DESARROLLO: Río+10 en estado de emergencia

La ONU y el gobierno de Sudáfrica encabezan el último intento de reanimar la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible, que se iniciará en menos de un mes en Sudáfrica.

El secretario general de la ONU, Kofi Annan, y el presidente de Sudáfrica, Thabo Mbeki, presidieron en Nueva York un encuentro informal a puertas cerradas para acercar las posiciones del Norte y el Sur respecto de la ayuda al desarrollo, el combate a la pobreza y la protección del ambiente.

Estos son los asuntos esenciales del plan de acción de la conferencia Río+10, que se celebrará en la ciudad sudafricana de Johannesburgo entre el 26 de agosto y el 4 de septiembre, diez años después de la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro.

”Las negociaciones sobre varias cuestiones cruciales han llegado a un callejón sin salida”, admitió Annan ante un grupo de delegados de 27 países, conocido como ”amigos de la presidencia” de la cumbre, que incluye a representantes de Estados Unidos, la Unión Europea y del Grupo de los 77 países en desarrollo más China.

América Latina estuvo representada por las delegaciones de Argentina, Brasil, México y Venezuela.

El fracaso de la última reunión oficial —que concluyó el mes pasado en Indonesia sin consenso— esfumó el entusiasmo y la convicción de las primeras etapas preparatorias.

Advertidos por Annan que un ”retroceso ahora significaría una trágica oportunidad perdida”, los ”amigos” debatieron el 17 de julio en la sede de la ONU (Organización de las Naciones Unidas), aunque abandonaron el edificio sin acuerdo sobre los puntos ”entre corchetes” (sin consenso) del borrador de plan de acción.

La delegación de Sudáfrica, el país anfitrión, divulgó al día siguiente un comunicado asegurando que la discusión se ”caracterizó por la actitud constructiva y la flexibilidad para hallar consenso en las diferencias pendientes”.

Pero el texto no explicó por qué los representantes sudafricanos no se dejaron ver en la conferencia de prensa prevista para conocer los detalles y el resultado del encuentro.

Sin embargo, fuentes de la ONU y algunos delegados aseguraron que las discrepancias se redujeron notablemente y que, aunque no se negoció un nuevo borrador, hay acuerdo en 75 por ciento del texto.

Compete ahora a Sudáfrica traducir ese acercamiento al lenguaje del documento que considerarán todos los miembros del foro mundial, agregaron.

Pero falta mucho para el consenso sobre un modelo de desarrollo que preserve el ambiente y reduzca la pobreza y el hambre en el mundo.

Las puntos que aún deben negociarse incluyen aspectos fundamentales, como la adopción de metas específicas de desarrollo y plazos para alcanzarlas y el origen de los recursos para financiar los programas necesarios.

”La verdadera prueba será convencer al mundo de que las grandes conferencias mundiales pueden representar una diferencia sobre el terreno”, dijo el secretario general de la cumbre, Nitin Desai.

La canciller sudafricana Nkosazana Dlamini-Zuma visitó Washington para convencer al presidente George W. Bush que asista a la cumbre, a la que concurrirán 100 gobernantes, entre ellos el presidente de Francia, Jacques Chirac, el primer ministro de Alemania, Gerhard Schroeder, y su par de Gran Bretaña, Tony Blair.

Pero varios observadores consideran infructuoso el esfuerzo.

”Gobiernos encabezados por Estados Unidos, Australia y Canadá están trabajando tiempo extra para asegurarse que la cumbre no adopte compromisos reales en cuestiones esenciales como agua, energía, salud, agricultura y biodiversidad”, sostuvo Greenpeace Internacional.

La organización ambientalista, el Fondo Mundial para la Naturaleza y Amigos de la Tierra urgieron a Annan a ejercer toda influencia para salvar la conferencia.

Estados Unidos y otras naciones industriales siguen reacias a adoptar nuevos compromisos en Johannesburgo. Las diferencias sobre financiación al desarrollo, globalización, comercio y gobernanza parecen inabordables a través de la creciente brecha que separa al Norte industrial del Sur en desarrollo.

Muchos países en desarrollo, incluida Sudáfrica, quieren metas obligatorias, a la luz de los resultados de la cumbre de Río 92, en la que muchos hicieron promesas que olvidaron rápidamente.

Opuesto a los intentos de negociar nuevas metas, Estados Unidos insiste en que la ayuda a los países en desarrollo se vincule a sus avances en materia de gobernanza. Pero en cambio se niega a los reclamos de responsabilizar legalmente a las corporaciones estadounidenses que operan en esas naciones.

La negativa estadounidense a comprometerse en una avanzada agenda ambiental quedó de manifiesto en marzo del año pasado, cuando Bush retiró a su país del Protocolo de Kyoto, único instrumento internacional para combatir el cambio climático, pese a que su país produce un cuarto de los gases invernadero que recalientan la atmósfera.

”El gobierno de Bush ha bloqueado los intentos de proteger el ambiente mundial” y ”está promoviendo planes que benefician a las corporaciones y no a los miles de millones de ciudadanos que deben afrontar crisis ambientales como agua y aire sucios y un cambio climático global”, dijo Michael Dorothy, director del Sierra Club.

Voces como las de Dorothy tienen poco eco dentro de Estados Unidos, donde los grandes medios de comunicación han ignorado la cobertura de las cuestiones del desarrollo sustentable y el debate previo a la cumbre de Johannesburgo.

* Publicado originalmente el 27 de julio en la red latinoamericana de diarios de Tierramérica. (FIN/Tierramérica/hr/dcl/en/dv/02

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