La Unión Africana (UA), lanzada este martes en la oriental ciudad sudafricana de Durban, conserva lastres del bloque continental que reemplaza, la Organización de la Unidad Africana, creada en 1963.
En el Centro Internacional de Convenciones de Durban abundan la esperanza, el orgullo y las banderas nuevas. La UA fue homenajeada con una estampilla y una canción compuesta por el famoso trompetista sudafricano Hugh Masekela, y se presenta una exposición del talento africano en varias áreas, desde la moda al cine.
Pero la cumbre africana de tres días, que comenzó el lunes, también es escenario de transacciones entre los 53 gobiernos participantes que amortiguan el cambio, y transfieren al nuevo organismo problemas crónicos de su predecesor.
La semana pasada, la última sesión del Consejo de Ministros de la Organización de la Unidad Africana se dedicó en gran parte a evaluar la trayectoria de ese proyecto, lanzado en mayo de 1963, por el cual se derramaron escasas lágrimas de cocodrilo.
Especialistas en política africana coinciden en que esa organización, tras desempeñar un papel importante en el fin de la dominación colonial del continente, nunca avanzó mucho hacia sus objetivos de desarrollo y paz, y estaba moribunda mucho antes de su disolución formal.
Africa subsahariana tiene los peores indicadores del mundo en materia de mortalidad infantil, acceso a educación e ingreso por habitante.
La UA, diseñada por una nueva generación de gobernantes con el modelo de la Unión Europea, hizo suya la iniciativa Nueva Sociedad para el Desarrollo Africano (NEPAD, por sus siglas en inglés), que había sido impulsada en forma paralela por los gobiernos de Argelia, Egipto, Nigeria, Senegal y Sudáfrica.
Pero el precio de adoptar la NEPAD fue modificar aspectos clave de ese proyecto.
La NEPAD fue planteada sobre la base de ofrecer al mundo industrializado democratización y estabilidad económica, garantizadas por un mecanismo de revisión entre pares africanos, a cambio de aumentos de asistencia, inversión en infraestructura y apertura comercial a los productos del continente.
Gobernantes africanos esperaban el mes pasado un apoyo formal a la NEPAD de la cumbre del Grupo de los Ocho (G-8) países más poderosos, realizada en la sudoccidental localidad canadiense de Kananaskis, pero sólo obtuvieron promesas condicionadas al desarrollo de la iniciativa.
En ese sentido, la cumbre de Durban no parece satisfacer las expectativas del G-8, integrado por Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Italia y Japón.
Cuatro cuestiones han sido destacadas por los críticos. En primer lugar, el gobernante de Libia, Muammar Gadaffi, fue incluido en el grupo de conducción de la NEPAD, para que abandonara su estridente actitud opositiora a ese proyecto.
Eso implica alterar en forma importante el criterio original de la NEPAD, que limitaba sus beneficios a países con un tipo de instituciones democráticas que no existen en Libia.
La decisión (de incluir a Gadaffi) fue la primera victoria de las fuerzas de la vieja Africa contra las de la nueva y democrática, sostuvo el comentarista político Peter Fabricius en el diario sudafricano The Star.
Fuentes del gobierno sudafricano dijeron a IPS que incorporar a Gadaffi a la estructura de control de la NEPAD era crucial para que el avance de esa iniciativa, y admitieron que la UA no aplicará a sus integrantes exigencias políticas equivalentes a las de la Unión Europea.
Eso se relaciona con la segunda cuestión destacada por los críticos.
Madagascar fue excluido de la cumbre, porque los demás gobiernos objetan los comicios realizados en diciembre en ese país, pero participó el presidente de Zimbabwe, Robert Mugabe, pese a irregularidades de su reelección este año, y a creciente evidencia de que es responsable de sistemática violación de los derechos humanos.
En tercer lugar, se retiró la propuesta de implementar el mecanismo de revisión entre pares mediante la Comisión Económica para Africa, una agencia de la Organización de las Naciones Unidas, y se decidió encomendar esa tarea a organismos de la propia UA, lo cual implica menores garantías.
Por último, pero no con menor importancia, la UA fue lanzada sin políticas significativas contra la devastadora epidemia de sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida), que muchos consideran el principal problema de Africa.
El principal punto en la agenda de la cumbre parece ser la puja por alcanzar posiciones de poder en los nuevos organismos de la UA y por la ventaja estratégica de ser su sede.
La presidencia de la UA rotará cada año, y su primer ocupante será el mandatario sudafricano, Thabo Mbeki. Habrá una Asamblea y un Consejo Ejecutivo de Ministros de Relaciones Exteriores, que se reunirá dos veces por año y dirigirá en forma directa a siete comisiones técnicas.
Uno de los organismos clave será el Consejo de Paz y Seguridad, de 15 integrantes, al mando de una fuerza africana de mantenimiento de la paz. Eso marca un importante cambio en relación con la política de no intervención en conflictos internos que observó la Organización de la Unidad Africana.
Una comisión permanente funcionará en la vieja sede de la Organización de la Unidad Africana en Adis Abeba, y falta mucho para la instalación de otras instituciones previstas, entre ellas el Parlamento Africano, un organismo judicial similar a la Corte Internacional de Justicia, el Banco Central Africano, el Banco Africano de Inversiones y el Fondo Monetario Africano.
Los asuntos administrativos quedarán a cargo de la secretaría del anterior organismo continental, por lo menos un año. Hubo intentos de reemplazar al secretario general de la Organización de la Unidad Africana, Amara Essay, pero éste cuenta con respaldo para permanecer en su cargo, por lo menos durante la transición.
Una ceremonia de cuatro horas de lanzamiento de la UA se llevó a cabo este martes en un estadio, pero sus esratutos y normas de procedimiento se aprobarán este miércoles, último día de la cumbre. (FIN/IPS/tra-eng/fk/mn/mp/if ip/02
