DERECHOS HUMANOS-CHILE: Sorda discriminación de mujeres con sida

Verónica, de 45 años, trabajaba tres días a la semana como empleada doméstica en una residencia del barrio alto de la capital de Chile, hasta que su patrona supo que era portadora de VIH y la dejó sin trabajo.

Nunca recibió una explicación de su empleadora, que simplemente dejó de llamarla y cortó la relación laboral luego de seis meses, sin reconocerle indemnización alguna, aprovechando que ella no tenía un contrato de trabajo, contó Verónica a IPS.

Los atropellos solapados en el empleo, la exclusión de los hijos en los colegios y los actos de discriminación en el acceso a la salud pública son algunos de los derechos humanos de las mujeres afectadas con VIH (virus de la inmunodeficiencia humana) frecuentemente violados en Chile.

Verónica pertenece a FEM (Fuerza y Esperanza de Mujer), uno de los tres colectivos chilenos que agrupan a la población femenina con VIH, causante del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida).

Al 30 de junio de 2001 había en Chile una relación de una mujer enferma de sida por cada 7,8 hombres afectados por la enfermedad, según la gubernamental Comisión Nacional del Sida (Conasida).

Esas cifras ratifican el fenómeno de feminización del VIH-Sida, ya que en 1990 la relación era de una mujer afectada por cada 28,4 hombres.

Desde que en 1984 se notificó el primer caso de sida en este país hasta el 30 de junio del año pasado se notificaron 4.300 enfermos y 4.930 portadores asintomáticos de VIH. El número de fallecidos en ese lapso ascendió a 2.824 personas.

En el perfil de los enfermos de sida predominan los varones homosexuales, pero se advierte una tendencia a la heterosexualización, que se complementa con la feminización del sida.

Como muchas mujeres chilenas, Verónica fue contagiada con el virus por su marido. Fue diagnosticada como portadora en 1998, poco antes de que su esposo falleciera.

”Cuando supe que tenía el VIH estuve súper mal, me quería matar con mis hijos, mi marido lloraba, le preguntaba quien se lo había pegado (contagiado) y me decía que no sabía”, relató la mujer.

”Actualmente se aprecia una feminización del sida, lo que implica que crece más rápido entre mujeres que hombres, y por lo general las portadoras son las más desprotegidas en términos económicos, son dueñas (amas) de casa”, señaló a IPS la doctora Anabella Arredondo, coordinadora ejecutiva de Conasida.

”Con esto se desmiente que la mujer más propensa para adquirirlo (el VIH) es la que ejerce el comercio sexual. La mayoría son dueñas de casa y es complicado llevarles la percepción de riesgo cuando creen estar protegidas”, agregó Arredondo.

La prevención hacia estas mujeres debe abordar asuntos complejos, como el de admitir las posibilidades de la infidelidad y, por tanto, no confiar en que el hecho de que ellas tengan una pareja única las pone a resguardo del sida.

Verónica fue discriminada por la familia de su esposo, que la culpó a ella de haberle contagiado el virus. Piensa, además, que fue su cuñada quien le contó de su enfermedad a su patrona e hizo que la despidieran de su trabajo.

La mujer recibe una pensión de viudez equivalente a 52 dólares al mes y su hijo de 22 años la ayuda con otros 30 dólares, mientras una vecina le consigue trabajos de planchado, con lo cual logre sobrevivir y educar a su hija menor, de 11 años.

Erica Espinoza, de 27 años, es secretaria de Voz de Mujer, representante en Chile de la Comunidad Internacional de Mujeres Viviendo con VIH y además consejera de Vivo Positivo, una federación de agrupaciones de enfermos de sida y portadores del virus.

”Un día mi pareja se enfermó de neumonía y le preguntaron si quería hacerse el test de Elisa y ahí supo que había adquirido el VIH hace mucho tiempo. Yo vivo con el virus hace dos años”, narró Espinoza a IPS.

Luego de una depresión inicial que la llevó a abandonar sus estudios de Auditoría, recurrió a los consejos de expertos en atención a portadores de VIH y optó por terminar su carrera. Hoy está graduada de contadora.

”Si una tiene hijos, la principal dificultad que se sufre es la discriminación a ellos. También es la atención de salud pública”, dijo Espinoza.

Las portadoras de VIH se ven obligadas a pedir más permisos laborales para hacerse los controles de salud y si toman drogas en sus tratamientos deben hacerlo a escondidas, ya sea para mantener un empleo o buscar trabajo, apuntó.

”Cuando se sabe que una mujer es portadora del virus, es despedida o la cambian de área y le bajan el sueldo, hasta que se ven obligadas a dejar el trabajo”, denunció la activista.

”A las chicas (agrupadas en Voz de Mujer) les cuesta mucho obtener una hora para el dentista, para el oculista (oftalmólogo) o para otras especialidades, y con las matronas tenemos problemas para hacernos el (examen de) Papanicolau y los controles periódicos”, agregó Espinoza.

Isabel, de 41 años, fue notificada hace cuatro años de que era portadora de VIH, en una situación similar a la de Espinoza, ya que le hicieron la prueba Elisa junto a su esposo, cuando éste se enfermó.

Los exámenes a su hija menor, que entonces tenía dos años, mostraron que no estaba contagiada.

”Cuando mi hija tenía tres años fue rechazada en el jardín infantil. Cuando fui a matricularla, en diciembre, me dijeron que había un problema y que la niña no podía seguir, aunque me ofrecieron que si en marzo había cupos la podían recibir”, contó Isabel a IPS.

”En marzo me dijeron que no se podía matricular porque había ido una persona a contar que yo y mi esposo teníamos sida. Yo les dije que sí, que era verdad, pero que mi hija no lo tenía y, aunque lo tuviera, tenía derecho a educarse”, agregó.

”Yo lloraba mucho, porque mi hija no tenía la culpa”, concluyó la mujer, que finalmente logró reubicar a su niña en otro jardín infantil con la intervención de Conasida. (FIN/IPS/ggr/dm/hd/02

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