ECONOMIA-AMERICA LATINA: Devaluaciones sin espiral inflacionaria

La depreciación de varias monedas latinoamericanas respecto del dólar no tiene efectos incontrolables en los precios y este año la inflación regional será moderada, en promedio, según un experto de Cepal.

Aún en Argentina, la drástica caída del valor del peso en relación al dólar no tuvo un impacto equivalente en el índice de precios al consumidor (IPC), dijo a IPS el director de la División de Desarrollo Económico de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), Hubert Escaith.

Este experto es el director del equipo que elabora el Panorama Regional de la economía latinoamericana, el informe anual que será dado a conocer el 1 de agosto por esa agencia de la Organización de las Naciones Unidas con sede en Santiago de Chile.

En el informe se calcula que América Latina tendrá este año una tasa ponderada de inflación en torno de nueve por ciento, sólo dos puntos por encima del aumento del IPC regional de siete por ciento de 2001, anticipó Escaith a IPS.

La tasa ponderada de inflación, que se calcula con relación al número de habitantes, llegó a cuatro dígitos en la década del 80 y sólo comenzó a bajar sustantivamente en 1995, luego de alcanzar a 876,6 por ciento en 1993.

”No estamos muy preocupados por la inflación”, indicó el experto, dando a entender que la evolución de los precios es un asunto mínimo en el marco de la recesión que se prevé este año para América Latina y el Caribe, con una caída del producto entre 0,5 y uno por ciento.

Los repuntes significativos del IPC se registran Argentina y Venezuela, con características prototípicas en este último país, que tiene una tradición inflacionaria, señaló Escaith.

En cambio, en Argentina, la presión sobre los precios tiende a disminuir, indicando que la inflación será un fenómeno transitorio en el marco de los esfuerzos de estabilización, agregó el experto de Cepal.

El ministro argentino de Economía, Roberto Lavagna, insistió el jueves que no admitirá emisiones descontroladas de dinero que puedan empujar la cotización del dólar de los 3,7 pesos por unidad en la actualidad a siete u ocho pesos, porque ello acarrearía hiperinflación.

Lavagna realizó esas declaraciones en Buenos Aires luego de anunciar que a partir del 1 de agosto habrá aumentos ”de bajo impacto para los consumidores” en las tarifas de los servicios de electricidad y de agua potable.

La depreciación de la moneda argentina, luego de que en enero el gobierno de Eduardo Duhalde pusiera fin a más de una década de política de paridad cambiaria de un peso-un dólar, equivale en términos reales a 70 por ciento y los precios han aumentado 30 por ciento en promedio, apuntó Escaith.

Argentina registró en 2001 una deflación de 1,5 por ciento, en lo que fue su tercer IPC anual negativo en forma consecutiva, en directa correspondencia con la recesión de su economía desde 1999.

Según los informes oficiales de inflación que IPS registra mensualmente, la economía argentina registró en junio una tendencia anualizada de aumento del IPC de 28,4 por ciento.

El analista Julio Nudler señaló el 3 de este mes que Lavagna y el presidente del Banco Central argentino, Aldo Pignanelli, tienen como meta central hasta las elecciones presidenciales anticipadas para mayo de 2003 evitar que la crisis económica se profundice ”hasta abismos inmanejables, como sería el de una hiperinflación”.

En tanto, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Honduras y Nicaragua consignaron al término del primer semestre del año que la tendencia de sus respectivos índices de precios es a la baja respecto de diciembre.

En cambio, en El Salvador, Guatemala y Nicaragua, si bien hay incrementos, éstos son mínimos y acordes con las tendencias a inflaciones bajas que caracterizan en los últimos años a los países de América Central.

México, la segunda mayor economía latinoamericana luego de Brasil, registró en junio una inflación anual de 4,94 por ciento, casi similar a 4,40 por ciento de 2001.

”El comportamiento de la inflación en México es un muy buen dato”, comentó Escaith.

Entre los países del Mercado Común del Sur (Mercosur), los más golpeados por el contagio de la crisis argentina, la inflación anualizada de Brasil hasta junio fue de 9,7 por ciento, inferior al índice de 10,40 por ciento de 2001.

En cambio, las dos economías más pequeñas del Mercosur, conformado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, parecen resentir más los efectos de la devaluación del peso argentino frente al dólar.

En Paraguay, el IPC anualizado subió de 8,4 por ciento en diciembre a 9,4 por ciento en junio, mientras que en Uruguay el incremento fue de 3,6 a 8,8 por ciento en el mismo lapso.

En Uruguay también se anunciaron el jueves incrementos en las tarifas de los servicios públicos de agua, electricidad y teléfonos en torno a 13 por ciento y se prevé un aumento del precio de los combustibles de 12 por ciento, como consecuencia de la continua depreciación de la moneda local respecto del dólar.

Las autoridades uruguayas se habían fijado para este año una meta de crecimiento del IPC de 9,5 por ciento, pero esa proyección fue revisada en mayo para situarla entre 12 y 15 por ciento.

En Venezuela, la inflación fue de 12,3 por ciento en 2001 y este año la tendencia anual a junio se situó en 19,6 por ciento.

El presidente venezolano, Hugo Chávez, afirmó el domingo pasado que su gobierno está determinado a que el IPC no crezca más de 30 por ciento este año, y su ministro de Planificación, Felipe Pérez, precisó que el porcentaje final será de alrededor de 26 por ciento.

Escaith advirtió, sin embargo, que Ecuador tiene aún una inflación alta para un país que dolarizó su economía, aunque está en baja, con una tasa anualizada de crecimiento en junio de 13,95 por ciento, comparada favorablemente con la inflación de 22,44 por ciento de 2001.

El jefe de la División de Desarrollo Económico de Cepal señaló que América Latina logró superar esa suerte de círculo fatal en que las devaluaciones monetarias acarreaban inevitablemente inflaciones e hiperinflaciones, como ocurrió en la década del 80 y en la primera mitad de los años 90.

Hasta comienzos de los 90 predominaban en la región, y sobre todo en Brasil, las políticas de indexación, según las cuales los precios y otros indicadores se movían en función del tipo de cambio.

De esta manera, si se devaluaba la moneda local aumentaban inmediatamente todos los precios, aún de los productos locales no afectados por la depreciación, y venían después los reajustes de los salarios, en una ”carrera sin fin” que derivaba en inflación, dijo Escaith.

Este encadenamiento desapareció en la región en 1998, cuando Brasil devaluó su moneda para hacer frente al impacto de la prolongación de la crisis desatada ese año en el sudeste asiático, pero sin aplicar esas medidas de indexación, señaló el experto de Cepal.

Esa eliminación del ajuste de precios internos a la política cambiaria es tal vez la clave del control de la inflación en América Latina, propiciado también por los vientos recesivos en la economía regional.

En 2001, el crecimiento de apenas 0,5 por ciento del PIB regional fue acompañado de una caída de uno por ciento del producto por habitante, mientras el desempleo se mantuvo en 8,4 por ciento promedio, en el mismo nivel de 2000.

Los salarios reales, que en la década del 90 aumentaron en la región en promedios anuales de entre 1,5 y dos por ciento, se estancaron también en 2001.

Según lo que sugieren los pronósticos recesivos, el informe que Cepal dará a conocer el 1 de agosto seguirá acompañando las buenas perspectivas antinflacionarias con números rojos en cuanto al empleo, los salarios y la distribución de los ingresos. (FIN/IPS/ggr/dm/if/02

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