, Singapur y Taiwan en determinado momento, Pakistán no obtuvo ”beneficio” alguno de la dictadura, como una mejor calidad de vida para la mayoría de los habitantes.

Segundo, dada la situación regional y los intereses de Washington en Pakistán, el espacio de maniobra y el margen de error para Islamabad es extremadamente limitado.

Lo que era posible o aceptable en anteriores regímenes militares ya no lo será en adelante, dado el cambio del contexto político internacional desde el pasado 11 de septiembre.

Tercero, los militares tienen la intención de ”controlar” a los civiles en la democracia de administración militar que actualmente concibe Islamabad.

Pero dados los antecedentes de los numerosos regímenes militares de este país, la pregunta que se hacen la mayoría de los pakistaníes es quién controlará a los controladores. (FIN/IPS/tra- en/mh/js/mlm/ip/02

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