(Arte y Cultura) ARTE-R.D.CONGO: Una sangría pieza a pieza

Alexi, un comerciante de obras de arte de la República Democrática del Congo (RDC), recorre su país en busca de piezas que luego vende en la capital de Kenia, la mayoría de las cuales son finalmente traficadas fuera de Africa.

Sus magras posesiones personales —un cepillo de dientes y un par de camisetas sucias— están depositadas sobre una mesa en un cuarto de hotel barato de la capital de Kenia. Los pantalones cuelgan de un gancho en la puerta.

El resto de la habitación está ocupado por artesanías de madera: sillas, mesas, fetiches, estatuas y máscaras.

Sentado en la cama, Alexi explicó que acababa de llegar a Nairobi luego de un viaje de tres días desde el este de Congo. Pasó el último año viajando en un pequeño autobús, recogiendo en él tesoros en algunos de los poblados más remotos e inaccesibles del mundo.

Ahora, en Nairobi, es tiempo de venderlos. Alexi se propone duplicar el dinero invertido y regresar luego a RDC. Descansará un tiempo junto a su esposa e hijos y volverá al trabajo, como ha hecho durante los últimos 15 años.

De Kenia salen hacia fuera de Africa la mayoría de las antigüedades de Africa traficadas al extranjero. Si bien es ilegal exportar estas mercancías, los funcionarios de aduanas rara vez distinguen entre una antigüedad valiosa y una simple réplica para turistas.

La mayoría de los clientes de Alexi son europeos —en general italianos o franceses— y estadounidenses. Algunos son marchantes (tratantes de arte) como él.

Otros son diplomáticos o trabajadores de agencias humanitarias que se las ingenian para introducir las piezas en sus países, donde suelen venderlas a galerías o a coleccionistas privados.

El arte de Africa, continente que albergó algunas de las culturas más antiguas de la tierra, fue durante largo tiempo despreciado y considerado primitivo. Pero los coleccionistas extranjeros lo buscan hoy con gran interés.

El saqueo de la herencia cultural africana comenzó con el colonialismo, pero los principales responsables de la actualidad son la pobreza y la guerra. El pillaje llegó a un nivel sin precedentes.

La Policía Internacional (Interpol) calculó que el comercio ilícito del patrimonio cultural de Africa suma unos 500 millones de dólares al año.

”Estas obras, además de ser intrínsecamente hermosas, nos brindan claves importantes sobre la civilización de nuestros ancestros”, afirma el marchante, señalando sillas con complejos tallado y adornadas con fetiches.

Cinco décadas atrás, estas piezas eran utilizadas por jefes tribales de la RDC en ceremonias y reuniones oficiales. Los fetiches eran diseñados para ofrecer protección contra las desgracias.

Los hijos de los jefes tradicionales ya no adoran a los dioses de sus padres, y muchos venden algunos de sus objetos más preciados.

”Sus padres son paganos. Esta generación es cristiana, han empezado a creer en Dios y, para ellos, estas sillas son demoníacas. Quieren desprenderse de ellas”, explicó Alexi.

Desde otro punto de vista, la población de RDC no tiene muchas opciones. Tras décadas de malos gobiernos y cuatro años de guerra civil, la mayoría de los habitantes de la antigua Zaire viven en la indigencia y están dispuestos a vender su patrimonio cultural para satisfacer necesidades básicas.

”Me entristece hacer esto, pero tengo que ganarme la vida. Es una vergüenza. En cierto modo, soy un explotador”, admitió Alexi.

No obstante, el marchante reconoció el papel del otro eslabón de la cadena. ”Si no hubiera compradores europeos, estadounidenses y asiáticos, yo no podría hacer esto. Ellos adquieren lo que nosotros tenemos”, dijo.

Tampoco pierde el punto de vista histórico. ”Lo mismo sucede en general en Africa, que tiene todas las materias primas, pero no tiene cómo desarrollarlas. Esta es la tragedia del continente”, dijo sonriendo.

Muchas personas critican duramente el carácter ”exportador” del negocio.

”Estamos hablando de nuestra identidad, de nuestro pueblo y nuestra cultura, de la diversidad en la unidad. Estas obras de arte son expresión de la identidad popular, y tienen significado simbólico y religioso”, sostuvo el director general de Museos Nacionales de Kenia, George Abungu.

”Se trata de los cimientos de estas naciones. Sacarlas de su lugar de origen equivale a arrasar la nacionalidad e identidad de un pueblo, y dejarlo sin cultura a la que referirse”, advirtió Abungu.

El arte tradicional es, además, una gran atracción turística, y podría ser una gran fuente de divisas para Africa.

”Probablemente sea uno de los mayores recursos que poseemos en Africa, pero no se nos ha dado la oportunidad de maximizarlo a través de su retención en el lugar de origen, para exhibirlo como lo hacen los museos europeos y estadounidenses”, señaló Abungu.

Por su parte, los coleccionistas occidentales atribuyen la responsabilidad a los gobiernos africanos, a los que acusan de no proteger su herencia.

”La mayor amenaza es perder estos objetos. Preservarlos en cualquier lugar será mejor que perderlos para siempre”, opinó el fundador de la galería de arte Herencia Africana, Alan Donovan, propietario de una de las mayores colecciones privadas de Kenia.

Mientras Africa continúe sin proteger su herencia cultural, el éxodo continuará, pieza a pieza. (FIN/IPS/tra-en/ks/mn/lp/mj/cr/02

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