AMBIENTE-BRASIL: Caen mitos de la Amazonia

La Amazonia modera el calentamiento de la Tierra, pues absorbe más carbono que el que libera, según estudios divulgados en Brasil.

Muchos científicos y ambientalistas consideran neutrales a los bosques tropicales, pues creen que emiten la misma cantidad de gases que absorben, debido a que han alcanzado su máxima capacidad de crecimiento.

En cambio, ven en los bosques templados, que continúan creciendo, un mecanismo viable para absorber gases invernadero y mitigar los efectos del cambio climático.

Pero las conclusiones preliminares del Experimento de Gran Escala de la Biosfera-Atmósfera de Amazonia —conocido por las siglas en inglés LBA, aunque es iniciativa brasileña— contradicen la opinión de que la Amazonia no absorbe carbono y contribuye a calentar el planeta por su intensa deforestación e incendios forestales.

Los bosques amazónicos absorben una tonelada de dióxido de carbono por hectárea al año, según la mayoría de los estudios presentados en la segunda Conferencia Científica Internacional del proyecto LBA, que tuvo lugar del domingo al miércoles en la noroccidental ciudad brasileña de Manaos, capital del estado de Amazonas.

Algunas mediciones arrojaron cantidades aún mayores, hasta nueve toneladas por hectárea, dijo a IPS Flavio Luizao, presidente de la conferencia.

Tal absorción parece compensar con creces la emisión de gases de efecto invernadero provocada por la destrucción de bosques, pero habrá que comprobarlo con investigaciones en los próximos años, puntualizó Luizao.

De confirmarse estas conclusiones, la situación de Brasil ante el cambio climático se modificaría, pues las ”quemadas” —el incendio de bosques para abrir espacios a cultivos— eran consideradas la principal fuente de gases invernadero del país, superando el uso de combustibles fósiles.

Las incendios que amenazan la mayor reserva forestal del mundo hicieron de Brasil a fines de los años 80 uno de los grandes villanos ambientales.

El hecho de que actúen como sumideros de carbono indica que los bosques amazónicos están creciendo, observó Luizao, del Instituto Nacional de Investigaciones de la Amazonia, en Manaos.

Más aún, ese crecimiento parece ser alimentado por los incendios, que al liberar dióxido de carbono intensifican los procesos de fotosíntesis.

Otro resultado del LBA, ”de igual importancia”, fue la explicación del mecanismo por el que los bosques ”reciclan el agua”. A esa acción se deben la mitad de las lluvias que caen en la Amazonia, destacó Luizao.

Se sabía hace 25 años que los mismos bosques producen gran parte de las lluvias de la Amazonia, pero se ignoraba por qué.

El fenómeno se evidencia en la fuerte reducción de las precipitaciones en áreas deforestadas de gran extensión.

La condensación de la humedad a baja altura, propia de las zonas boscosas, favorece la lluvia en el mismo lugar, pues las nubes así formadas no son alejadas por el viento.

En las zonas deforestadas, las nubes se forman a gran altura y son fácilmente llevadas por el viento.

Estas conclusiones del proyecto LBA impulsarán la revisión de los modelos de previsión del clima, tanto en la Amazonia como en otras zonas de bosques tropicales, sostuvo Luizao.

En la conferencia, de la que tomaron parte 400 científicos, se divulgó que Manaos, con 1,4 millones de habitantes, padece una contaminación de partículas sólidas en el aire similar a la de la meridional Sao Paulo, con 10,4 millones de habitantes.

Y sus efectos negativos ya se comprobaron en el archipiélago fluvial de Anavillanas, un ecosistema protegido ubicado a 70 kilómetros de Manaos.

La ocupación desordenada de la Amazonia está provocando nuevos problemas de salud en la región, agravando endemias o diseminando nuevos virus, advirtió el médico infectólogo Marcus Barros, que estudia hace 30 años las enfermedades amazónicas.

El LBA, el mayor conjunto de investigaciones ambientales en una región tropical, busca ”entender en forma integral la Amazonia”, dijo su coordinador, el brasileño Carlos Nobre, experto en meteorología.

El proyecto se compone de más de cien estudios divididos en siete áreas: física del clima, ciclo del carbono, química de la atmósfera, hidrología, biogeoquímica, usos de la tierra y dimensiones humanas.

Iniciado en 1998, sus investigadores se reúnen cada dos años y prevén finalizarlo en 2004, con la tercera conferencia.

Pero las principales conclusiones para concebir políticas ambientales y de desarrollo sustentable estarán prontas en 2008, luego de la recolección y el procesamiento de datos, las publicaciones científicas, el trabajo de síntesis y la discusión internacional, sostuvo Nobre.

El presupuesto total del LBA asciende a 80 millones de dólares. Estados Unidos aporta la mitad de los costos y Europa 20 por ciento.

Brasil se encarga casi exclusivamente de 40 por ciento restante, manteniendo las áreas experimentales y aportando más de 250 investigadores, técnicos y estudiantes, casi la mitad de los participantes, que incluyen científicos de 40 países.

Las demás naciones amazónicas ofrecen contribuciones modestas pero valiososas pues permiten extender las investigaciones más allá de las fronteras brasileñas, destacó Nobre.

Por ejemplo, fue en el monte Illimani, en la cordillera de los Andes cercana a La Paz, capital de Bolivia, donde el físico brasileño Alexandre Correia estudió los efectos de las ”quemadas” en la Amazonia brasileña.

Las partículas del humo producido por los incendios son transportadas por el viento y se depositan en el hielo andino, transfiriendo nutrientes de los bosques hacia la cordillera.

El análisis de 50 metros de hielo permitió evaluar la intensidad de ese proceso entre 1919 y 1999, y comprobar el gran aumento de las incendios en las tres últimas décadas. (FIN/IPS/mo/dcl/en/02)

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