AMBIENTE-PERU: Helado y huracanado preámbulo de El Niño

El retorno de tormentas de nieve en el sur de Perú luego de 25 años y vientos huracanados en Chile son las señales más evidentes de la cercanía de El Niño, una cíclica corriente de agua cálida del océano Pacífico que causa trastornos climáticos en todo el mundo.

Al menos 60 personas murieron en el altiplano andino de Perú por la ola de frío, la mayoría de ellos niños y niñas. El gobierno de Alejandro Toledo declaró en estado de emergencia ocho departamentos, azotados desde los primeros días de julio por temperaturas que llegaron hasta 20 grados bajo cero.

Más de 150 toneladas de alimentos, medicinas y frazadas debieron ser trasladadas en helicóptero a las zonas afectadas, donde miles de campesinos perdieron ya 70.000 cabezas de ganado, su principal sustento. La nieve, que llegó a un metro de espesor en algunas zonas, bloqueó carreteras y caminos.

Un millón de camélidos —20 por ciento de la población de alpacas, llamas, vicuñas y guanacos— corren peligro de morir de frío.

Este intenso frío que afecta el sur peruano y parte de Bolivia y los vientos huracanados en Chile parece, a primera vista, difícil de vincular con la corriente oceánica cálida.

”Sin embargo, los orígenes de esos trastornos meteorológicos están en estrecha relación y, al igual que las inundaciones y sequías, forman parte de la cadena de fenómenos climatológicos que tiene como protagonistas principales a los océanos y la atmósfera terrestre”, dijo el científico y periodista peruano Tomás Unger.

Informes de la estadounidense Administración Nacional de los Océanos y la Atmósfera (NOAA) y de la Agencia Meteorológica de Japón indican que El Niño se encamina hacia las costas sudamericanas.

El Niño, un fenómeno cíclico que se manifiesta cada tres o siete años, es una corriente de agua cálida que nace en el océano Pacífico frente a Australia y se desplaza hacia el este llevada por el viento, provocando lluvias torrenciales e inundaciones cuando se acerca a las costas de América.

Su última manifestación, entre noviembre de 1997 y junio de 1998, no fue la más grave pero sí la más estudiada por los científicos.

Causó centenares de muertos en todo el mundo y pérdidas por más de 2.000 millones de dólares en Chile, Ecuador y Perú, debido a la destrucción de viviendas, puentes y carreteras y a la pérdida de cosechas.

El fenómeno surge como consecuencia de la diferencia periódica de presiones atmosféricas entre el Pacífico oriental y el occidental, que da lugar a fuertes vientos que empujan hacia el este un gigantesco ”río” de agua calentada por el sol. La temperatura marina se eleva en la superficie entre dos y cinco grados.

Al mismo tiempo que se producían tormentas de nieve en las sierras de Perú y Bolivia y vientos huracanados en Chile, intensos tifones provocaron la muerte de 77 personas en Japón, Taiwan y Filipinas, mientras que en Alemania se registraron vientos de 150 kilómetros por hora.

Según la NOAA, El Niño llegará a las costas sudamericanas entre la primavera y el verano austral y será esta vez relativamente moderado, con un incremento de entre dos y tres grados en la temperatura del mar.

Si este pronóstico se cumple y la temperatura de las aguas del océano Pacífico frente a Ecuador y Perú no se eleva más de dos grados, las costas de ambas naciones pueden salvarse de catastróficas inundaciones como las registradas en 1982 y 1983.

El Niño es uno de los fenómenos naturales más investigado por la ciencia y su estudio está arrojando luz sobre los cambios climatológicos del mundo.

Aunque los antiguos habitantes del actual territorio peruano ya conocían ese insólito verano, con lluvias que se producían frente a sus costas en periodos irregulares, el primer caso de que se tiene información documentada data de 1578, cuando destruyó la septentrional ciudad de Lambayeque.

Las autoridades peruanas han recopilado información en los últimos años a través de un comité creado por varios institutos científicos locales, que cooperan activamente con la comunidad científica internacional.

La interrelación de los fenómenos climáticos ocurridos a mucha distancia entre sí fue comprobada por la comunidad científica internacional sólo en la década del 60, cuando comienza un proceso de investigación en esa dirección.

Walkter Munsk, investigador del Instituto Scripss de Oceanografía de Estados Unidos, apuntó que ”el mar es la clave para entender los cambios climáticos”.

”Los pequeños cambios en la temperatura del mar influyen en la temperatura del aire y en los patrones climáticos de todo el planeta”, aseguró.

Munsk explicó que antes se creía que el único efecto climatológico del mar era estabilizar la temperatura del ambiente y atenuar las oscilaciones del clima, pero ahora se sabe que las corrientes oceánicas son actores y factores de cambios climáticos intensos.

Por su parte, Unger indicó que ”para entender la compleja interdependencia climatológica mundial hay que recurrir a los conceptos de la mecánica de fluidos”.

Precisó que, pese a tener diferentes nombres, los océanos Antártico, Artico, Atlántico, Indico y Pacífico conforman una sola masa de agua, interconectada entre sí, y que la atmósfera que envuelve al planeta es también una sola masa gaseosa, aunque con diferentes capas.

”Hay un movimiento interno muy fluido en ambas masas y también interconexión fluida entre ellas. Por ejemplo, el aumento de la temperatura en la superficie del mar provoca evaporación, lo cual densifica la salinidad de las aguas remanentes que tienden a descender, por su parte, el aire calentado asciende y atrae otras masas de aire”, detalló Unger.

Oceanógrafos señalan que no sólo los vientos y el calor del sol y la rotación de la tierra crean las condiciones que originan las actuales corrientes marinas, pues éstas también dependen de un delicado equilibrio entre el calor y sal en las aguas oceánicas.

El estudio de la salinidad, el llamado intercambio termosalino entre las aguas de superficie y las profundas que condicionan la existencia de vida de todas las especies marinas, es uno de los aspectos más importantes en las mediciones que realizan las boyas electrónicas sembradas en los mares por los oceanógrafos.

Otro factor a tomar en cuenta en la intensidad de esas variaciones anómalas del clima mundial es el recalentamiento global de la tierra, un proceso en incremento a partir de la última glaciación del pleistoceno, pero que la actividad humana (quema de combustibles fósiles y deforestación) ha acelerado.

”En un mundo cada vez más caliente aumentará la magnitud y el ritmo de la evaporación del agua, lo que provocará vientos y tormentas cada vez más intensos, pues la humedad cargada por el aire vuelve a la tierra en forma de lluvia y nieve”, pronosticó Peter Rhines, oceanógrafo de la estadounidense Universidad de Washington.

El temor de científicos como Rhines es que, a largo plazo, el recalentamiento global y la consiguiente mayor humidificación de las atmósfera paralicen la circulación termosalina de los mares, alteren el delicado equilibrio del sistema de las corrientes y afecten de modo imprevisible los patrones climáticos del planeta.

Aprovechando que a mayor temperatura la velocidad del sonido es más rápida en el agua salada, se inició en 1999 el programa denominado Termometría Acústica del Clima Oceánico para vigilar el riesgo del comportamiento del mar, el más importante factor del clima en relación con el fantasma del recalentamiento de la Tierra. (FIN/IPS/al/dm/en/02

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