FUTBOL: Héroes, nacionalismos y villanos

El dramático partido del viernes por el campeonato mundial de fútbol en que Inglaterra se impuso 1-0 a Argentina fue una cabal demostración de que el fútbol ha reemplazado a la guerra y a la política en la generación de héroes nacionales.

El nacionalismo, en repliegue en la economía y en otras áreas, encuentra en el deporte uno de sus últimos reductos, y de forma más apasionada en el fútbol. Es problablemente una manifestación popular en que la idea de patria sobrevivirá aún por mucho tiempo, pese a la consolidación de bloques regionales y el avance de la globalización.

No es posible imaginar, por ejemplo, que los países europeos renuncien a sus selecciones nacionales para conformar una sola, de la Unión Europea. La fuerza del nacionalismo en el fútbol puede comprobarse en el caso de Gran Bretaña, que alberga cuatro ligas nacionales y cuatro selecciones: Escocia, Gales, Inglaterra e Irlanda del Norte.

La integración económica, política, tecnológica y hasta cultural no comprende el fútbol. La creación del Mercosur (Mercado Común del Sur) no debilitó la gran rivalidad deportiva entre brasileños y argentinos.

La Copa Mundial de fútbol, la competencia más importante entre naciones en el imaginario popular actual, es donde nacen los héroes, pero también los nuevos verdugos de la patria.

David Beckham fue el héroe de la batalla de este viernes en Japón, al hacer el gol de la victoria inglesa sobre Argentina. Pero en 1998, en Francia, fue el responsable de la eliminación ante los argentinos en octavos de final, según entendieron los ingleses.

Una reacción descontrolada ante provocaciones del volante argentino Diego Simeone determinó la expulsión de Beckham en el partido de 1998. Esa desventaja fue decisiva para el resultado, que fue de empate, señaló la prensa inglesa. Argentina se impuso en la definición por penales.

El fútbol es para muchos argentinos e ingleses la continuación de la guerra de las Malvinas, las islas del Atlántico sur que Argentina intentó recuperar por las armas en 1982, con el resultado de una humillante derrota militar ante Gran Bretaña.

La venganza se tuvo en el campo de fútbol, con las victorias argentinas de 1986 y 1998, que eliminaron a Inglaterra del campeonato mundial.

De la primera ocasión, en México, Diego Maradona salió endiosado, por convertir dos goles decisivos contra Inglaterra (aunque lograra uno de modo irregular, con la ”mano de Dios”), y por conducir a la selección al triunfo final en aquel campeonato.

El fútbol tiene ingredientes patrióticos y militares. La selección nacional es ”la Patria de chuteiras”, o botas de fútbol, afirmó Nelson Rodrigues, el principal dramaturgo brasileño del siglo XX y cronista apasionado de este deporte.

El fútbol puede poner a un país de fiesta durante semanas y levantar su autoestima por años, pero también puede sumirlo en la depresión, especialmente cuando el fracaso sucede a grandes expectativas, como ocurrió con Brasil en los mundiales de 1950 y 1982.

Los rasgos militares aparecen en la figura del ”capitán”, líder del escuadrón en la cancha, los ”artilleros”, que hacen goles, la necesidad de combinar ataque y defensa, y las tácticas y estrategias a cargo de un director técnico que algún dia quizás será llamado ”general”.

El coraje, la disposición de lucha, puede ser tan o más importante que la habilidad y otras cualidades de un equipo. El uruguayo Obdulio Varela simboliza, especialmente para sus compatriotas y los brasileños, esa ganas de vencer que enaltecen a los héroes, ya sean militares o deportistas.

Varela, capitán de la selección uruguaya de 1950, empujó a sus compañeros a la victoria, en pleno Maracaná de Río de Janeiro, el templo del fútbol brasileño, provocando un trauma que persiste hasta hoy en Brasil, pese a las cuatro Copas conquistadas posteriormente.

Varias selecciones de ilustres antecedentes han quedado en situación de riesgo después de disputados los primeros partidos del actual campeonato mundial de Corea del Sur y Japón.

Argentina y Francia, por ejemplo, dos candidatas al título en las especulaciones previas al torneo, tienen problemas. Argentina está obligada a derrotar a Suecia el miércoles 12 para pasar a los octavos de final, y Francia, cuya situación es aún más comprometida, debe vencer a Dinamarca el martes 11 al menos por dos goles.

La frustración de las expectativas amenaza a los jugadores con el estigma del fracasado, que podría ser incluso de ”villano”, si la opinión pública nacional individualiza culpables.

Pero son las situaciones adversas las que propician las hazañas heroicas. Zinedine Zidane, ausente por lesión en los dos primeros partidos de Francia, será sin duda el ”salvador de la patria” si logra conducir a su selección a la clasificación para los octavos de final.

Zidane, ídolo de los franceses desde 1998, cuando fue considerado el mejor jugador del equipo campeón del mundo, tiene sin duda la oportunidad de hallar un lugar entre los dioses, si repite las hazañas de hace cuatro años.

El atacante senegalés Hadji Diouf inició una prometedora carrera hacia la gloria al protagonizar las jugadas decisivas del sorprendente triunfo de su equipo ante una Francia previamente señalada como la principal candidata a ganar la Copa.

Curiosamente, el patriotismo que el público exige a los jugadores no alcanza a los directores técnicos. Así mismo, los futbolistas deben nacionalizarse para defender a un país que no es el de su nacimiento, pero esa condición no existe tratándose de los entrenadores.

Varios directores técnicos entrenan y orientan equipos extranjeros, sin ser considerados traidores por sus conciudadanos. Es francés Adbu Karim Metsu, el entrenador de Senegal, la selección que hirió el orgullo de Francia en la inauguración del torneo.

El serbio Bora Milutinovic dirige a China, la quinta selección que ha llevado al campeonato del mundo desde 1986, y Ecuador participa este año de su primera Copa de la mano del colombiano Hernán Darío Gómez. (FIN/IPS/mo/ff/cr/02

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