Los numerosos somalíes que llegan al norte de Kenia escapando de conflictos entre clanes desbordaron la capacidad del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) para atenderlos.
El ACNUR se hace cargo en la actualidad de unos 4.000 personas procedentes de Somalia, cuya situación en la árida región septentrional de Kenia empeora en forma cotidiana, señaló esa agencia de la Organización de las Naciones Unidas.
Los refugiados viven en Punto Fronterizo Uno, un campamento de viviendas precarias en las afueras de la aldea de Mandera.
El rendimiento agrícola de esa zona es apenas suficiente para la subsistencia de la población local, y el ACNUR ya no dispone de alimentos ni de medicamentos en cantidad adecuada para atender a los refugiados.
Ya hubo severos casos de desnutrición, y la situación se agravará si no se adoptan medidas urgentes, advirtió Emmanuel Nyabera, uno de los portavoces del ACNUR en Nairobi.
El hospital de Mandera está superpoblado de pacientes somalíes y locales, agregó.
Hace más de un mes, cuando comenzó la violencia entre clanes, cruzaron la frontera cerca de Mandera unos 10.000 somalíes. Cerca de la mitad volvieron luego a su hogar, bajo presión de autoridades keniatas y jefes de clanes de Somalia, muchos han buscado refugio otra vez en Kenia.
El lunes llegaron seis nuevas familias, informó Nyabera.
La mayor parte de las personas que buscan refugio en Kenia son mujeres y niños, y ya se produjeron 17 muertes infantiles. Muchas de las familias de Punto Fronterizo son encabezadas por ancianas, y varias incluyen a huérfanos y discapacitados, señaló.
Los más perjudicados son los niños, y la mayor parte de las muertes se debieron a desnutrición, aunque también hubo casos de malaria y diarrea, explicó el portavoz del ACNUR.
El lunes asistieron 193 niños al centro terapéutico de alimentación que instalamos en Mandera, apuntó.
El ACNUR intenta que las autoridades keniatas le permitan trasladar a los refugiados a instalaciones más alejadas de la frontera. Punto Fronterizo Uno está a sólo 500 metros de territorio somalí, y quienes residen allí correrían riesgos si se reanudaran los enfrentamientos entre clanes.
El 15 de mayo, balas perdidas provenientes de Somalia causaron la muerte de cuatro refugiados e hirieron a otros cinco.
Nairobi se ha negado a los traslados, porque teme que disminuyan la probbilidad de rápido retorno de los refugiados a Somalia.
El país alberga ya a unos 250.000 refugiados, y tiene dificultades para mantenerlos debido a la peor recesión de su historia. Más de la mitad provienen de Somalia, y otros muchos llegaron desde la región meridional de Sudán, para escapar de una guerra civil que ha durado décadas.
Además, ha ingresado al país desde Somalia una gran cantidad de armas livianas, desde el derrocamiento del gobierno somalí en 1991, y a eso se debe en gran medida una escalada de criminalidad en los últimos años, en especial en Nairobi.
De todos modos, las agencias de ayuda humanitaria insisten en que Kenia tiene la responsabilidad irrenunciable de proteger a los refugiados.
Entendemos sus preocupaciones, y que han albergado a un gran número de refugiados durante décadas, mediante progrmas que muy a menudo dispusieron de insuficientes fondos. Pero nada de eso puede hacernos olvidar que la situación de quienes buscan refugio es totalmente dramática, dijo Kris Janowski, otro portavoz del ACNUR.
Muchos niños refugiados en Mandera mendigan o buscan alimentos en la basura. Las mujeres recorren grandes distancias para conseguir leña, y corren grave riesgo de ser atacadas, indicó.
Insistimos en que esas personas deben ser trasladadas a mayor distancia de la frontera, añadió.
El ACNUR puso en marcha un convoy para trasladar a unas 150 personas desde Mandera al campo de refugiados de Daadab, unos 500 kilómetros al sur y más alejado de la frontera, pero las autoridades keniatas los obligaron a regresar, indicó Nyabera. (FIN/IPS/tra-eng/ks/mn/mp/pr hd/02
